“El viaje de fin de curso” | Por Martín Isidro Vázquez León
1.
Los alumnos de COU del Instituto de bachillerato se preparaban para realizar su viaje de fin de curso. Todos estaban radiantes e ilusionados, con sobrados deseos de disfrutar de esta espléndida experiencia vacacional. Realidad gratificante, sin duda, aunque para llegar a esta situación que tanto habían soñado desde el comienzo del curso –y algunos desde mucho antes–, fueron muchas las actividades y trabajos que realizaron. Pero al final mereció la pena, ya que los frutos de esas dedicaciones serían saboreados en este extraordinario viaje a una paradisíaca isla del océano atlántico. Las expectativas de estos jóvenes eran de lo más apasionantes, precisamente por las sensaciones amorosas que se transmitían muchos compañeros y compañeras, siendo en esta ocasión donde se verían dulcemente reflejadas con mayor placer, libertad y atracción. Hasta el más tímido o solitario tendría oportunidades sobradas de participar en esta aventura del amor. Todo era bienestar, satisfacción y relax en estos estudiantes ante la oleada de gozo que se aproximaba a sus vidas deseosas y ardientes.
2.
Llegó el día tan esperado por todos. La travesía la realizarían en un barco que les dejaría en una isla perteneciente a un archipiélago. Entre estos jóvenes, había tres amigos que no tenían compañeras, porque se habían incorporado en este último año al instituto y hasta el momento no gozaban de relaciones con ninguna chica. Pero en ellos existía la clara convicción de que en este desplazamiento se les presentaba su mejor oportunidad. La travesía fue muy emotiva y divertida para todos, pero aún más para Rafa, Daniel y Luis, que se evadieron de la monotonía vivida durante el curso y conocieron a varios chavales de otra clase. El regocijo fue absoluto porque en ambos grupos existían ansias sobradas de relacionarse y disfrutar cuanto más mejor. La primera jornada fue muy estimulante. La discoteca con la que contaba el barco fue bien aprovechada, pues se montaron su propia juerga; bailaron, bebieron, dialogaron y al final salieron a cubierta para contar chistes y organizar un buen espectáculo de risas y contactos. Pero todo lo mejor, todo el placer y la aventura amorosa vacacional llegaría a partir del día siguiente, cuando se encontraron en un lujoso hotel de esta isla, donde pasarían los cinco escasos, pero intensos días, de descanso.
3.
Nada más llegar al hotel y organizar sus respectivas habitaciones, surgió el deseo de salir a conocer cuanto antes las hermosas playas de la isla. Este era el mayor atractivo, y así fue como, después de comer, se encontraron en la limpia y bien cuidada arena. Las parejas se desconectaron de los grupitos, pero fue en estos donde más se intensificó el solaz y la alegría. Rafa, Daniel y Luis se compenetraban muy bien con sus nuevas amigas y toda la jornada transcurrió entre juegos, bromas, chapuzones y otras manifestaciones muy positivas para unas favorables relaciones. Por la noche, la atracción de todos estuvo en salir por los bares y divertirse bailando en las discotecas, distraerse en los pubs… Pasaron unos días y estos jóvenes se hicieron fotografías para tener un recuerdo de lo que estaba siendo esta estancia en la isla, practicaron deportes acuáticos en el mar, otros optaron por quedarse en la piscina del hotel y dialogar sobre todo tipo de temas, algunos compraron recuerdos para sus familiares en los comercios. Y llegó el último día, que fue el mejor, como después comentaron cuando regresaron a su ciudad. Daniel acordó con sus dos amigos, proponerles a estas simpáticas y enrolladas compañeras, el visitar otras playas más apartadas, aunque tuvieran que andar mucho. Luis le dijo que no era necesario, pues cogiendo un autobús podrían recorrer la isla y conocerla más a fondo. Así fue cómo lo hicieron una vez que a sus amigas les pareció bien.
–¡Veremos a ver dónde nos llevan estos pillos! –comentó con gracia sospechosa Carolina a sus amigas, quienes se imaginaban también una sorpresa.
En efecto, la propuesta les pareció estupenda, porque se lo pasarían fenomenal y no había que cortarse para nada, ahora que sus relaciones podían consolidarse aún más.
4.
Se levantaron temprano y se llevaron el almuerzo preparado, porque pensaron que sería muy caro comer en las otras zonas de la isla. Veinte minutos duró el viaje. Pasearon por el pequeño pueblo insular donde se bajaron y después fueron a la playa, que era el atractivo de todos, aunque entre ellos y ellas no comentaron nada durante el recorrido, simplemente iban a conocer este lugar. La sorpresa fue negativa cuando llegaron a la playa. Estaba prácticamente desierta. ¡Y ahora qué vamos a hacer aquí solos! –comentó Rafa desilusionado. Gloria dijo que podrían ir a otro sitio y decidieron preguntar a un turista, quien les dijo que andando unos dos Km. había una playa muy visitada que ofrecía muchos pasatiempos marítimos. Y así fue como después de andar bastante, llegaron a esta zona. Esta vez hubo una grata impresión y todos se echaron a reír y bromearon, al contemplar de que se trataba de una playa nudista.
–Y ahora qué hacemos, nos desnudamos o hacemos el ridículo mirando a los demás. –comentó Daniel a sus tres amigas.
–Lo que queráis.
–Vamos, no os cortéis que no pasa nada.
–¡Si nosotras no nos cortamos! ¡Sois vosotros!
Los tres muchachos se quedaron alucinados y entre cortes y sonrisas bajaron a disfrutar del espectáculo humano que observaban. Se apartaron del lugar principal y quedaron libres del traje de baño y entre bromas y chapuzones gozaron de sus cuerpos. El mar brillaba de limpieza; el sexo y el placer en la playa eran los sabores sensitivos del día, y estos jóvenes absorbieron y aprovecharon oportunamente la jornada que llegaría a su fin con plena felicidad. Un día después, regresaron a la monotonía de siempre en su ciudad natal, pero esta vez con la dicha de haber vibrado con unas cálidas y celestiales vacaciones de viaje de fin de curso.
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