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No te fíes de las apariencias | Por Lourdes Justo Adán

No te fíes de las apariencias | Por Lourdes Justo Adán

Os voy a contar un secreto. De niña leí un cuento que abordaba un tema profundo: El patito feo, de Hans Christian Andersen. Como sabréis, es la historia de un patito de aspecto desgarbado y gris que ocultaba una belleza que su entorno tardaría en reconocer. El animalito sufría mucho, y yo con él.

Cada rechazo, cada burla que él padecía, me sobrecogía. Veía en él la inocencia perdida, la soledad, el dolor de ser diferente en una sociedad que penaliza eso. A pesar de su corta existencia, ya estaba harto de soportar el lenguaje no verbal tan vejatorio de los demás. Era un alma noble que el vil mundo dirigido por el narcisismo no estaba capacitado para entender. Una joya cuyo resplandor nadie era capaz de percibir. Cada paso que daba lo llevaba más lejos de la aceptación en su grupo. Cada intento de encajar en él solo servía para acentuar su diferencia… Era un barquito solitario navegando contra la corriente.

A lo largo de mi infancia logré forjar una sensibilidad inusual, una especie de llave maestra para descodificar emociones que no todo el mundo poseía y que me hacía sentir distinta. Así las cosas, la unicidad del ánade era un espejo de la mía. Quizá por eso me maravillaba su lucha, su fortaleza, su falta de resignación… Finalmente, su triunfo fue un alivio para mi herida sangrante. Pero no lo cuento. Como siempre, invito a leerlo. 

Sigue habiendo en mí algo que me impulsa a desear finales justos o, al menos, aceptables, a confiar en un sol después de la tormenta, una luz al final del túnel. Y bueno, para el personaje, esa historia terminó ahí, pero la mía no hizo más que empezar.

No encajar en un entorno podrido se convierte en un consuelo, un reconfortante alegato que justifica trazar un camino propio. Este sentimiento puede ser preocupante para quienes desean controlar a los demás y no pueden, pero para otros, es una caudalosa fuente de libertad, resiliencia y creatividad. Pueden crecer en plenitud ignorando críticas o restricciones.

… Porque la singularidad es lo que nos hace exclusivos. No veo nada de especial en esos individuos que actúan y piensan igual -si es que piensan- llevados por el pernicioso fenómeno del mimetismo que les hace perder su criterio en pos de convenciones sociales e intereses de dudosa integridad.

Aceptar la propia identidad es una de las mejores cosas que se pueden aprender de esta historia. La segunda es la capacidad de superación, y la tercera, luchar para encontrar nuestro hueco en el mundo, y si ese lugar a medida no existe, no debemos sentirnos limitados por las celdillas uniformes que ya existen.  Tenemos el derecho inalienable de crear un espacio particular, definido por nuestros valores y expectativas, inmune a los prejuicios y al rechazo. Un cálido amparo que nos permita crecer, sentirnos a gusto, donde podamos ser auténticos. Lograr esto es una verdadera victoria.

La belleza viene de dentro y no es reconocida de inmediato por cualquiera. Solo ojos sensibles pueden percibirla. Solo almas valerosas pueden conquistarla. Esto, sin duda, se convierte en una criba fantástica. ¿Para qué rodearse de personas que no te aprecian? No tiene sentido mantenerlas cerca. Escollos que te impiden desplegarte, ídolos de barro que tenderán a excluirte si no te doblegas. Regálales tu indiferencia. 

Ten siempre presente que tu valor no está determinado por lo que opinen de ti. Recuerda que el patito feo no se convirtió en un cisne: siempre lo fue.  El maltrato de sus compañeros era un miasma venenoso que se cernía sobre él, intentando que no desarrollase su verdadera identidad y valía. Apartarse de nubes espesas permite respirar aire limpio y aclarar los ojos del corazón. Nuestro protagonista lo entendió, se alejó -con no poca dificultad, pues tuvo que atravesar territorios adversos- y comenzó el gran despertar de su verdadero yo. No era su apariencia, era su esencia. No era un defecto, era una virtud. No era feo, era diferente… Poco a poco, el animalito asumió que no tenía obligación de esforzarse para agradar, ni siquiera para encajar, pues su valor nadie se lo puede arrebatar. Fue de esta manera que se reveló como cisne y también como él mismo.

Cualquiera puede experimentar una renovación similar. Tal vez por eso, la elección del nombre genérico “patito” no es un mero azar, sino un afán intencionado de universalidad. Siendo así, se pone el foco en la metamorfosis más que en el individuo. Suposiciones aparte, lo seguro es que, si bien en el cuento el cambio es casi inexorable, en la vida real, las personas comunes tenemos que esforzarnos activamente para mejorar.

Lógicamente, tras marcharse, optó por evitar a quien lo trató mal, dejando atrás el pasado y a quien le causó dolor. No es un acto de venganza, sino de autoconservación. Como era lógico, el cisne eligió rodearse de compañeros afines.

En conclusión, esta historia es una poderosa metáfora de la vida, la autoaceptación, la transformación personal y la búsqueda de identidad. Nos enseña que no importa cuán “feos” nos quieran hacer sentir. Ni caso. Debemos querernos y centrarnos en cultivar el cisne que casi todos llevamos dentro, para construir la mejor versión de nosotros mismos.

……..

Lourdes Justo Adán

Especialista en Educación Infantil, en Educación Primaria y en Pedagogía Terapéutica. 

Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Orientadora Escolar.

Docente.

Escritora. 

Columnista. 

Coach de víctimas de maltrato psicológico.

https://lourdesjustoadan.blogspot.com

Lourdes Justo Adán

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Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.

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Escritora. 

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Coach de víctimas de maltrato psicológico.

https://lourdesjustoadan.blogspot.com

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Lourdes Justo Adán

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Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Orientadora Escolar.

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https://lourdesjustoadan.blogspot.com

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https://lourdesjustoadan.blogspot.com


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