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Elecciones, elecciones y elecciones… | Por Francisco José Chaparro

Elecciones, elecciones y elecciones… | Por Francisco José Chaparro

Habiendo terminado recientemente los ciudadanos españoles de elegir a nuestros alcaldes y concejales, cerramos de esa forma, con el sano y democrático ejercicio de votar, la penúltima campaña electoral, que durante dos semanas nos ha sumido en un bombardeo mediático informativo con la propaganda electoral de tal o cual partido.

Los resultados de estas últimas han provocado que de forma inmediata, se ponga en marcha la maquinaria electoral de los partidos para que en un par de meses se celebren, otra vez, elecciones generales, por lo que de nuevo la marea informativa de la propaganda política, se colará en nuestras vidas durante al menos dos nuevas semanas.

En nuestro país, por su estructura constitucional, se articulan mandatos cada cuatro años, lo que provoca que pasado este periodo se deba elegir libre y democráticamente… ¡cuánto se ha echado de menos este hábito en otros periodos no muy lejanos de nuestra historia! … a nuestros representantes, para algunas de las cuatro cámaras a las que se puede aspirar, esto es: concejales en los Ayuntamientos, parlamentarios autonómicos, parlamentarios nacionales y parlamentarios europeos. Cuatro, cuatro son las cámaras representativas a las que hay que enviar representantes con nuestros votos, que cada cuatro años se renuevan y que con una sencilla media, sin perjuicio de que algunas se solapen por así tener otorgadas la competencia para ello, nos sale que cuatro tipos de elecciones, cada cuatro años, da elecciones ¡todos los años!…. y ello si no se nos mete algún referéndum de por medio.

El impulso democrático nacido del último tercio del pasado siglo, en el que se recuperaron libertades que llevaban décadas cercenadas, hizo que se diera una explosión de júbilo, deseos de participar activa y pasivamente en los procesos electorales, implicación, motivación e ilusión; justamente lo que se ha perdido hoy día, por el exceso de comicios electorales y por la sensación de que ir a votar es un mero trámite en el que, sobre todo los más jóvenes, no pierden el tiempo.

Las elecciones son un mundo en sí mismas, es para lo que se han articulado los partidos políticos tal y como se conciben hoy día, generar y trabajar expectativas de votos, vendiendo sus méritos, afeando al rival y tratando de lograr las cuotas de poder que den para vivir a los que se dedican a esto; todo ello con el escudo que da la apariencia ideológica y el programa electoral.

Consecuencia de lo anterior encontramos en cada proceso electoral a líderes políticos cambiando de atuendo, para que con esa imagen en la que me quito la corbata y me pongo la zamarra, tratar de acercarse al votante más humilde, vemos imágenes de grandes mítines, cartelerías, caravanas electorales y anuncios por doquier en medios escritos y audiovisuales. Por último la campaña electoral ya está insertada en las redes sociales, hacer uso de influencers, flashes en webs, encuestas subsumidas en inocentes ofertas comerciales mediante el uso de algoritmos, etc… toda una maquinaria electoral que pretende lograr la conquista del poder, haciendo uso, a veces de fraudes electorales, como los típicos y que visto lo visto, no pasan de moda, compra de votos como ha ocurrido en Murcia o Andalucía o, si queremos el ejemplo más sonado recuerde el lector las elecciones presidenciales norteamericanas que se disputaron Al Gore y George Bush o más recientemente Donald Trump y Joe Biden, donde un puñado de votos decidieron las mismas entre acusaciones cruzadas de fraude.

Completan el universo electoral el acervo de palabras propias de esta quincena de campaña, donde a diario las escuchamos pasando la mayoría de las veces desapercibidas para el oyente y sin que sepamos muchas otras que significan. Así nos llegan términos como sondeos, suelo y techo electoral, circunscripción electoral, interventores y apoderados, barrera electoral, presupuesto de campaña y muchas otras, donde sin duda la estrella de todas es “Ley D´Hondt”, difícil de escribir, de pronunciar correctamente y sobre todo de entender su contenido.

A modo meramente ilustrativo aclararé, que la misma se debe a su creador, el jurista del siglo XIX de origen Belga Victor d´Hont, y que en España es el que se sigue, para mediante la aplicación de promedios, repartir de forma proporcional entre las listas electorales presentadas, el número de escaños disponibles. Hace uso del voto en blanco y beneficia a los grandes partidos que, como los más votados, recogen los restos de aquellos que no han logrado los suficientes votos para lograr algún escaño. Así mismo el hecho de que la circunscripción electoral sea por provincias, hace que cuando un partido de corte netamente autonómico obtiene escaños en su territorio natural, sea capaz de transmitir su influencia a todo el territorio nacional, como ocurre tradicionalmente en España con vascos y catalanes. Es un sistema con carencias y con matices de injusticias, pero que siendo el vigente y aceptado por todos es el que rige, mientras no se cambie.

España es un país con una democracia relativamente joven, en relación con otros países de nuestro entorno, no obstante la misma está plenamente asentada. Participar en los procesos electorales que regula la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, es un privilegio que los más entrados en años saben lo que costó lograrlo. Mal harían las nuevas generaciones en ignorar su valía y la importancia de lo que está en juego cada vez que “toca” ir a votar, pero dicho ello, muchas son las cosas que la administración tiene en su mano para mejorar el sistema electoral que lo haga más transparente (regular mejor el voto por correo, creación de listas abiertas, sistema de doble vuelta, etc…) y más atractivo al ciudadano, para que su implicación en el mismo sea parecido al que vivieron, tuvieron el privilegio de vivir, los primeros votantes españoles allá por el ya lejano 1.979.


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