CUANDO SE PIERDE EL SENTIDO DE LA MESURA | Por Francisco José Chaparro Díaz
Vivo en Sevilla hace casi treintaicinco años, en este tiempo he visto como la vida de mi ciudad ha evolucionado al son de los acontecimientos sociales, económicos y políticos que la historia nos ha ido otorgando. Les voy a hablar sobre ella, pero no para referirme a ella, sino a todo el país y en general a toda la sociedad occidental en la que están enmarcadas nuestras vidas.
En fechas muy recientes, se ha celebrado en la ciudad un acontecimiento conocido sencillamente como “La Magna”, un evento envuelto en el manto de manifestación popular religiosa, de una urbe que se vanagloria a sí misma de ser “la tierra de María Santísima”.
Detrás de tan destacado hito, ha habido un movimiento de personas, un flujo de servicios públicos y privados y una actividad económica sin igual, que ha cambiado por completo la fisonomía de la ciudad y sus hábitos tradicionales, en unas fechas festivas y cargadas de tradición como era el puente de la Inmaculada. Y digo era… porque ciertamente era una fecha en la que se solía encender por primera vez el alumbrado navideño, se instalaban las casetas de belenistas en la avenida principal, cantaban las tunas a la Inmaculada y las familias podían disfrutar de un ambiente festivo pre navideño por el centro de su ciudad, aprovechando este periodo vacacional como antesala de las Navidades propiamente dichas.
Como digo, la celebración de tan importante evento religioso, ha comportado tal esfuerzo e infraestructura, que todo lo que acabo de exponer que tradicionalmente lucía en estas fechas, ha quedado aplazado, oculto en un segundo plano o directamente, suspendido hasta el año que viene.
No quiero que nadie interprete en mis palabras, que atento contra los sentimientos religiosos de los que han encontrado en “La Magna,” el éxtasis religioso, su momento de máximo disfrute, o la mayor manifestación de fervor que se puede ofrecer, nada más lejos de mi intención y vayan por delante mis respetos, pero es que esta procesión ha supuesto, el colofón a una tendenciaque venimos viviendo, por la cual, raro es el fin de semana en que no hay una hermandad en la calle, con más o menos boato. Hasta el punto ya de generar cierto hartazgo en parte de la población, que siempre ha disfrutado de su periodo de Cuaresma como antesala igualmente, a la Semana Santa.
Llevamos un tiempo en que como he leído en algún medio: “los sevillanos juegan a los pasitos”, expresión que refleja cómo nos ven desde fuera de la ciudad; y es que se ha perdido la mesura con todo… se intercalan y solapan los tiempos, pues ya lo mismo da ver cofradías de Semana Santa en Navidad, comer turrones en septiembre, aún pleno verano, ir a la playa en invierno, pillar vacaciones en febrero que los vuelos son más baratos y así podría seguir…
Nada es inmutable, ni siquiera las costumbres y tradiciones que se han labrado y consolidado por el paso de los años, y de las que, las personas de mi generación hemos bebido, pero somos nosotros, los de esta generación de cincuentones, los que hemos vivido a la par de estas tradiciones, la brutal evolución de la sociedad, que en muchos casos ha involucionado; pues mientras se avanza en ciertos derechos y en cuestiones tecnológicas, se retrocede al producirse una pérdida de valores humanos, de respetos y sensibilidades que nos han hecho ser como somos en nuestra sociedad occidental, acercándonos a un abismo donde todo vale, donde todo se compra y se vende y sin que las personas se tengan en consideración, anteponiendo los intereses mercantiles a las tradiciones, que son mucho más que meros ritos que vienen de antiguo.
Las consecuencias de este camino que parece no tiene vuelta atrás, es la deshumanización total de las relaciones entre personas, hoy día incluso las relaciones sentimentales y sexuales se conciertan con apps, que obviamente acumulan información a disposición de sus creadores que la venden y compran obteniendo réditos. Ellos nos marcan las tendencias, nos dicen que es lo que debemos hacer y nos apartan de lo humano y tradicional, en post de sus intereses económicos.
Si se fuerza la maquinaria más de la cuenta como está ocurriendo, acabará por romperse, o ponemos freno a esta desmedida forma de vida y consumo sin control en que hemos entrado, al generamos necesidades que no son tal, o acabaremos pagando tanto exceso de una manera o de otra.
Morir, hay que morir, todo el mundo muere, pero se puede hacer por varias vías y el éxito es una de ellas, también se muere de éxito y cuando … vuelvo al ejemplo de “La Magna”, vemos desfilar imágenes religiosas de la pasión bajo las luces de navidad, fuera de su fecha natural, se puede acabar por conseguir que cuando llegue la Semana Santa decaiga el interés por la misma; cuando pones a la venta turrones en verano, puedes conseguir que ya nadie los coma en Navidad, cuando puedes obtener sexo con un clic de app, puedes conseguir que cada vez sea más difícil que una pareja consiga estabilidad y como estas cosas, tantas otras….
Cuando se pierde el sentido de la mesura y da la sensación de que todo está a nuestro alcance, porque la sociedad de consumo nos ofrece de todo en todo momento, podemos creer que somos personas exitosas al tener cualquier cosa al alcance de la mano, pero los excesos, la desmesura, la desnaturalización de las cosas en la que esta sociedad ha entrado, puede llevarla a morir de éxito, que como digo, esta es otra forma de morir.
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