fbpx

“Acerca de los bulos, la desinformación y la infoxicación (3)” | Por Enrico María Rende

“Acerca de los bulos, la desinformación y la infoxicación (3)” | Por Enrico María Rende

Según la revista Ethic, un estudio presentado este año sostiene que el 86% de los títulos editados en España venden menos de 50 ejemplares. Por tanto, de los casi 93 mil títulos que se publican al año (según la División de Estadística y Estudios de la Secretaría General Técnica el Ministerio de Cultura y Deporte, en el año 2021, el número de libros inscritos en ISBN fue de 92 700), resulta que solo 13 300 se venden al público general, ya que 79 700 títulos (ese 86% del que habla el estudio) se vendieron solo a los amigos y familiares del autor. Pero que nadie se lleve a engaño, porque de entre esos 13 300 títulos solo el 0.1% (según el mismo estudio) venden más de 3 mil ejemplares, lo que, dicho en otras palabras, significa que 13 207 títulos vendieron menos de 3 mil ejemplares –para una población de unos 40 millones de personas en edad de leer– y solo 93 títulos –¡ni un centenar!– vendieron muchos ejemplares. Si imaginamos que, haciendo cálculos generosísimos, de esos 13 207 títulos, todos vendiesen 3 mil ejemplares, la cifra de libros vendidos en España sería de 39.7 millones, es decir, menos de 1 libro al año por habitante en edad de leer. Es cierto que hay 93 títulos –¡menos de un centenar!, repito– que venden más de 3 mil ejemplares, y que los hay que venderán más de 250 mil ejemplares, y que irán a parar a manos de esos que solo han comprado uno de los otros títulos –o ninguno–, pero, en mi opinión, el panorama de la lectura en España sigue pintando bastante triste. Pensemos que, a fecha del año 2016, según worldpopulationreview.com, en EE.UU. el 50% de la población, esto es, cerca de 170 millones de habitantes, leen unos 7 títulos por persona por año, y que la otra mitad lee unos 4 títulos por persona por año. La población alemana lee el 9% de todos los libros vendidos en todo el mundo; la de Japón, el 7%. Esos son muchos libros y muchos lectores. ¿En qué lugar deja a España esa cifra que no llega ni al centenar de títulos?

Por el contrario, España ocupa una muy buena posición en el ranking mundial de usuarios de redes sociales. Ahí sí que sí: en cuanto a Facebook, en España hay más de 33 millones de usuarios, colocándose en el puesto 21 del mundo; y en cuanto a Instagram, 21 millones de usuarios, lo cual la sitúa en el puesto número 13 del mundo. Ahora bien, si la única defensa contra la desinformación y los bulos es el conocimiento y éste viene de la mano de los libros, la ecuación es poco esperanzadora para una población que no lee más de 93 títulos al año.

Que las mentiras solo se pueden vencer con los libros es algo que han expuesto ya muchos sabios. Umberto Eco, por citar solo uno, escribía que leer también podemos leer mentiras, pero leer libros «nos ayuda a discriminar». Y es que el que no lee es un ignorante; y el que es ignorante no puede discernir la verdad de la mentira, aunque se la pongan delante con luminosos sonoros y una flecha parpadeando en rojo. El ignorante ha sido, es y será la mayor víctima de la desinformación y los bulos. Pero, a la vez, ha sido siempre, es y será su mayor difundidor. Ignorantes de este tipo ha habido siempre, pero al de hoy en día se le reconoce por estas características: 1) acepta a ciegas la creencia que mejor le haga sentir, le beneficie o que le satisfaga su necesidad de formar parte de un clan –el tribalismo; 2) su herramienta principal es la web 2.0 –la gugolesía; y 3) son sus lemas «No interesa que se sepa la verdad» y «La ciencia no lo sabe todo» –paranoia y negación por hábito.

Empecemos por aclarar que usar como mantra la idea de que la ciencia no lo sabe todo o que también se equivoca es una auténtica estupidez, sobre todo cuando se trata de hechos históricos o de teorías científicas. Veamos por qué. Una teoría científica no es un pensamiento o una opinión que se le haya ocurrido a alguna persona inteligente (o no). Una teoría científica es una idea que se ha sometido a la crítica de la comunidad científica del mundo entero y que ha sobrevivido a sus embistes. ¿Esto qué quiere decir? Simplemente que una teoría científica acumula una enorme carga de evidencias a favor y que proceden de muchas partes diferentes, bien sean universidades de diferentes países o instituciones independientes. Una carga de evidencias no quiere decir que se trate de la verdad absoluta e inamovible, pero sí que es suficientemente correcta como para permitirnos a la humanidad cosas como, por ejemplo, usar un GPS para encontrar nuestra posición exacta en el planeta (gracias a la Teoría de la Relatividad General de Einstein), tener una cámara digital (gracias a la Teoría de la Mecánica Cuántica de Max Planck), o que existan los ordenadores (gracias a la Teoría de Recursión de Gödel). Por tanto, decir que la ciencia no lo sabe todo cuando se está empleando un teléfono inteligente para escribir sobre un teclado digital en miniatura en una pantalla táctil y enviarlo transformado en ondas a través del espacio hasta llegar a un satélite que está en órbita alrededor del planeta para que se almacene en la memoria de un servidor hecho de miles de microchips y que a la velocidad de la luz lo pueda reenviar por todo el planeta a 2 mil millones de personas instantáneamente, decir que la ciencia no lo sabe todo, decía, es poco menos que presuntuoso. Pero es que así son los ignorantes, presuntuosos. La desinformación se nutre a sí misma formando un círculo vicioso del que el ignorante jamás podrá escapar mientras siga siendo ignorante: el mismo que inventa esas mentiras es el que las aprende de otros ignorantes. Ahora bien, hay auténticos gurús de los bulos, mesías de las teorías conspirativas, periodistas de la desinformación, y a estos se les reconoce porque ellos tienen la información verdadera, y los demás no; ¿el secreto mejor guardado de la historia?, ellos lo descubren y lo desvelan; ¿las maquinaciones más siniestras y ocultas de los gobiernos y los poderosos?, a ellos no se les escapan; no hay nada que se le pueda ocultar a uno de estos príncipes de la infoxicación, personas que no tienen ni vergüenza ni estudios (en este link los hallarás a casi todos). Y para todo, ellos tienen una teoría –aunque, de teoría no tienen nada y como mucho podrían ser aspirantes a hipótesis, pero tampoco.

