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Sobre la vejez… | Por Juan José Robles

Sobre la vejez… | Por Juan José Robles

     De entre los numerosos asuntos de los que trató Cicerón en sus libros, he escogido tres, del primero de ellos, La República, ya os hablé en mi anterior artículo, sobre el segundo, la amistad; os hablaré en el próximo y en éste que nos ocupa, quiero hablar de una etapa de nuestra vida que nos llegará a todos de forma inexorable, eso sí, en el caso de que la muerte no nos sorprenda antes de llegar a éste “estado de gracia”.

     Cicerón dice que la vejez es una fase natural de la vida y ha de vivirse con naturalidad: es inconsecuente querer alcanzarla y quejarse de ella. Y lo pone en boca de Catón, un anciano influyente y prestigioso, que goza de todas sus facultades intelectuales, una buena salud física y una posición económica más que holgada.

      Pero, ¿cómo podemos aplicar las disertaciones de Cicerón a la sociedad actual? Lo cierto que nuestra sociedad moderna, por lo general, aparta a los ancianos, los recluye en residencias, y los separa de la vida activa, cuando son precisamente la gente de más edad la que puede aportar mucho más a la sociedad. No es difícil comprobar que cualquier empresa, a la hora de seleccionar personal, da prioridad a la juventud frente a la experiencia. Y algo que todos sabemos, es que, a partir de cierta edad, es casi imposible acceder a un puesto de trabajo, al margen de las capacidades o experiencia de estas personas.

     Cicerón, en su tratado sobre la vejez, abarca cuatro causas principales, según las cuales todos tememos esta etapa de nuestra vida:

      La primera: “La vejez impide la actividad”

      ¿Qué actividad? Porque si bien es cierto, que en la vejez la actividad física puede verse mermada o dificultada, no lo es menos que si hablamos de grandes gestas o grandes logros, estos no han sido propiciados por el beneficio de la juventud, todo lo contrario. Pues si hablamos de grandes conquistas o batallas ganadas, no ha sido gracias a la fuerza, la velocidad o la agilidad, sino gracias al consejo, el prestigio y el buen juicio, algo de lo que se carece en la juventud y de lo que deberíamos estar sobrados en nuestra vejez. Cada día vemos en las noticias, grandes gestas deportivas propiciadas por cuerpos jóvenes. ¿Pero acaso se podrían haber conseguido estas gestas sin el consejo y el entrenamiento de aquellos que desde la madurez han guiado a estos deportistas? Tan solo es un ejemplo, que se podría trasladar a cada estamento de nuestra sociedad.

       Y es que hay dos actividades que en nuestra vejez no solo no se ven mermadas, sino que se habría de potenciar:

       La intelectual.

       En nuestra vejez, nuestra memoria podría disminuir. Para evitarlo, hemos de trabajar durante toda nuestra existencia. A través de la lectura y el conocimiento, los cuales debemos potenciar con el paso de los años, aún mas en nuestra vejez.

       La educativa.

       Resulta de máxima importancia que dediquemos nuestra vejez a la educación y la trasmisión de nuestros conocimientos adquiridos y experiencia, a los jóvenes. Que nuestra ancianidad no le resulte a los demás una carga, sino un estímulo y una fuente de conocimiento.

       La segunda causa: “La vejez debilita las fuerzas”

       Todos tememos que con la vejez nuestras fuerzas se vean debilitadas, y no podamos ejercer todas nuestras actividades como cuando éramos jóvenes. Aunque no hay nada más cierto, que la falta de fuerzas no es causa de la vejez, sino de la enfermedad. Y en este aspecto, no es demasiado difícil actualizar las palabras y consejos de Cicerón. Una vida insana a la largo de nuestra vida, con hábitos que debiliten nuestro cuerpo, nos llevarán, incluso antes, a una vejez debilitada. Por lo contrario, si durante nuestra vida adoptamos unos hábitos sanos, podremos llegar a nuestra vejez en mucha mejor forma física y mental. Y para ello es sumamente importante cuidar de nuestro cuerpo y nuestra mente. Es muy común ver como hay quien pone todo su empeño en cuidar su cuerpo mediante deporte y dietas (no siempre saludables), pero que descuidan el cuidado de su mente, el caso contrario también es más habitual de lo que pensamos. Un equilibrio de ambos cuidados, nos llevará a un equilibrio en nuestra vejez.

       La tercera causa: “La vejez nos priva del placer”

       Pero ¡Qué regalo inmenso de la edad si nos quita el mayor de los defectos de la juventud! —dice Cicerón. Ciertamente podríamos decir que el deseo hace a los hombres débiles, y es en la vejez, donde esa falta de deseo carnal, nos lleve a otros tipo de deseos, como el intelectual. Y es en la juventud donde la búsqueda de la satisfacción del deseo, nos impide cultivar nuestra mente e intelecto. Es por ello por lo que, llegados a la vejez, y ante la falta de ese deseo carnal, podemos dedicar nuestro tiempo al estudio y el conocimiento. No quiero decir que en nuestra vejez debamos renunciar a los placeres de la carne. Porque al igual que en nuestra juventud podemos darnos grandes banquetes y fiestas, en nuestra vejez podemos seguir disfrutando del placer de la comida, pero con más mesura y prudencia. Quizás las comidas han de ser más ligeras y las fiestas más tranquilas. Dedicando nuestra vida social a la buena conversación y al intercambio de conocimientos.

      Cuarta causa: “La cercanía de la muerte”

      Seguramente la que más tememos y más nos acongoja, y no le falta razón a Cicerón. ¿Pero acaso hemos de temer a la muerte, si hemos tenido una vida larga y plena?

       La muerte no es más que un paso más en nuestra existencia, que produce tristeza, es cierto, sobre todo a los que dejamos atrás. Para los creyentes, solo muere el cuerpo, pero el carácter inmortal del espíritu, les hace pensar en una vida más allá. Los que no creemos en este tipo de cosas, tenemos una forma muy sencilla de que nuestro “espíritu” permanezca vivo: “Transcender a la muerte a través del recuerdo, de nuestras obras, de nuestras creaciones” Nuestras obras hablarán de nosotros cuando nos hayamos ido. Y lo que es más importante, solo los justos tendrán una muerte justa.

     En conclusión, la vejez solo es una etapa más en nuestra vida. Pero, ¿Acaso en una película la parte final no suele ser la mejor?  

Juan José Robles "Sobre la vejez..."
Juan José Robles «Sobre la vejez…»

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