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El Flautista de Hamelín y el carisma | Por Lourdes Justo Adán.

El Flautista de Hamelín y el carisma | Por Lourdes Justo Adán.

Hay gente que domina tanto el arte de la manipulación que podría competir con el mismísimo Flautista de Hamelín. Con su carisma consigue atraerte y envolverte de tal manera que, cuando te das cuenta, ¡Voilà!, estás en trance bailando al compás de su melodía.

Él no era simplemente un músico, también un estratega que utilizaba sus composiciones para fascinar a las masas. La flauta, una metáfora de su gran fuerza gravitacional, era su herramienta de control.

Pero ¿qué sucede cuando el flautista no es un protagonista de cuento, sino alguien que se esconde entre nosotros?

Aunque no te hayas percatado aún, según las probabilidades estadísticas, coincides a diario con algún individuo de tu entorno más próximo (familia, trabajo, vecinos…) que, como el flautista, posee un superpoder, una combinación de persuasión con elocuencia e imagen de autoridad, éxito o poder… Sin embargo, lamentablemente suelen emplearlo para su beneficio, camuflados tras el fascinante sonido de su instrumento mágico.

Sin duda, hechizar así es un don especial, una formidable aptitud para diseñar un laberinto de espejos donde cada refracción es una mentira creada para despistar, un tablero de ajedrez donde las piezas no saben que están siendo ubicadas en una posición estratégica, un teatrillo de marionetas manejadas por filamentos intangibles…

El sonido de la flauta es hipnótico. Las ratas, cautivadas por él, siguen al flautista ciegamente, sin cuestionar sus intenciones. Ajenas al peligro, no se percatan de que están siendo conducidas por alguien que previamente ha escaneado sus debilidades. Aunque incautas, no siempre son víctimas pasivas, también actúan con cierta ambición: la posibilidad de satisfacer una carencia o, tal vez, colmar algún vacío. En su afán de más o de mejor, ignoran las señales de advertencia, las llamadas banderas rojas, confiando en que el manipulador va a cumplir sus aspiraciones.  Rara vez ocurrirá, pero la esperanza las convierte en presas fáciles. Por razones como esta, considero poco recomendable que nuestro crecimiento personal dependa de los demás; que no confiemos lo suficiente en el potencial que tenemos; suponer que otros resolverán nuestros problemas o esperar la aprobación externa para sentirnos valiosos. La verdadera independencia radica en no albergar ninguna expectativa en los demás, lo cual permite tomar las riendas de tu propia felicidad. Esto contrasta con los manipuladores, quienes dependen de otros para conseguir lo que anhelan.

Y es que este peculiar tipo de líderes no brindan nada sustancial a sus adeptos, salvo las calibradas migajas, incentivos o coba fina que dosifican para mantenerlos enganchados. Lejos de eso, los terminan depredando sin preocuparse por las secuelas que puedan causarles tras sucumbir a su arsenal de sutiles y engañosas maniobras. 

Muy al contrario. Como si fuesen deidades ancestrales, a menudo requieren ofrendas en forma de concesiones, información, tiempo, lisonjas… Tributos para ganar su favor, que, en realidad, se convierten en otra técnica de control, pues le otorga más poder sobre la conducta y las decisiones ajenas. En casos así, urge tomar conciencia y establecer límites saludables. 

Llegados a este punto, es un imperativo reconocer esas partituras seductoras para evitar caer en la perdición, como ocurrió con las ratas, consideradas por ellos como seres de poco talento, que, incapaces de actuar por sí mismas, se mimetizan con la colectividad. Precisamente por eso es consciente de que puede reclutarlas: conoce sus vulnerabilidades.

En cambio, quien tiene la voluntad firme y es inmune a esos trucos representa al dragón que debe ser derrotado. Por consiguiente, refinará sus actuaciones y recurrirá a tácticas indirectas como la difamación, el aislamiento, el gaslighting, la desinformación, el ninguneo, la estigmatización, la marginación y otros mecanismos encaminados a modificar el entorno de la víctima. Para este trabajo sucio utiliza a sus incondicionales, a cambio de una sonrisa o, sencillamente, la inclusión superficial en su grupo.

Hay ámbitos más fértiles para la dominación, lugares de conformidad donde se valora la unanimidad por encima de la divergencia. Por consiguiente, alerta: piensa críticamente antes de secundar a otros y cuestiona la información que recibes. Puede llegarte distorsionada.

La influencia persuasiva se puede describir como una especie de potente artilugio que tiene la capacidad de moldear percepciones y comportamientos. Sin embargo, como cualquier herramienta, puede ser utilizada tanto para el bien como para el mal. Su uso positivo fomenta la cooperación, el entendimiento, resuelve desacuerdos e inspira cambios. Por el contrario, su mal uso es dañino pues sirve para engañar, desacreditar, generar inseguridades y explotar el miedo de la gente. Todo esto subraya la relevancia de mantener la integridad en nuestras interacciones: ser honesto, transparente y respetuoso con los demás.

El Flautista de Hamelin es más que un mero relato recopilado por los hermanos Grimm. Se dice que las raíces de esta leyenda se hallan en plena Edad Media, en un pueblecito de Alemania a orillas del río Weser. En cualquier caso, ilustra perfectamente cómo esta miscelánea de tácticas puede tener doble faz: por una parte, el músico la emplea para resolver una situación, pero también como instrumento de venganza cuando se siente desatendido y no sabe resolver los problemas convenientemente.

Y es que la manipulación no es buena per se. Al igual que cualquier otra arma, puede causar mucho daño, dependiendo de quién la empuñe.

……..

Lourdes Justo Adán

Especialista en Educación Infantil, en Educación Primaria y en Pedagogía Terapéutica. 

Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Orientadora Escolar.

Docente.

Escritora. 

Columnista. 

Coach de víctimas de maltrato psicológico.

https://lourdesjustoadan.blogspot.com

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