Acerca de los bulos, la desinformación y la infoxicación (2) | Por Enrico María Rende
Siempre he opinado que no hay clase más perversa que la de los políticos; bien, ahora creo que hay una excepción, y son los metaperiodistas. Son lo peor que ha dado nuestra civilización. Lo creo en serio. Porque si Nelson Mandela dijo que “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, yo acuñaría el otro lado de la moneda alegando que la desinformación lo es también, pero para dañarlo. Y si de Albert Einstein es la otra cita que dice “La educación no es el aprendizaje de hechos, sino el entrenamiento de la mente para pensar”, entonces yo añadiría que la infoxicación lo es también, pero para dejar de hacerlo. Quiero con estas líneas denunciar abierta y expresamente a tantos y tantos Youtuberos, tuiteros y demás expertos en la propagación de noticias en las redes sociales –supongo que se los podría denominar metaperiodistas– que logran expandir mentiras, bulos y desinformación indiscriminadamente a millones de personas. Propongo, para empezar, estas simples recomendaciones:
- Si el lenguaje que usa es poco erudito, no confíes en el mensaje.
- Si la crítica se centra en juicios de valor, no confíes en el mensaje.
- Si el argumento principal consiste en acusar al contrario, no confíes en el mensaje.
- Si el discurso parte del odio o lo tiene como trasfondo, no confíes en el mensaje.
- Si el mensaje se sirve del insulto, deséchalo.
La desinformación genera infoxicación. La infoxicación es una intoxicación de la mente humana producida por información falsa, la rumorología y, sobre todo, la gugolesia (que es como me gusta llamar a la técnica de obtener todos los datos de Google, pero sin contrastar las fuentes porque se descansa en la idea de que es el propio buscador la fuente de máxima fiabilidad). La información veraz, por el contrario, no puede intoxicar, solo la desinformación puede intoxicar.
La información veraz puede polarizar, pero siempre encontrará partes del opuesto con los que comulgar, como se ve en el símbolo taoísta del yin-yang.
La desinformación, por el contrario, polariza sin dejar posibilidad a un entendimiento entre las partes, creando una oposición entre el hemisferio blanco y el hemisferio negro que se verán separados por una gruesa línea roja o azul o verde o morada o naranja…
La desinformación puede existir solo en tanto en cuanto haya medios para difundirla y una predisposición por parte del individuo para aceptarla.
Los medios hoy en día existen. Son las redes sociales. La predisposición siempre ha existido: es lo que yo he dado en llamar la lógica intuitiva o logintiva.
La lógica intuitiva es aquella forma de razonar basada en lo que resulta más favorable para los cánones aceptados por un individuo y que se ajuste más a su sistema de valores. La frase la realidad siempre supera la ficción refleja el fenómeno de la lógica intuitiva ya que viene a decir que es más fácil creer la ficción que creer los hechos reales.
Más próxima a la superstición, la logintiva no recurre a la experimentación y desconfía de la comprobación de los datos; de hecho, desprecia las evidencias probadas y acusa a quienes recurren a ellas (la ciencia es, por ello, la que suele estar en el centro de la diana de todas sus acusaciones conspirativas) de amañarlas deliberadamente en beneficio propio que, casi siempre, es considerado un propósito maligno —la logintiva razona en términos de bien y mal, que toma como valores absolutos e indiscutibles. Sin embargo, la logintiva presume de razonamientos muy complejos e intrincados, a veces tanto que pueden llegar a confundir a sus propios razonadores. No duda en nutrirse, siempre a conveniencia, de los datos aportados precisamente por aquellos que desprecia, proclamándose como la única legitimada para interpretarlos correctamente.
La logintiva es el fenómeno mental más común de nuestro tiempo, y le deben su éxito y popularidad tanto presentadores de programas de alienígenas y civilizaciones pasadas súper desarrolladas como periodistas de teorías de políticas conspiratorias.
La logintiva supone una verdadera amenaza para las sociedades más desarrolladas, pues es en ellas donde la libertad de expresión les sirve de balón de oxígeno. A la vez, la falta de responsabilidad penal para los desinformadores e infoxicadores les deja vía libre para aprovecharse de la logintiva de su público.
Pocas cosas han sido más dañinas para la sociedad que la profesionalización de las técnicas de venta, cuando se empezaron a pagar cantidades astronómicas a equipos humanos cuyo solo y único cometido era el de diseñar estrategias para la comercialización y venta de un producto con total independencia de su calidad o funcionalidad. Los grandes publicistas pueden presumir de ser capaces de venderle hielo a un esquimal —incluso cuando ese hielo es tóxico, o ni siquiera existe. No obstante, este poder destructivo está siendo superado por la infoxicación.
La infoxicación no solo llega a millones de personas como el anuncio mejor pagado, sino que lo hace de una manera prácticamente instantánea: una leyenda de desinformación puede golpear a miles de millones de personas en tan solo unos pocos segundos en todo el mundo. Pero, además, a diferencia de las técnicas de marketing que solo tienen el poder de hacer que un anuncio se replique a sí mismo, la leyenda de desinformación, debido a la logintiva, experimenta el fenómeno de bola de nieve en cuestión de minutos. En pocas horas, el proceso de infoxicación es prácticamente imposible de deshacerse. Y mientras la leyenda de desinformación sea algo anecdótico, el proceso de infoxicación solo daña el conocimiento de los infoxicados; pero también puede llegar a golpear con tal fuerza como una avalancha. En los últimos años la hemos visto destruir candidaturas presidenciales, dar la victoria en campañas electorales a posturas fraudulentas, girar las tornas de referéndums a favor de la mentira, y hasta culminar en asaltos a mano armada a restaurantes insensatamente calumniados. La infoxicación ha destruido países enteros en lo que llevamos de siglo XXI.
Los partidos políticos han sido los primeros en saber aprovecharse de la infoxicación. Emplean las estrategias de la desinformación para conseguir polarizar, desacreditar y desestabilizar al oponente. Es la aplicación más cruda y psicológicamente violenta del lema el fin justifica los medios.
Esto, en el largo plazo, producirá un fallo del propio sistema democrático y redundará en el resurgimiento de regímenes dictatoriales, figuras despóticas y tiranos.
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