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La poesía: Robe, Arturo, Ortega y la cebolla. | Por Juan Expósito

La poesía: Robe, Arturo, Ortega y la cebolla. | Por Juan Expósito

¿Qué es poesía? Dices mientras clavas

 en mi pupila tu pupila azul.

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?

 Poesía… eres tú.

         Dice el amigo Bécquer, que de esto sabe, parece ser.

         Según la RAE Poesía es: “Manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa.” Pero en la sexta acepción dice: “Idealidad, lirismo, cualidad que suscita un sentimiento hondo de belleza, manifiesta o no por medio del lenguaje.” Y digo yo, que igual vale una acepción que otra, pero solo nos vale la de la primera, parece ser. Nos han enseñado que poesía es Bécquer y poco más.

         Por eso poesía es mucho más que un poema de los que enseñan en la escuela. Pero siempre he pensado que deberíamos de ampliar el concepto de poesía a más cosas y, ojo, para los que me leen, que seguramente me contradiga con el artículo anterior… y es posible pero, oye, es lo que tiene lo de opinar y, como decían los presocráticos: la contradicción es positiva. Supongo.  

         Poesía es Juan Carlos Ortega. Cada programa es un verso, cada gag es una caricia y su manera de hacer radio, es poesía.

         Poesía es un riff de guitarra que te eriza la piel. Una luz entre las ramas del parque de El Capricho, en Madrid. Una cerveza con aceitunas en la Plaza de Santa Ana con unos músicos tocando a la cítara la banda sonora de El tercer hombre, a veinte metros.

         Poesía es la dehesa de la carretera de Olivenza, una garganta de río en Cuacos de Yuste, apoyar los brazos en la barandilla de Cabo de Peñas y ver como se forma la espuma del mar como si fuesen nubes de la vida. Poesía es sentarse en una roca de Peñalara y comer una tortilla de patatas. Poesía es mirar a tu hijo tocar el piano y confundir el Si con el Do. Y creer que es Ludovico Einaudi.

         Poesía es la mano de Enzo Staiola agarrando a Lamberto Maggioriani al final de Ladrón de bicicletas. Escuchar a Andrés Lewin en el coche camino a ningún lugar. Pasear por la Gran Vía bajo la lluvia, mirando las estrellas de neón e imaginando las estrellas de verdad. Poesía es el bacalao de Casa Labra. Ver las Perseidas y acordarte de alguien. Poesía es acordarte de tu padre.

         Poesía es el guasap de madrugada que te hace sonreír. El chiste de Raúl Cimas: “me han echado del trabajo. Trabajaba en una funeraria y no entendieron el chiste del ventrílocuo”.

         Poesía es un programa de BSO, de Emilio Aragón. Poesía es un poema sin acabar. Poesía es ver a Robert de Niro saltando por los tejados de Little Italy o a Walter White confesando que dejó morir a la novia de Jesse Pinkman. Poesía es una frase final de un cuento de Benedetti. Poesía es descubrir Extremadura.

         Poesía es ver la Laguna Negra y tomar unos torreznos por Soria. Poesía es conducir hasta Aluche y ver cómo ella sale de mi coche… y al rato pongo Amo tanto la vida, de Ismael Serrano y llorar con lo de “que no haya más despedidas, que no eres Ilsa Lazlo ni yo Rick Blaine, ni yo soy tan idiota. No te dejaría ir con él…”; Poesía es saber que siempre lloro con esa parte, incluso antes de que suene.

         Poesía es bailar bajo la lluvia. Un tren que pierdes. Recordar cuando mi padre nos llevaba a Barajas a ver aviones despegar. La pareidolia. Un tomate de Miajadas. Pasear por Nazaré, en Portugal, oliendo a sardinas y viendo ancianas con un pañuelo negro en la cabeza mientras un gato te mira y escapa al acercarte. Un manto de olivares en la mirada por Jaén. La tortilla de tu madre. Tu madre.

         Poesía es la frase “Charo, me hubiera pegado con todos por ti”, de Quique González. Los abismos cotidianos, de Diego Vasallo (el que creo que es el mejor letrista de este país). Norma Desmond bajando por las escaleras. Un concierto de Sabina. Sabina. Un niño que llora porque pierde su muñeco. Tu hija viendo contigo una peli clásica que no entiende, pero entenderá. Poesía es mi hija.

         Poesía es escuchar La ley innata, de Extremoduro, mientras la convences de que eso es poesía. La canción Si te vas. Eso es poesía: “Te regalo una piedra, recuerdo de la tierra”. Poesía es Patri, regalándome una piedra.

