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La mentira: eterna protagonista | Por Lourdes Justo Adán

La mentira: eterna protagonista | Por Lourdes Justo Adán

Desde su origen en Italia hacia 1883, Las aventuras de Pinocho de Carlo Collodi ha experimentado numerosas modificaciones. Las versiones más populares suavizaron su imagen original tan indisciplinada. Las traducciones variaron los nombres al tiempo que las adaptaciones al cine o al teatro omitían personajes y episodios duros con el fin de hacer la historia más accesible a todas las edades, pero siempre tratando de no alterar el mensaje subyacente.

Según la bibliografía consultada, Carlo Collodi era masón, quizá por eso en su libro enfatiza de forma plausible la importancia de crecer interiormente. Al igual que Pinocho aprende lecciones en su viaje, el autor quería que todos aprendiésemos a ser buenas personas. Asimismo, parece estar influenciado por la cultura alquímica, principalmente por el concepto del «homúnculo», una criatura al que creían poder dotar de vida a partir de la materia inanimada, lo cual encaja perfectamente con Pinocho. Sin embargo, lo que más resalta en la obra es su mensaje moral, que es el que ha tenido un impacto duradero.

Arranca con un carpintero al que llaman Maestro Cereza por su nariz roja. Buscando madera en su taller para hacer una pata de mesa, encontró un tronco que hablaba. Sorprendido, se lo llevó a otro carpintero, su amigo el anciano Geppetto, quien, emocionado, comenzó a tallar una especie de títere al que llamó Pinocho. Este es dotado de vida por un hada. Para convertirse en un niño de carne y hueso, debe demostrar que es valiente, sincero y generoso. Grillo Parlante (sí, Jiminy Cricket en la versión Disney de 1940, Pepito Grillo en países de habla hispana) le ayudará en ese proceso.

A lo largo del cuento, este personaje ignora las advertencias del hada y los consejos del grillo; desobedece a Geppetto y comete un sinfín de tropelías; se enfrenta a numerosas tentaciones y se mete en problemas debido a su desobediencia y su mendacidad. Desafía lances extremos. Al final, aprenderá de sus errores y, para más detalle, lee el libro. Te lo recomiendo. Encontrarás episodios que no te creerías.

La simbología de la obra es rica y variada. Este personaje surge de un leño común, uno de tantos destinados a ser consumidos por el fuego de la chimenea. El hecho de que sea construido en madera puede interpretarse como una metáfora de su naturaleza noble. Es más, que provenga de una pieza tan modesta atestigua que todos, sin importar la cuna, tenemos el potencial de ser extraordinarios. Por ende, es un símbolo de la capacidad de cambio y superación del hombre/mujer.

Que no sea de otro material es significativo. Su falta de conexión emocional nos recuerda que está hecho de palo. La madera puede absorber la humedad del mismo modo que el protagonista absorbió las malas influencias de su entorno. Sin embargo, al ser un excelente aislante eléctrico, logró a la postre repeler los estímulos dañinos y conservar su esencia. La resistencia de la madera le permitió enfrentar las adversidades, y su capacidad para flotar le resultó eficiente en el mar. Su idoneidad para ser tallada en función de las necesidades representa su aptitud para adaptarse a cualquier situación. Simboliza, además, la naturaleza humana basta, sin pulir, pero susceptible de ser cincelada por la vida. Cada golpe de cincel, cada pulido son una alegoría de las duras experiencias que poco a poco van moldeando nuestra mejor versión.

En vez de conciencia tiene al Grillo Parlante, quien personifica esa voz de la razón y la moralidad que intenta orientar al muñeco en su tránsito hacia la madurez. Le da consejos y lo guía por la ruta correcta, pero, como cualquier ser humano en proceso de aprendizaje, a veces se desvía y cede a la tentación de mentir. Cada vez que lo hace, su nariz crece. Esa prolongación es notoria porque es una parte del cuerpo muy visible. Esto refuerza la idea de que las mentiras, aunque puedan permanecer ocultas un tiempo, tarde o temprano afloran, y que, si bien al principio son insignificantes, pueden complicarse y crecer como la nariz de la marioneta. No se pueden ocultar. Este órgano tan prominente del rostro, tampoco. Es un castigo público e inmediato que conforma la lección ética de esta historia. Y ya que la nariz nos imprime identidad, que sufra tal modificación puede hacer referencia a cómo la deshonestidad daña la propia imagen.

Mientras el Grillo Parlante libra la lucha entre el bien y el mal con Pinocho, Geppetto entra en escena como una figura paternal que brinda amor incondicional a este, pues, a pesar de sus diabluras, nunca deja de protegerlo. Su dedicación es un recordatorio de la importancia del amparo familiar en los buenos y malos momentos.

