Ceda el paso | Por Lau Alabau
La costumbre hace ley dice el refrán y la ley, se puede transgredir o seguir. Gandhi decía que si la ley es injusta nuestra obligación es revocarla.
Hace dos años y medio que voy a terapia.
Es algo que explico con emoción y orgullo pues todos y cada uno de los céntimos invertidos en mi salud mental, han sido una gran inversión; soy un géminis con mucha terapia.
En la última sesión con mi psicóloga, hablamos de las costumbres y, por ende, de los patrones y los roles de poder. A pesar de mi voz fuerte, mi gesticulación avispada y mi aspecto duro, lo único que he querido en mi vida, es sentirme querido. Por motivos que aquí no cabe contar, desarrollé una postura, una costumbre y por lo tanto una ley, basada en la sumisión absoluta.
Cuando explico este rasgo de mi personalidad, a menudo, ante las reacciones de sorpresa, siempre acabo siendo oyente de los mismos comentarios: “eso es porqué estabas mal” “tienes que quererte más” o “no tenías suficiente personalidad”.
Me quedo asombrado al pensar que esa es la conclusión a la que llega la mayoría de gente. Me parece reduccionista, superficial e incluso injusto poner el foco en la persona que tiene el rol sumiso; pues para que haya unx oprimidx tiene que haber unx opresorx.
Tiene que existir la figura de alguien que imponga su ley, con autoridad, con contundencia y a veces con violencia. Como dice la expresión en latín Dura lex sed lex “la ley es dura, pero es la ley”.
Si en un acto de humildad decidimos trabajarnos para explorar nuestras carencias, está bien. Creo que conocerse uno mismo es una manera de conocer a los demás. Ceder y empatizar en mi opinión, son dos ramificaciones indiscutibles del amor. En este proceso de dos años y medio, me estoy conociendo de verdad. A mis 32 años estoy empezando a construir mi autoconcepto con cariño y respeto hacia mí mismo. Puestas todas las cartas sobre la mesa, ahora sé cuando y como quiero jugar. He desterrado por fin, el látigo que tan firmemente sostuvieron mis demonios durante tantos años y ellos no, no dan tregua.
Si, por otro lado, decidimos no trabajarnos, también está bien pero entonces debemos hacer un ejercicio de responsabilidad con lxs demás y con unx mismx y entender qué tipo de relaciones estamos construyendo. Bajo nuestra ley, no damos la opción a lxs demás para explicar, comentar y abrir su pecho en canal en un acto de confianza, porqué la otra persona ya sabe que no queremos entenderla. Ahí es donde legislamos, donde convertimos esa costumbre en un todo: bajo mis reglas o fuego y dragones.
Creo que estas personas se pierden una de las cosas más hermosas de esta vida. Cualquier relación es una reacción química, y toda química transforma. Tenemos miedo de ser lo que en realidad somos, de mostrar nuestra cara más amarga, nuestros miedos y nuestros traumas porque en realidad no tenemos ni idea de cuales son. La baraja esta un cajón esperando que algún suceso radical, lo abra.
Nos resistimos a descubrir y compartir nuestros aspectos más frágiles, a ceder el paso, a revisar nuestra ley. Tenemos un pánico terrible a que alguien nos pueda dañar y por eso mentimos, dañamos, ignoramos y culpamos a lxs demás de algo que no comprendemos: nosotrxs mismxs.
Por todo esto, un día decidí ser valiente, porqué en esta búsqueda he descubierto un arsenal de cosas de mí que no me gustan. Aún con todo, quiero seguir mirando más allá de mi corteza, porque ahí radica la verdad y solo la verdad nos hace libres.
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