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Tres razones por las que leer literatura escrita por mujeres | Por Lucía Rodríguez Hermida

Tres razones por las que leer literatura escrita por mujeres | Por Lucía Rodríguez Hermida

No es descabellado señalar que la literatura ha estado dominada por voces masculinas, mientras que las voces femeninas han sido silenciadas e infravaloradas. Nadie niega la existencia de escritoras de éxito, pero ¿cuál es su relevancia frente al resto de escritores clásicos y consagrados? La literatura escrita por mujeres ha sido y es, a menudo, reducida al romance; mero contenido para ser consumido por otras mujeres. Se nos ha hecho creer que es inferior porque no teme ser sensible. Pero, más allá del romance, también tienen muchas otras historias que contar. Nos ofrecen otra perspectiva; la oportunidad de cambiar nuestras estructuras e ideas. 

  1. Lo femenino también es universal.

    Tradicionalmente, el mundo lo han contado los hombres. Las historias y personajes que tienen lugar en sus libros están escritos desde su perspectiva. Los personajes femeninos han sido descritos con una serie de atributos, valores y creencias que ellos consideraban que debía tener una mujer. Esto no significa que un hombre no pueda escribir un buen personaje femenino, complejo, profundo y dotarlo de todos los valores y contradicciones que tenemos los seres humanos (por ejemplo: Nora Helmer de «Casa de muñecas» de Henrik Ibsen y Yerma de Federico García Lorca: ambos personajes enfrentan crisis internas y desafían expectativas sociales), pero no es lo habitual. Una mujer que escribe un personaje femenino puede apartar más fácilmente esos prejuicios, aunque los siga teniendo. Les otorga otros valores que ella sabe que pueden tener, en lugar de darles una visión plana y objetivada, porque seguramente formen parte de su historia personal.

    Como mujeres hemos aprendido a identificar la universalidad en los temas que suelen tratar los autores, como el poder, el liderazgo, la fortaleza, las guerras, el sufrimiento, la vejez… que, sin duda, nos afectan a todos/as. En cambio, para los hombres, todavía es difícil ver lo universal en lo femenino; en los temas asociados a las mujeres: la familia, las emociones, la sensibilidad, las relaciones, la vocación, el amor, la autoestima, la ambición… También son universales y forman parte de la experiencia humana. Esto me lleva al siguiente punto:

    2. Los temas y la manera en que se tratan.

    A lo largo de la Historia se han silenciado esas voces femeninas, entre otros motivos, por la sincera emotividad e intimidad con la que tratan diferentes temas. De lo que no se habla, no existe. 

    Actualmente hemos crecido en sociedades más avanzadas que permiten tener más libertad a la hora de publicar, exponer y ser vistas. Y creo que, cuando una mujer escribe, aún lo hace contra un sistema de creencias y prejuicios profundamente arraigados. De esto surge algo maravilloso y extraño de ver hoy en día (por el ritmo frenético que llevamos), y que se puede leer entre líneas: la honestidad. Esta autenticidad ofrece una conexión emocional profunda y genuina que muchas veces falta en la literatura tradicional. Utilizo como ejemplos tanto el libro como la adaptación cinematográfica de Mujercitas (escrita en 1858 por Louisa May Alcott y la película dirigida por Greta Gerwig). 

    La novela está ambientada en un contexto cuya finalidad es la de enseñar a las jóvenes una moral propia de esa época: ser buenas esposas y amas de casa (Meg March) sin dejar de practicar sus habilidades como la pintura o la música (Amy y Beth March). Mientras que, en la novela, no se trata a las hermanas March con toda la individualidad que, quizá, cabría esperar de la escritora, existe un personaje que rompe con todo eso: Jo March. Quizá la autora compartiese ciertos rasgos o tuviera deseos que sabía que no podría llegar a cumplir en esa sociedad en la que vivía. La película sí la enfoca desde una perspectiva mucho más feminista, sumergiendo a las hermanas March en la lucha por la libertad, la independencia, el amor y todo lo que eso conlleva en la época en la que se ambienta, protagonizada por Jo con frases y monólogos como: “¿Así que la única manera de no ser una mujer casada es ser rica?” o “Las mujeres tienen mente y tienen alma, al igual que corazón. Y tienen ambición y tienen talento, así como belleza. Estoy harta de que las mujeres solo están hechas para el amor. Estoy harta. Pero me siento tan sola…”.

    3. Nos ofrece referentes.

    Es crucial tener referentes y ejemplos a seguir que nos inspiren porque nos impulsan a pensar que también podemos conseguirlo. 

    Como escritora, las primeras veces que escribía algo intentaba que se pareciera a lo que otros autores (hombres) habían escrito, porque pensaba que solo así tendría más calidad. A lo largo de mi historia personal, me he sentido forzada a ser extraordinaria. No “buena” o “muy buena”, sino “excepcional”. Nadie me ha apuntado con una pistola, pero la presión por destacar en algo, siendo mujer, es real. Hay una competitividad silenciosa, pasivo-agresiva e intensa, que te presiona para no ser considerada mediocre. Es decir: no ser tan buena como lo son otros, generalmente hombres. No solo en cuanto a los estándares irreales de belleza, sino también en cuanto a los prejuicios y expectativas sociales: ser “demasiado” ambiciosa; ser exitosa profesionalmente mientras mantienes un hogar impecable en todos los sentidos; por las decisiones personales, intereses… Y esto influye en el reconocimiento: no es raro que se aplauda la mediocridad de un hombre mientras que a una mujer se le exige un rendimiento excepcional para ser considerada igualmente competente.

    Tener referentes mujeres (sobre todo siendo mujer) es, diré, necesario. En la literatura, si además también eres escritora, te ofrecen nuevas perspectivas y voces, tal vez la tuya propia. Esto se aplica en todos los ámbitos personales y profesionales: igual que hablo de autoras, me refiero a astronautas, científicas o ingenieras. No se trata de minimizar a los hombres por el mero hecho de ser hombres, pero tanto como escritores/as y lectores/as como consumidores/as, no está de más cuestionarnos qué leemos y consumimos y por qué de vez en cuando. No solo poniendo el enfoque en las autoras, también en sus nacionalidades, por ejemplo.

    Leer no siempre es un acto tan inocente. Muchas veces, va más allá de interpretar párrafos y sumergirnos en historias y personajes. La lectura, como toda forma de arte, es también un acto político.


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