Escribir como tocarse lo huevos | Por Josep Segui Dolz
(Este artículo está basado en la entrada con el mismo título en mi blog sobre Psicología y Literatura del quince de diciembre de dos mil veinte, https://www.josepsegui.net/2020/12/escribir-como-tocarse-los-huevos.html).
Imagen: cartel de la película Huevos de oro (1993) de Bigas Luna (1946 – 2013).
Por si alguien no lo entiende, tocarse los huevos es una expresión popular que quiere decir algo así como no hacer nada, perder el tiempo, holgazanear y cosas parecidas. Y escribir tiene bastante de eso, con perdón, independientemente del género que se practique (incluso el de la literatura científica; perdón otra vez).
El género de la autoayuda merece capítulo aparte, ya que ahí sí que hay que trabajar mucho, sobre todo en plagiar lo que otros escriben intentando que no se note (aunque siempre se nota, claro), o incluso auto plagiándose, que es dificilísimo. O eso me parece, vaya.
En definitiva, eso de escribir se trata de tener algo que contar, lo que sea, sentarse tranquilamente con un cafecito o un wiskito a mano delante del papel o el ordenador y dejar fluir el boli o las teclas llevando al papel o a la pantalla eso que tengamos que contar independientemente de que resulte interesante o divertido, aporte algo a la evolución de la Humanidad o lo que sea. Total, nada del otro mundo como sí lo es cultivar la tierra, construir un edificio o participar activamente en política.
Hace falta tener mucho tiempo libre para tocarse los huevos; eso parece evidente. O hay que robárselo, el tiempo, a los quehaceres laborales, familiares, domésticos y otros asuntos cotidianos así por el estilo. Ese elemento que suele ser bastante poco controlable parece, sin embargo, imprescindible. Como parece también imprescindible empezar desde bien pequeño. Al menos eso cuenta la inmensa mayoría de escritoras y escritores. No es mi caso, ni mucho menos. Así que tengo que tocarme los huevos muy a menudo para recuperar el tiempo que no dediqué cuando era adolescente o muy jovencito. En esas épocas, más que escribir poesías o cuentos o …, estaba muy ocupado con leer (eso sí, y mucho), estudiar (poco), escuchar a los Rolling Stones y fumar porros. Y otras cositas que me guardo en un pequeño cajón de la mesa de mi estudio que pone: «mis cosas íntimas que nunca contaré».
Mientras se escribe siempre es recomendable ponerse la calefacción o una mantita en las piernas (si es invierno), o el aire acondicionado o el ventilador (si es verano).
Para escribir novela (bien o mal ya no es asunto mío; en todo caso de los doctores en Caligrafía) es necesario no querer enseñar nada a la gente, como dice Stephen King, y divertirse mucho, como aconseja Harumi Murakami. Eso sí que me parece importante; aunque no tiene demasiada trascendencia, reconozcámoslo. ¿Qué coño le dará al Universo si enseñamos algo o nos divertimos? ¿Qué les importará dentro de cien años lo que escribamos ahora a quienes sigan sufriendo pandemias, guerras, hambrunas, bancos, empresarios capitalistas o terremotos? Nada. Y menos aún a quienes conduzcan coches de a doscientos mil euros (de hoy) o tengan atracado el yate en el puerto marítimo de moda, por ejemplo. Estos últimos (los del coche y el yate y más), por cierto, creo que no saben ni leer. Robar sí, sí que saben.
Si uno quiere transmitir mensajes, entonces no escribe, predica. Y si otro padece escribiendo, más vale que se vaya a dar un paseo y se piense dos veces si vale la pena sufrir tanto o si no será mejor entrar a una iglesia y pedir confesión. O a un establecimiento de psicología clínica, de orientación psicoanalítica mejor (que es donde de verdad hacen aflorar los traumas infantiles y todo eso). Además, ahí siempre hay clínex gratis.
Tampoco hace falta tener una historia interior que contar ni fijarse en las tendencias del mercado.
Si quien escribe hace esto último lo que quiere es hacerse millonario (y tener un coche o un yate de esos sin más ni más). Pero millonario (sic) de verdad de verdad. Como creo que deben de serlo Dan Brown o J. K. Rowling. Aunque uno o una escriba mierdas al estilo del primero (las he leído todas); de la segunda no lo sé porque nunca he tenido en mis ojos ninguno de sus libros (es la de Harry Potter, creo, ¿no?).
