El Portugal vaciado | por Francisco José Chaparro Díaz

Especialmente en la última década, llevamos escuchando hablar reiteradamente de <La España Vaciada>, un concepto que todos en mayor o menor medida vamos entendiendo y del que ya se han vertido ríos de tinta. Este autor en concreto, ha dedicado una importante parte de su tiempo y obra a estudiar este fenómeno, a su concreción en Andalucía, pero sin dejar de perder de vista su manifestación a nivel nacional, concibiendo su circunscripción en Andalucía como parte específica de un concepto nacional. (Recomiendo <La Andalucía Vaciada>, Ed. Almuzara, 2.023)
Ahora llega el momento de plantearse si esta realidad, que va más allá de la simple despoblación, pues esta no es más que un aspecto de un fenómeno más complejo, se da también en nuestro país vecino. Con él compartimos la totalidad de su frontera terrestre, compartimos la orografía y compartimos un origen histórico común que nace en la llamada “Reconquista” y que hunde sus raíces históricas comunes en pueblos Iberos Lusitanos, Romanos y Musulmanes.
He tenido la suerte de visitar este país con asiduidad desde que lo hice por primera vez, allá por 1.994. En aquella ocasión, deslumbrado por el brillo que habíamos logrado en España con los cambios vividos en Sevilla, Barcelona y el resto del país, a cuenta de los grandes eventos del 92, a nivel de proyección internacional, infraestructuras y cambio social, llegar a Lisboa, a Setúbal y su entorno, me pareció como entrar en el túnel del tiempo, para retroceder varias décadas de golpe. Lo que encontré entonces fue un entorno urbano decadente, sucio, y estructurado socialmente de tal manera, que lo que transmitía era pobreza y humildad, era la clásica ciudad cargada de historia, que parece que resopla por el peso de la misma y que de ninguna manera podía poner en valor su enorme riqueza monumental, por el costo que ello suponía a todo nivel y la enorme cantidad de cambios de todo tipo que eran necesarios.
Sin entrar en más detalles, observé con agrado el cambio que había dado por fin la ciudad a principios del siglo XXI, tras la Expo de Lisboa de 1.998, por fin una ciudad modernizada, preparada para asumir el turismo con un mínimo de infraestructuras de accesos, de transporte, de alojamiento y hostelería, poniendo en valor los monumentos más importantes de que disponían. A la par, otras zonas del País, tales como por el norte Oporto y Braga, o por el sur, especialmente el Algarbe con sus playas, desarrollaron una política de asunción de turistas, siguiendo una línea parecida a la de España, con la que, repito, tantas cosas comparte.
Desde entonces, raro es el año que no visito a nuestros vecinos del oeste, y tras estudiar tan en detalle el fenómeno de <La España Vaciada>, no he perdido la oportunidad este verano de documentarme para analizar, siquiera superficialmente, si existe o no, el mismo fenómeno del <Portugal Vaciado>.
Cuando hoy, tres décadas después, uno pasea por el centro de Lisboa, se encuentra una ciudad masificada, llena de turistas de todo el mundo, plagada de restaurantes, hoteles y locales comerciales de las más conocidas cadenas de servicios de todo tipo, que cualquiera puede encontrar en Madrid, Roma, Paris y cualquier otra gran urbe europea. Lisboa se ha convertido en una más, como dice un buen amigo mío, ha pasado de ser la capital de Portugal a una capital europea más.
Los cambios que comenzaron tras la Expo del 98, siguieron una línea de crecimiento al amparo de los fondos europeos y de una clara apuesta nacional por la modernización y la apertura internacional, tratando de dejar atrás las más de cuatro décadas de dictadura de Salazar y sus sucesores, finalizada con la Revolución de los Claveles, de abril de 1.974, volcándose en la creación de infraestructuras de transporte, el aeropuerto internacional de Lisboa, el de Faro, el desarrollo de escuelas profesionales que pudieran ofrecer los servicios demandados, una clara apuesta por el bilingüismo inglés y otras muchas medidas que posicionaron Portugal como un destino fiable, atractivo y sobre todo barato, en comparación con otros destinos como España, Italia o Francia, que ofertaban un producto similar.
Sin embargo, esto cambió con la última vuelta de tuerca que supuso la aparición del Covid 19, pues el efecto rebote del mismo hizo que de entrada, se acudiera a los países seguros, Portugal lo era, y más económicos, con lo que de golpe y porrazo se fueron encontrando con un aluvión de visitantes que en muy poco tiempo superaron en número a los que lo tenían antes de la pandemia y con un crecimiento que no ha dejado de producirse, hasta situarse en un número de visitantes anuales de veinte millones, doblando sus diez millones de habitantes, un fenómenos similar al de nuestro país, que con casi cincuenta, se acerca a los cien millones de turistas anuales.
Con estos antecedentes, ya podemos dar la respuesta a la pregunta que nos hacemos, de si se da o no el fenómeno de la <Portugal Vaciada>, y podemos afirmar sin lugar a dudas que sí, y si cabe, aún con mayor manifestación que en España, pues si partimos de una historia común, de la misma orografía e incluso de unos acontecimientos recientes que nos han hecho pasar por sendas dictaduras, Portugal carecía de las infraestructuras y volumen poblacional, para diversificar un rápido crecimiento más allá del turismo, de forma que igual que la pandemia supuso un parón para ellos, su posterior efecto rebote les dio un impulso hasta haber conseguido que actualmente ciudades como Lisboa y Oporto y ciudades costeras como Estoril, Cascais, Setúbal, o Portimao, Lagos, Faro, Albufeira y otras del sur, hayan expulsado a sus vecinos de los centros históricos, quedando estos dedicados en exclusiva a ofrecer servicios de alojamiento, restauración y comercio a los turistas, en concreto Lisboa, me decían hace unos días, se ha convertido en un parque temático, sin vecinos y sin portugueses que vivan en su entorno, debiendo hacerlo en localidades más o menos cercanas o en los barrios residenciales más alejados.
Un fenómeno que de momento parece que no vislumbra el final y que las autoridades parecen tener claro que no pretenden cambiar, probablemente por el esfuerzo que les ha supuesto llegar a donde están, teniendo en cuenta de donde venían, y que fomentan medidas como medios de transporte entre estos cinturones urbanos y localidades cercanas, rápidos, eficaces y baratos, para que sus ciudadanos trabajen en el centro y vivan en la afueras.
Al menos respecto a España, parecen que nos llevan ventaja en lo que se refiere a las políticas a seguir, pues si como digo, allí tienen claro lo que están consiguiendo, en España, ciudades como Barcelona, Sevilla, Córdoba, Madrid y otras, se debaten en intereses contradictorios entre la evidente despoblación de ciudadanos de sus centros históricos y el tensionamiento del mercado de la vivienda, con la permisividad del beneficio que supone, su comercialización por plataformas para turistas y su especulación por inversores, que acaparan gran parte de las viviendas de los centros históricos, llevando los mismos a convertirse también, como ya lo es Lisboa, en parques temáticos… si es que no lo son ya.
Septiembre de 2.025