         Poesía es un amanecer teniendo insomnio. Una luz encendida en medio de la noche. Tocar a la guitarra el Porque te vas, la de Jannette (que es de Perales), mientras cantan Cristina, Elena y Ángel en tu salón. Un tequila de José Cuervo, con la sal y el limón que saca Cristi en algún momento.

         Poesía es la tristeza de los juzgados de Plaza de Castilla. Creer que a tu hija se le olvidó decirte “te quiero” en la última llamada y que tu hijo descubre que su papá no es un superhéroe. Poesía es mi hijo.

         Poesía es saborear los arreglos de Juan Carlos Calderón en el Españolito, de Serrat.

         Poesía es escuchar un Aquí hay dragones, en Ivoox, por el Parque de las Cruces, frente a la grada tricolor (rojo, amarillo y morado). Poesía es escuchar a Rodrigo Cortés hablando de Juan Antonio Canta. Ver emocionarse a una alumna de teatro en un ensayo de Yerma. Poesía es La belleza, de Aute. Poesía es el jamón ibérico. Leer un artículo de Elvira Lindo en una terraza de Lavapiés. La luna, cuando está grande, inmensa, desde el parque de San Isidro.

         Poesía es la melancolía. Enrique Urquijo cantando el Para vivir, de Pablo Milanés. Poesía es darte la vuelta en la cama y decirle “te amo” y que ella diga “me has despertado” y tú respondas “pero mañana es domingo”. Poesía es que te responda “yo también te amo”, y volverse a dormir. Poesía es un aplauso al final de una obra de teatro.

         Poesía es andar toda la noche por el barrio de Pigalle, perdido. Y llorar porque todo lo que se puede hacer por París, cuando se está perdido, es llorar. Poesía es Taberneros, de Nacho Vegas y oír de madrugada “si hoy amaneces y los pies te están doliendo es porque estuviste toda la noche caminando por mis sueños”, y echarla de menos hasta que te crujan los dientes.

         Poesía es Daniel Day-Lewis en Pozos de ambición, Ricardo Darín en un portero automático declarándose a Natalia Verbeke, Fernando Fernán Gómez diciendo “esto del cine es una mierda”, Sofía Loren elevando una piedra en Dos mujeres o Alfredo Landa haciendo de perro en Los santos inocentes. Poesía es ver a un alumno llorar en una escena que escribiste tú.

         Poesía es apoyar mi cabeza en su vientre mientras la lluvia golpea la ventana con la furia de lo ajeno. Poesía es un Ribera del Guadiana con ella y una vela y Chet Baker de fondo. Poesía es La Barceloneta en tus pies y preguntar por Whatsapp, a mi amigo Alberto de la Viuda, dónde puedo encontrar la melancolía por Barcelona que no sea el barrio gótico.

         Poesía es Faemino y Cansado en la Live de Carabanchel. Recordar a Martes y trece en tus viejas nocheviejas. Poesía es Luis García Montero recordando a Almudena Grandes. Poesía es el recuerdo de lo que nunca pasará. El instante de lo nunca sucedió. La llama de la vela que está mojada. La caricia que añoro. El Frente a frente, de Bunbury y Tulsa. Las lágrimas sobre el teclado de tu ordenador.

         Poesía es Arturo González Campos. Su frase perfecta. Levantarme de la cama, sigiloso, para reírme sin molestar. Sus podcasts. Decirle a su ídolo José Luis Perales, mientras estaban cantando juntos, la frase: “José Luis, déjame cantar lo de José Luis”. Eso es poesía, amigui.

         ¡Tantas cosas que son poesía! La canción Eso que tú me das, con la que nos dejó Pau Donés, el gol de Maradona contra Inglaterra en el 86, el abrazo de ese amigo que hace tiempo que no ves, el encontrar el último verso que no vale para nada, la escena de Antonio Ferrandis y José Bódalo en la escena de Volver a empezar, de Garci, donde hablan del Sporting, se tira la carta del médico al fuego y suena el Canon de Pachelbel. La llamada que no esperas. El beso inesperado. A ella esperando a que cocines un bacalao dorado… y a ella cortando una cebolla.

         Las Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández, que escribió después de que su mujer le dijese, por carta, que solo tenían para comer pan y cebolla y que con eso tenía que amamantar a su bebé.

         Así que poesía es desde Robe Iniesta hasta una cebolla. Pasando por Ortega y Arturo González Campos. Eso es poesía, para mí… Por ejemplo.

         Detectad la poesía. La otra, la que no nos enseñaron. Es hermoso.

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