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No hemos cambiado tanto | Por Lourdes Justo Adán

No hemos cambiado tanto | Por Lourdes Justo Adán

De vez en cuando vuelvo a los escritores clásicos de la literatura española, cual torna la cigüeña al campanario, que diría Antonio Machado, o como lo hacen las golondrinas al balcón de la amada de Gustavo Adolfo Bécquer.

En esta ocasión escogí el «Retablo de las maravillas», escrito por Miguel de Cervantes y publicado en 1615. Gracias a esta pequeña pieza teatral me sumergí en la España del Siglo de Oro, un fértil periodo para el pensamiento, el arte y las letras.

Para hacer un improvisado resumen, esta obra relata la historia de dos pícaros –Chanfalla y su compañera Chirinos– que engañan a los mandatarios de una localidad haciéndoles creer que del mencionado retablo salen unos personajes (un toro, el fuerte Sansón, ratones, leones…) que solo pueden ser vistos por hijos legítimos y cristianos viejos. En realidad, el espectáculo es una estafa. No existe nada de eso pero los asistentes, aterrorizados ante lo que no ven, se sienten presionados a actuar como si de verdad lo viesen, con el fin de no dejar su honor en entredicho. En este punto es cuando se desencadena una acción desternillante pues el lector es consciente del engaño y se divierte por la situación tan surrealista creada. Pero de pronto, entra en escena un inoportuno furrier exigiendo alojamiento para sus agotados soldados. Las autoridades, creyendo que se trata de una ilusión más del retablo, no lo toman en serio. Él, que no entiende lo que está pasando, reconoce no ver nada dentro de aquel supuesto retablo mágico, por lo que es agraviado. No cuento el desenlace, pero aconsejo leerlo a quien le guste la confusión y la algarabía.

Esta creación del siglo XVII encierra una visión crítica de la realidad de su época, caracterizada, entre otras cosas, por la importancia de las apariencias.  El autor se mofa de las normas establecidas. Al mismo tiempo, nos muestra cómo las personas se ven influenciadas por las palabras ajenas hasta el punto de autoengañarse y anular su propia opinión.

Mientras leía, descubrí muchas similitudes entre el siglo XVII y el actual siglo XXI. En este sentido, las cosas no han cambiado tanto. ¿Quién no ha presenciado alguna vez a un Chanfalla deleitándose mientras una Chirinos, desde el púlpito de su cargo, actuaba tras afilar la lengua “en la piedra de la adulación”?  Delante de una gran pantalla, una farsante podía conjugar el verbo encandilar como nadie, tratando de convencer a los presentes de que allí se proyectaba un prodigio.  Estos, no solo no cuestionaban nada sino que además, actuaban como si viesen esa maravilla que, en realidad, no era tal.

En casos así, solo la irrupción del furrier, tan difamado pero tan cuerdo a la vez, puede encargarse de romper el encantamiento y evidenciar que los asistentes, sin ser conscientes de ello, estaban ejerciendo el papel de actores involuntarios de una planificada burla perversa, al puro estilo de aquella que realizaron estos embaucadores cervantinos.

Una vez que el furrier llama a la sensatez ante la gran patraña del Retablo, sería de necios permanecer aferrados al engaño. Sin embargo sucede, ya que nadie está dispuesto a quedar expuesto reconociendo que ha sido engañado. Vivimos en una sociedad que, en ciertos ámbitos, ha normalizado la falsedad y el silencio colectivo. Se acomodó en la hipocresía, y los pillos lo saben. De hecho, no resulta esperable que algún día estos truhanes se quiten el disfraz y reconozcan que todo ha sido una ficción teatral. No, Chanfalla y Chirinos, con su retablo fabricado por el sabio Tontonelo, están muy entrenados en lo suyo.

Comprobamos que la intencionalidad de crítica social de esta obra sigue vigente hoy en día, aunque a priori fue concebida sin pretensión alguna de trascendencia. Su condición atemporal ha quedado manifiesta al tratar el culto a las apariencias imperante tanto en la España aurisecular como en la sociedad de hoy en día.

Lourdes Justo Adán

Maestra especialista en Educación Infantil, en Educación Primaria y en Pedagogía Terapéutica.

Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Orientadora Escolar.

Escritora.

Coach de víctimas de maltrato psicológico.

Docente desde hace casi treinta años.


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