Supongo que eso no debe de estar mal (ser millonario) si bien a mí personalmente no me interesan nada en absoluto los coches ni los yates, pido disculpas por citar esas monstruosidades ya tantas veces.
Y si alguien tiene esa «historia» a que me refiero tres párrafos más arriba miente porque nunca hay nada en el interior excepto tripas y cosas por el estilo, ¡qué asco!
Para escribir bien, según los cánones (y además de la Caligrafía) debería de ser suficiente con tener una historia; sin calificativos. Y casi casi que ni siquiera eso (mejor, a ser posible).
El escritor profesional vive del cuento (nunca mejor dicho). A veces trata de imitar a la realidad (algo imposible según Juanjo Millás) o de inventar mundos imaginarios que nunca tienen nada que ver con los que escribe Jorge Luis Borges (esos sí que son reales; más que la propia realidad). Claro que, excepto los del genial argentino, los otros mundos sirven muy bien para los guiones de video juegos y para algunas series de Netflix. Y eso forma parte de la cultura popular no solo entre los más jóvenes que (me creas o no) siempre saben lo que hacen constantemente con sus celulares o sus plaiesteison o sus televisores inteligentes; también entre los mayores, que ya tienen bastante con lo que tienen, ya. Y la cultura popular es sagrada. Y lo sagrado no se toca, so pena de ir al infierno, que es otro mundo imaginario muy bien construido. Los huevos sí, sí que se tocan. Los propios y los de los demás. Es bastante saludable. (Sustitúyase, si se quiere, huevos por otro sujeto, chocho o concha , en argentino, por ejemplo).
No hace falta utilizar palabras malsonantes, como hago yo en el título de este escrito para llamar tu atención; igual que con la imagen de Javier Bardem de la peli de mi admirado (y también genial) Bigas Luna. Aunque alguna mola de vez en cuando como al final del párrafo anterior. Tampoco hay que ser muy explícito con cosas de sexo o de violencia o de política. Con asuntos de amor, sí. Eso siempre caracteriza a la buena literatura (incluso a la científica; no digamos a la de autoayuda, esa es lo más en asuntos relacionados con ese sentimiento tan raro).
De todos modos está claro que para escribir es necesario liberarse de tensiones. Y si estas son sexuales, que lo suelen ser, entonces lo mejor es explicarlas aunque para eso sea menester decir algunas palabras que no suenan bien, en efecto, a los oídos de moral muy fina. Y entonces pasa lo que pasa: te pueden acusar de obseso u obsesa sexual o de cosas peores. Y eso no le gusta a nadie, quieras que no. Todos y todas tenemos nuestro corazoncito…
También hay mucha gente a la que molesta que utilices un intento de lenguaje no sexista como acabo (y suelo) hacer, incluso no binario (a ser posible y sin usar lo que técnicamente se calificaría como «barbarismos», ¡vaya palabro!).
Bueno, en estos casos es necesario colocarse la correspondiente armadura emocional y pasar de todo o bien acostumbrarse a las críticas infundadas, sean las que sean. No estoy seguro de si me explico…
No sé si quería escribir algo más por aquí, ya no me acuerdo. Así que voy a seguir tocándome los huevos en otro sitio (en mi próxima novela, por ejemplo, Casa con vistas, título provisional). Pero es que mira, como hoy que es domingo no estoy muy inspirado y sí un poco más vago de lo normal (no tengo ganas ni de tocarme los huevos), te voy a copiar un trocito de algo que escribí ayer y luego publiqué más o menos por Facebook, a ver si te gusta (es todavía un borrador, ¿eh?):
«Niza, la chica sexy y que marca un punto y aparte en mi complicada vida
—Espero que confíes en mí y como una prueba sobre todo espero que salgamos y tú confíes más en mí sin más ni más o lo que sea. Mira, vas a poder ver que no tienes ningún motivo para desactivar tu amor conmigo y todo eso que se suele decir en casos como este o similares.
