Parastou forouhar: Rompiendo apariencias | Por Patrizia Gaell

Pocos son los artistas contemporáneos capaces de crear en sus obras un lenguaje lo suficientemente individual y potente como para romper esquemas y llamar al espectador a una reflexión verdaderamente profunda.
Parastou Forouhar es una de ellos. Esta artista iraní conceptual utiliza medios como el dibujo, la fotografía o las secuencias de imágenes animadas por ordenador para crear un lenguaje particular en el que aquello que a priori parece simple va mucho más allá y se convierte, como respuesta a las políticas que han definido a la ciudadanía iraní actual — tanto en el propio país como fuera de él—, en una crítica a la violencia y a la opresión a la que esta es sometida.
Así, en una primera inspección de su obra, destacan los trazos singulares que dan forma a un concepto o figura perfectamente identificable y definida. Sin embargo, en cuanto el espectador afina la vista en un análisis más cercano y profundo, nuevos trazos aparecen y, con ellos, nuevas figuras que multiplican la experiencia sensorial del observador y que le dan a la obra auténtica complejidad.
Tres retratos en blanco y negro es un ejemplo de ello. Se trata de tres piezas donde la artista y activista iraní expone un rostro sencillo en diferentes posiciones: ligeramente inclinado hacia un lado, de perfil… Pero, en una segunda aproximación, estos rostros confluyen entre ellos y acaban conformando, en su conjunto, una silueta anónima. Fijándose uno bien, el contorno de los ojos de esos rostros iniciales, así como su nariz y boca, están formados por docenas de contornos de cuerpos humanos. Son dibujos digitales de figuras negras y blancas. Las negras atan, golpean, estrangulan y asesinan; y, junto a ellas, las blancas, en representación de las víctimas, sufren, agonizan o hasta posiblemente estén muriendo. Todo ello impreso en una colección de escenas de tortura que, como ya es tónica habitual en la trayectoria de la artista, apuntan al abuso y la injusticia del estado iraní para con su pueblo y, en general, a la inhumanidad del mundo: experiencias reales de pérdida, dolor y trauma, tanto propias como ajenas pero siempre intensas, acaban tomando el control de su obra a modo de denuncia y crítica.
Así, Prisión de Kahirizak, otra de sus obras, es una crónica literal de lo ocurrido en el verano del 2009 cuando, durante las manifestaciones del «Movimiento Verde» en Irán, los participantes fueron llevados al centro de detención de Kahrizak para después ser brutalmente torturados durante meses, llegando incluso alguno a morir. La autora no puede dejar de reflejar la crueldad de ese episodio.
Es asimismo destacable su serie de obras El tiempo de las mariposas, donde la interacción de formas y colores atrae la atención del espectador, al igual que lo hacen estos hermosos lepidópteros. Parastou utiliza aquí el símbolo de la mariposa (parwaneh en lengua persa y también nombre de su madre, la cual fue asesinada junto a su padre por motivos políticos en 1998) y pinta en papel, a gran escala, un enjambre que revolotea de forma libre a través de la sala de exposiciones. En las alas de estos bellos insectos, el patrón de violencia se repite: las manchas rojas simulan la sangre derramada. Además, las figuras, atormentadas, están marcadas como objetivos. Cabe mencionar que, en la poesía persa, la mariposa es símbolo de simultaneidad —el hermoso animal que vuela mágicamente atraído por una luz que al final le costará la vida—, concepto este —el de la simultaneidad— que se puede integrar perfectamente en la descripción de la obra de Parastou.
Ganadora de premios como el Sophie von La Roche, la artista ha visto expuesta su obra en grandes galerías como el Instituto de Culturas Islámicas (París), el Centro Cultura de Stavanger (en Noruega), la Galería de Arte Golestán (Teherán), el Museo de Arte Moderno (Frankfurt) o la Casa de las Culturas del Mundo (Berlín), entre muchos otros lugares.
Sin duda, Parastou Forouhan se ha ganado el reconocimiento que tiene por la singularidad de su trabajo. Una artista que confronta temas tan delicados como el desplazamiento, el género o la identidad cultural y que retrata los horrores más atroces que la raza humana es capaz de cometer. Creaciones en principio poéticas, de líneas suaves, agradables a la vista y adornadas con detalles simples y colores vivos que se convierten, a medida que se invierte la atención en ellas, en una realidad completamente distinta donde la autora se expresa suelta y sin censura.
Una artista y activista inigualable, capaz de involucrar a exprofeso la atención del espectador para que éste pueda distinguir, en una imagen global, las infinitas figuras que la componen, tal y como nosotros componemos la imagen del mundo en el que nos ha tocado vivir.
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