«NO ES LO MISMO DESEAR QUE SER DESEADA» | Por Michel García
De pie, cara a la pared, los ojos vendados, las manos atadas por encima de la cabeza, entregada, haciendo realidad esa morbosa escena con la que tanto tiempo llevas fantaseando.
Sobre tu espalda desnuda dibuja con su boca deliciosos caminos provocando temblores y cálidas oleadas de placer que te hacen gemir y suspirar.
Sus labios continúan bajando por tu columna. Se acelera tu respiración. Aumentan los jadeos cuando se van acercando al pequeño tanga rojo de encaje que resalta sobre tus redondas nalgas blancas.
Sabe perfectamente que no quieres que te lo quite. Sabe que deseas que lo bese y lo acaricie, que juegue con él, y así lo demuestras ofreciendo sin pudor tan exquisito manjar a ese viejo lobo canoso que se ha ganado el derecho de ser tu lujurioso amo.
Algo que nadie había conseguido, algo que él ha logrado con suma facilidad con la mezcla adecuada de ternura, firmeza y seguridad para ir destruyendo esa coraza protectora que otros te habían obligado a construir. Sin esfuerzo, sin prisa, sin que casi te dieras cuenta, sedujo tu mente. Después, tu cuerpo comenzó de nuevo a sentir esas maravillosas sensaciones olvidadas, y la prudente y casi tímida mujer fue quedando en segundo plano para dejar espacio a una ardiente y atrevida criatura que disfruta sintiéndose deseada.
Y ahora, sin temores, mágicos escalofríos hacen temblar tu cuerpo tras las diabólicas caricias de ese demonio encantador. La humedad brota bajo la mínima tela roja cuando él se incorpora pegando su completa desnudez contra ti para abrazarte con fuerza, agarrar tu pelo firmemente y morder tu cuello con apasionada lujuria.
De nuevo rumbo al paraíso entre sus brazos, De nuevo en esa embriagadora nube en la que el tiempo se detiene y dejas de contar los orgasmos con la certeza de encontrarte donde siempre habías querido estar.
Poseída y dominada por el placer reclamas el premio de esas incendiarias nalgadas que él acompaña con maliciosas caricias bajo el empapado tanga.
Sumida en una fascinante locura sin fin que desborda y estremece uno a uno cada poro de tu piel, solo puedes aceptar que le perteneces.
Y es que no es lo mismo desear que ser deseada.
Pero con él todo es posible. Ha sido el primero en penetrar tu mente instalándose en tus sueños más inconfesables para luego convertirse en dueño y señor de tus sentidos y de tu cuerpo.
Como buen lobo insaciable, sigue hambriento y te da la vuelta. Sientes su abrasadora piel sobre la tuya y su palpitante erección entre tus piernas. Luego su boca te saborea enterita hasta terminar apartando ese pequeño trozo de húmeda tela haciéndote perder el control mientras se alimenta del cálido néctar que le entregas con indescriptible placer incapaz de dejar de retorcerte. Te relames sintiéndote dichosamente afortunada, agradeciendo ser parte de esa increíble realidad que permanecerá grabada a fuego en tu mente para incendiar tu cuerpo cada vez que cierres los ojos.
Reconoces que solo puedes soñar con ser suya. Asumes que te mojarás en cuanto pienses en él. Admites alegre y conscientemente que lo deseas con todo tu ser. Sabes que ya no hay escapatoria, que le seguirás al mismísimo infierno con tal de seguir gozando sintiéndote la mujer más deseada del universo.
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