Esta relación entre ambos puede interpretarse desde el prisma de la adopción. Aunque el anciano es su creador, la condición de niño se la otorga el Hada. Entretanto, el viejo artesano vela por él, lo educa y lo quiere incondicionalmente, tal como cualquier padre hace con sus hijos, sean adoptivos o no, demostrando que este vínculo puede trascender los lazos biológicos. Del mismo modo, la historia plasma a la perfección que la familia no se define por la sangre, ni por el género ni por el número de miembros. El apoyo y el cariño son los cimientos más importantes en cualquier relación familiar.

Ciertamente, el engaño es una de las cuestiones centrales desentrañadas en esta historia. Algo tan evidente en el personaje de Pinocho deviene en un espejo de la sociedad. Si bien él transmite una sensación de inocencia, su comportamiento contradice esta fachada. Esta dualidad puede ser equiparada a los individuos hipócritas, los que tienen doble faz. Proyectan una apariencia amigable, pero esconden aviesas intenciones. Algún día la máscara se desprende revelando los propósitos reales. Esto conlleva, por ejemplo, una pérdida de confianza. Por tanto, este relato nos emplaza a reconocer el valor de ser siempre genuinos, algo que Pinocho terminó por aprender. Pero en la sociedad no siempre sucede así, ya que la mentira suele ser un atajo tentador, lamentablemente.

Fabricar realidades es un comportamiento complejo. Está motivado por una gran variedad de factores y puede manifestarse de múltiples maneras. Las personas que incurren en esto de forma irrefrenable tienen tendencia a exhibir ciertos rasgos característicos. A menudo son inseguras y tienen baja autoestima, lo que las impulsa a fantasear para realzar su imagen o captar el interés de los demás. Hablan en exceso para desarrollar su patraña o habla poco por falta de elaboración de la misma. Cuando se les descubre, su primera reacción defensiva es la negación, aferrándose a ella hasta que ya no se sostenga.

Engañar es un indicativo de falta de empatía, ya que no toman en cuenta el daño que infligen. Es particularmente alarmante cuando no resisten el impulso. Esta compulsión puede ser tan fuerte que, incluso a sabiendas de que es probable que les descubran, persisten. Por el contrario, si no son descubiertos, se refuerza esta inclinación y viven en la doblez perpetua. Aun así, conviene recordar que mentir suele traer consecuencias y, a la larga, la verdad emerge… o eso queremos creer.

Hay tantas motivaciones para mentir como mitómanos existen. Conocerlas ayuda a comprender mejor por qué eligen distorsionar la realidad. Algunos sienten predilección por fabular su vida para hacerla parecer más atrayente; otros, lo hacen para ejercer influencia sobre los demás, siendo el enredo una herramienta de manipulación; o por temor a decepcionar; o porque un embuste engendra otro, como un alud, con el fin de encubrirlo; para llamar la atención o ser más aceptados socialmente; con el fin de obtener un beneficio material o inmaterial y, con frecuencia, para manchar la imagen de alguien que el embustero, debido a su propia percepción distorsionada, considera incómodo.

Por consiguiente, en mi opinión, el cuento nos exhorta a la reflexión. Tengamos presente que la verdad puede ser difícil de enfrentar, pero es preferible hacerlo a llevar una vida falsa. Es un pilar fundamental en todos los ámbitos. Siendo honestos, nos liberamos de la pesada carga de mantener las apariencias.

Creo que la verdad es música que fluye límpida y armoniosa. La mentira es un ruido caótico y discordante. Así pues, esforcémonos por vivir creando una melodía de vida afinada. Esa que no solo interpretamos para el mundo, sino también para que su eco resuene suavemente en el interior de cada uno. Queramos o no, tiene un valor intrínseco. Siempre está ahí, firme y majestuosa. Demuestra respeto hacia los demás, pero, sobre todo, hacia nosotros mismos. Es una virtud que nos dota de credibilidad y mantiene pulcra nuestra conciencia. La autenticidad, pequeña Sara, gran lectora y proponente de este tema, genera una luz tan intensa que no todo el mundo puede resistir. Por todo esto y más, ser auténticos no es una opción. Es una responsabilidad.

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Lourdes Justo Adán

Maestra especialista en Educación Infantil, en Educación Primaria y en Pedagogía Terapéutica.

Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Orientadora Escolar.

Docente.

Escritora.

Columnista.

Coach de víctimas de maltrato psicológico.


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