—Yo no tengo la culpa de que tú y yo llevemos un año y medio juntos y sea ahora cuando me entero de lo de esa chica con acento sudamericano, la Gandía esa. ¿Es cierto que estás casado con ella y tenéis hijos?
—Sí —sollozo con remordimiento.
—Tú y yo nos conocimos en una cita a ciegas y la verdad que fue amor a primera vista por lo menos por mi parte. Tenías que habérmelo dicho todo entonces, también lo de la casa negra del pueblo aquel. Así nunca llegarás a ninguna parte conmigo.
—Mira Niza, es que tú dudas mucho de mí pero me encanta lo que dicen tus dudas. Es que eres muy sexy.
—No es para tanto. Soy más bien enana.
—Yo te considero muy guapa y eres la más sexy del mundo y nunca pareces ordinaria ni chabacana porque la belleza la llevas por dentro. Lo peor de nuestra relación son tus peros. Si lo deseas yo me voy pitando, por eso no tienes que preocuparte. Desaparezco de inmediato y ya me buscaré la vida.
Esto se lo digo porque sospecho que está conociendo a alguien, que igual está tonteando con alguien y eso me da miedo de verdad. Temo perderme y quedarme solo porque no quiero. No quiero que esta discusión sea debida a los pelos teñidos ni a la televisión digital. Eso sería un auténtico desastre.
—¡Punto, por favor! Estás lesionando un poco de momento mi propio amor propio.
—Niza: sabes muy bien que dentro de un año vamos a volver aquí y vamos a estar juntos y vamos a estar bien y vamos a follar mucho y vamos a fortalecer nuestra relación principalmente para cambiar de actitudes gracias a los andrajos que entonces llevaremos puestos y nuestra relación será la que será como quien dice.
»Cuando ya vea que sigues con tus preguntas acerca de los pájaros del parque te contesto por email.
—No intentes desviar la conversación, por favor, que eres muy borde tú para esas cosas. En aquel entonces, ya cuando nos conocimos en persona, tenías la obligación de haberme contado lo de tus hijos por lo que no era tan raro.
—Bueno, pues elabora un cuestionario detallado con todos los ítems que quieras saber de mi persona o de otra forma una de las preguntas del cuestionario sería acerca de mi número favorito. Eso nos puede dar lugar a mucho más cariño y respeto entre nosotros y entonces querríamos hacernos algo que realmente nos hiciera volver a la realidad que en los momentos de bajón desaparece y eso no está nada bien. Si acaso miramos el pasado y volvemos a como estábamos antes de irnos por ahí a tontear, ¿qué te parece?
—No tengo ninguna duda aunque tampoco te aseguro nada de nada y punto y pelota.
—Sí. Sí, sí, sí. Sé más educada, hazme el puto favor. Ya no se notan las dificultades que hemos tenido.
—Hombre, eso no ha podido con nosotros y no lo puedo superar.
—Juntos esto no va a poder con nosotros, Niza. Y si llevamos una relación de tantos meses pues entonces…
—Yo soy una mujer que tiene muchísimo carácter —me corta—. Soy muy temprana pal rollo. Tengo un pronto demasiado temprano, sí. O sea que me he de controlar. Yo creo que tengo algo especial para llevar el cartel de amante tuya y aunque tengo mucha paciencia mucha paciencia ahí y que te quiero mucho pero la acción se basa en el cariño, en que tú me des lo que yo necesito manualmente, no solo con la polla, la lengua o el corazón. Veamos: yo vengo de una familia desestructurada con muchos problemas de drogas y alcohol y cosas peores, ¿me entiendes? Mi madre era una mujer que por donde iba arrastraba. Tú siempre te conformas con un buen catering.
—No me gusta la farándula.
—Está bien. Al mismo tiempo tengo la posibilidad de ser una mujer cruel a mi manera. Es a causa de los genes esos o como se diga».
Gracias por leerlo (si es que lo has leído).
¡Ah! Que no se me olvide esto: «para escribir bien (además de la Caligrafía y los cánones) hay que ser muy cuidadoso con la Ortografía». Por ejemplo, no hay que abusar de los paréntesis (como yo sí que hago en este escrito; mal hecho).
¡Hasta luego!
Josep
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