Estas NO teorías, son los bulos que corren por las redes sociales, las leyendas urbanas, las fake news (por ejemplo, que las vacunas causan autismo, que el azúcar es veneno), así como las denominadas teorías de la conspiración (que el hombre nunca pisó la Luna, que los Iluminati controlan el mundo). Hay quienes llaman a este fenómeno el de la posverdad; dicen que vivimos en la era de la posverdad. Posverdad es, en realidad, un divertido eufemismo de la palabra mentira. En cualquier caso, y para continuar con el discurso, estas NO teorías tienen un arma que, al menos por el momento, no tiene rival y parece invencible, y es la de la web 2.0.

 La NO teoría se acerca más a una creencia religiosa que al conocimiento de las cosas. Estas NO teorías, por tanto, al igual que la fe religiosa, no son un producto analítico del conocimiento asequible, sino que son un reflejo visceral, un producto de las emociones. Según la definición que nos da la RAE, creer es tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado. Así, al que cree se lo llama creyente, aunque este adjetivo se aplica más al que profesa una fe religiosa. Otra cosa es el crédulo; el crédulo es aquel que cree ligera o fácilmente. La diferencia está en la simplicidad con la que se acepta una creencia. Así pues, el crédulo es el que se cree algo sin mucha necesidad de comprobaciones. Diferente es el escéptico, que es el que desconfía de la verdad o la eficacia de algo, y que requiere de muchas demostraciones antes de llegar a convencerse del todo. Por tanto, uno puede decirse escéptico cuando habla de la creencia en un ser creador y todopoderoso puesto que las pruebas de su existencia no lo llegarán a convencer nunca; pero no puede decirse escéptico, por ejemplo, en cuanto a que el hombre haya pisado la Luna puesto que las evidencias existen. Si no las acepta, no será un escéptico sino un crédulo; un crédulo de alguna teoría conspiratoria. El escéptico es una persona formada, leída y con conocimiento; el crédulo es un ignorante. Pero para dejar de ser ignorante no basta con leerse un libro ni dos ni tres ni toda una colección. ¡Ojalá! La cosa es más compleja, por desgracia para el ignorante y suerte para el charlatán, el caradura y el embustero. De hecho, hay una gran cantidad de ignorantes que han leído algunos libros, incluso dirían que muchos; pero, lamentablemente, todos pertenecientes al mismo círculo vicioso de la desinformación.

En mi opinión, buena parte de la culpa de esto la tiene la producción literaria de la Nueva Era de la que salen los primeros charlatanes creadores de los superventas: en el campo de la cripto-arqueología y ufología, de donde salen personajes como von Däniken y J.J. Benítez; en el campo de la autoayuda, de donde salen los inventores de la PNL y el coaching; en el campo de los movimientos místicos, de donde nacerán la falsa antropología de Carlos Castaneda y su tensigridad, la medicina alternativa del ayurveda de Deepak Chopra, o la perniciosa dianética de Ronald Hubbard. Estos autores, que han amasado auténticas fortunas vendiendo humo, delusiones y vanas esperanzas, pero ningún conocimiento ni cultura, son los que han posibilitado que personas sin conocimiento mayor que el de su propia vanidad hayan continuado en sus líneas diseminando por el mundo infundadas suposiciones con apariencia científica o filosófica, pero de fácil digestión para el lector perezoso e igualmente vanidoso, un juego al que han jugado y juegan escritores embusteros y lectores ignorantes: el quiero y no puedo de la intelectualidad, el aspirante a culto. Otro gallo nos cantaría si las empresas editoriales no hubiesen confundido su papel en la sociedad con el de los banqueros.


¿Te gustaría conocer las apasionantes historias de escritores modestos, pero no por ello menos buenos?

Únete a nuestro canal de Telegram (es gratis) para ayudarnos a darles voz a esos escritores que necesitan un empujón. Sus vivencias e historias para publicar sus libros, su pelea para hacerse un hueco y su mensaje es igual o mejor que el de cualquier top ventas. Únete a nuestro canal para descubrirlos y apoyarles.

https://t.me/elescritor_es

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *