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«Inspiración» | Por Josep Segui Dolz

«Inspiración» | Por Josep Segui Dolz

Foto: Chica de espaldas caminando con vestido rojo. Producción propia. Brno, República Checa, junio de 2019.


Creo que he dicho en alguna que otra ocasión que no sé lo que es la inspiración. Pero haberla, hayla (como las meigas gallegas).

En su lugar suelo referirme a los seres de otros mundos (que también llamo «duendes» a secas; ver, por ejemplo, https://elescritor.es/opinion/los-duendes-de-la-literatura-por-josep-segui-dolz y https://youtu.be/Vavz3k4ZTuI) que, en muchas ocasiones se podrían confundir eso, con la inspiración aunque no son exactamente lo mismo. Creo.

La cosa es que los duendes solo están presentes un rato cada día —pocas horas antes del amanecer— y la inspiración (sea lo que sea) está siempre ahí al acecho, haciéndose incluso un poco paliza a veces. Pero, va venga, veamos el lado positivo. O sea que digamos que que esté siempre ahí es algo «bueno». De hecho, en más de una ocasión nos quejamos amargamente de que la inspiración nos ha abandonado y cosas así. De manera que ¡celebremos que ella está siempre, siempre, siempre ahí, a nuestro alrededor! Eso es fenomenal, ¿verdad?

Por ejemplo, fíjate en la foto con que ilustro este artículo.

Antes quiero hacer una advertencia: que nadie vea, por favor, en el hecho de que la protagonista de la imagen sea una chica ningún tipo de sexismo ni nada por el estilo. Podría perfectamente ser un chico o un unicornio, ningún problema.

La cuestión es que la chica y su contexto me inspiraron un montón en ese momento, me emocionaron y generaron un aluvión de ideas algunas de las cuales ya han ido al papel (con ayuda de los duendes) y otras lo harán antes o después. ¡Quién me iba a decir a mí que el instante reflejado en una simple foto tomada casualmente con mi móvil (o celular) durante una de mis derivas urbanas fotográficas sin orden ni concierto (en esta ocasión por la bonita ciudad de Brno) me iba a inspirar mogollón! Sí, ella parece tener un lindo culo, unas bonitas piernas y un cabello más que acariciable. Pero no, no fue eso lo que me llevó a hacer la fotografía; en esos momentos no estaba buscando motivación de tipo sexual ni mucho menos, aunque esta, como la inspiración, siempre suele estar rondando por ahí queramos que no. La cuestión, repito, es que hay una chica con un vestido rojo paseando por el centro de una ciudad europea. ¿Y? ¿Eso ya es inspirador? Pues sí. Bueno, en verdad puede serlo o puede no serlo, lo reconozco.

Mas, claro, hay mucho más a lo que ya me he referido: el contexto. Fíjate en el hombre reflejado en el escaparate a la izquierda. O en el que está un poco más adelante parece que mirándola. Fíjate también en mí mismo apretando la correspondiente tecla del móvil (o celular). Y en todo lo demás. Cuantas cosas, ¿no? ¡Tantas historias!

Sí: cada cosa, cada proceso, cada persona tiene una historia (o miles) y todas y todos las interpretamos dotándolas de significado aunque este no sea siempre patente o cierto; eso es lo de menos: todo lo que se escribe es siempre cierto, perdón por repetir la palabra.

La chica lleva dos quilos de cocaína pura en el bolso azul; blanca que le acaba de robar a su amante. Por eso camina con la cabeza baja: siente remordimientos por lo que ha hecho y también pena porque sabe que él no le perdonará nunca tremendo desfalco. Aún no se ha dado cuenta porque sigue durmiendo tras los dos intensos polvos que han pegado esta pasada noche. Cuando se despierte y se percate del robo…

El hombre del fondo (el de azul) es amigo del amante y sospecha de lo que la chica acaba de hacer. Cuando llegue a su altura le pegará una buena hostia y le quitará el bolso para devolvérselo a su legítimo propietario con quien tiene una alianza mafiosa. Pero el señor reflejado en el cristal no está ahí por casualidad (el del fondo del todo, el de blanco, sí; ese solo pasaba por la calle y ya). Él también sabe lo ocurrido. El de azul en el cristal. Lleva días siguiendo a la chica porque es miembro de una banda enemiga de la del amante y sabe que este es el modus operandi de la mujer: follarse a los traficantes, dejarlos hechos polvo con sus artes sexuales y robarles la mercancía con la que traficará adecuadamente a los más altos niveles, incluyendo los policiales que son todos corruptos y los principales distribuidores de coca en la ciudad. ¿Qué hará? ¿La defenderá cuando el otro la ahostie? ¿Le robará antes a su vez el bolso?

