“Escritura del lector (La lectura de una novela es en sí un acto creativo)” | Por Miguel P. Segarra
Recuerdo a menudo las charlas que acompañaban las partidas de ajedrez con el Sr. Ambrož. Sus comentarios eran inteligentes, mordaces y, a menudo, sorprendentes. Las conversaciones surgían mientras cavilábamos el próximo movimiento que hacer sobre el tablero y se desarrollaban a la misma velocidad que la partida: de forma pausada, amable y sin estridencias. En una ocasión en la que disertábamos sobre el proceso creativo de la escritura de mi nuevo libro, surgió un concepto novedoso: la escritura del lector. La idea partía del hecho que si el lector interpreta aquello que está escrito, consecuentemente, la lectura puede considerarse un acto creativo.
Se habla a menudo de la creatividad del escritor, en cambio, el proceso que asume el lector en el acto de leer una novela se pasa por alto. Y no debería…
A continuación transcribiré dicha conversación, orillando las lagunas que el paso del tiempo han hecho emerger en mi memoria:
«Diálogo entre Adán y el Sr. Ambrož * durante una partida de ajedrez memorable.
-Dígame una cosa Adán. ¿Escribe sus libros con un final preconcebido? -me pregunta Ambrož arrastrando el peón.
-Resuelvo sobre la marcha -respondo tras un largo silencio-. No sé lo que va a acontecer en el próximo capítulo hasta que empiezo a escribirlo y, aun así, muchas veces me sorprendo a mi mismo con los giros que sufre la trama.
-Parece estar hablando desde el punto de vista del lector.
-De alguna manera es así, como usted dice. Cuando escribo intento sentirme también en la piel del lector: me dejo sorprender por las reacciones de mis propios personajes, sus cambios inesperados o por la aparición de un nuevo elemento que requiere la trama. Ello me da pie a desarrollar la acción inmediata que, a la larga, acabará configurando la historia. Naturalmente tengo una idea general del argumento, más o menos clara, como también la tiene el lector a medida que va leyendo. No me gusta tener un final preconcebido, eso le quitaría interés al desenlace final. Para mí sería mucho más difícil escribir conociendo a priori un final cerrado. Al igual que un lector perdería el interés por la lectura si conociera de antemano el desenlace de la trama.
-Nadie empieza un libro por la última página.
-Exacto.
–Escritura de lector – murmura Ambrož.
-¿Cómo ha dicho?
–Escritura de lector; es un término que me remonta a los felices años de estudiante en la Facultad de Filosofía.
-Escritura de lector… -me repito a mí mismo creyendo adivinar su significado.
Las piezas empiezan a cubrir la parte central del tablero. La partida parece acomodarse al tempo de nuestra conversación.
-Sí, en una de las clases, creo recordar que fue en Taller de Escritura. Alguien propuso la idea de que se puede escribir siguiendo las mismas pautas que se siguen al leer y, sorprendentemente, a pesar de lo descabellada que parecía la idea, surgieron algunos conceptos muy interesantes. Por ejemplo: la similitud del momento íntimo entre ambos sujetos. La lectura de una novela es un acto intrínsecamente personal e íntimo y es, por tanto, una acción subjetiva. Tal como lo es la escritura. De alguna manera el lector, mientras está leyendo, escribe para sí mismo su propia visión general, su propio concepto de la trama y los personajes. Él será el que sugiera en su mente el aspecto físico de los protagonistas, el que dé forma y color a los escenarios que se van sucediendo, el que va a conjeturar con lo que puede suceder en el próximo capítulo… Por otro lado, siguiendo este criterio, el escritor también lee mientras escribe y, por mucho que su creación esté claramente trazada y preconcebida en su cabeza, difícilmente podrá predecir los cambios de rumbo en la trama que están por llegar, ya que es prácticamente imposible predecir todos y cada uno de los hechos que se desencadenan durante el relato. Acabamos la clase proclamando un nuevo término: Escritura del lector.
-Escritura de lector -repito admirado por la idea- Se podría extrapolar al ajedrez: sabemos de antemano el tipo de movimiento de cada una de las piezas y tenemos una vaga idea de lo que vamos a querer lograr pero, finalmente, debemos improvisar a causa de las sorprendentes variantes que adquiere el juego.
-Sí, pero recuerde: el ajedrez es cosa de dos -asevera Ambrož pellizcándose el bigote.
-Un libro también es cosa de dos.
Ambrož afirma de manera ostentosa.
-Ja,ja,ja. No deja usted de sorprenderme Adán. »
*Adán y Ambrož, son personajes de la próxima novela del escritor Miguel P. Segarra.
Miguel P. Segarra es autor de “La tierra del peregrino” Ed. Tandaia.
https://www.facebook.com/MiguelPanesSegara
Instagram: @miguelpaness
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