¿Sabes lo que sigue a continuación? Yo tampoco. Y, la verdad, no me importa demasiado.

Seamos sinceros: ella, en realidad, es una buena esposa y madre de familia que vuelve del mercado de hacer la compra para agasajar a su esposo y a sus hijos; hoy es sábado y va a preparar una buena paella acompañada por una ensalada de tomate y unos boquerones en vinagre de aperitivo. Y todo regado con cerveza y vino tinto de reserva para beber y achisparse un poco. Ella y su esposo; los niños no, que aún son menores de edad y no pueden beber alcohol.

Sí, a pesar de lo joven que es ya tiene tres hijos; la mayor de diecisiete años.

Son una familia normal y corriente con sus más y sus menos, como todas. No hay nada especial, nada que nos azote o nos golpee como diría Chuck Palahnaoiuk en Fantasmas (2005, Ed. Debolsillo). Y, si no lo hay, si nada nos duele, corremos el peligro de morir de aburrimiento de acuerdo con el mismo autor.

No pasa nada por eso.

¿Cuál de las dos posibles historias nos puede dar pie a desarrollarla más y a que nuestros lectores no se aburran? ¿La de la chica ladrona o la de la chica esposa y madre? Seguramente la primera, ¿no? Y si hay gusanos en el cráneo o cabezas cortadas de niñas por las calles, mejor. Supongo que ya sabes a qué me refiero… Por si acaso, no copies ninguna de esas dos ideas, que ya están registradas.

Pero: ¿habría otras historias posibles solo en ese breve espacio de tiempo y espacio reales? ¡Miles! ¿A que sí? Sin embargo, desarrollaremos una u otra(s) en función de lo que nuestra inspiración (o, a veces, intuición) nos diga. Seguramente aquella (historia) con la que nos encontremos más a gusto, con la que más nos divirtamos o, tal vez, creamos que más gustará a nuestro editor y a nuestros lectores.

Por cierto, la cara del señor que hay más arriba, en el cartel, y que parece ser Charlot es un extraterrestre maligno venido de más allá de las estrellas para abducir las almas de chicas vestidas de rojo y así alistarlas en su ejército con el que piensan invadir la Tierra en breve… ¿No lo crees? Tú verás…

Bueno, cualquiera de estas historias habría que trabajarla y escribirla mucho más. Pero solo he querido ilustrar aquí cómo la realidad, lo cotidiano, nos puede llevar a lo imaginario que no, no siempre es irreal ni mucho menos. Y lo ilustro con esa foto porque quiero. Pero lo que nos está inspirando es la situación en sí, no la imagen. De lo de las fotos seguramente escribiré otra cosa la semana que viene o un poco más adelante.

Lo cotidiano, lo que está afuera (y todo lo está) es lo que nos inspira a muchas y a muchos. No a todas y a todos; esto que acabo de decir no es una ley universal. Y es que hay mucha gente creyendo que la inspiración se lleva adentro, que quien escribe lo hace para dar a conocer de manera pública su interior. No es mi caso aunque, eso sí, respeto absolutamente cualquier opinión, experiencia, o creencia al respecto.

Pasear, sea por una ciudad conocida o no (lo de menos) es en mi opinión una forma de encontrar esa inspiración que está por todos lados. No es preciso hacer fotos; eso es cosa mía, que me encanta derivar urbana y fotográficamente así, sin ton ni son. Y tampoco lo es tomar notas. Yo soy de los que no lo hacen (casi) nunca. Y con esto tampoco quiero sentar cátedra, ¿eh? Tomar notas se me hace engorroso, pesado, inútil y hasta me parece que construye como una muralla para eso, para la inspiración. Yo creo que las ideas (por llamarlas así y entendernos) si tienen que volver, volverán. No hay problema con eso, ¡son tantas solo así, paseando! Y también leyendo, dialogando con la gente o, incluso, viendo la televisión, especialmente los anuncios publicitarios.

¿Y tú? ¿Cómo encuentras la inspiración?

Josep

https://www.josepseguidolz.info

P.E.: ¡Ay! Alguien me ha pinchado en la espalda con lo que tengo todas mis sospechas que es la punta de una afilada navaja. Espero que no profundice más en la herida haciéndome más daño.

¿Quién será?

Me doy la vuelta y veo que es la hija mayor de la chica, la de diecisiete años.

—¿Qué haces?

—Dame el móvil, hijo de puta.

—¿Qué pasa?

—Me he dado perfecta cuenta de que has fotografiado a mi madre con la coca que acaba de robar a su amante, so cabrón. Y a ninguna de las dos nos conviene que haya pruebas gráficas de nuestra actividad social…


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