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“Caligrafía, Ortografía, Gramática y…” | Por Josep Segui Dolz

“Caligrafía, Ortografía, Gramática y…” | Por Josep Segui Dolz

Lo de la «Caligrafía» es, a efectos prácticos, broma. Si no se hubieran inventado las máquinas de escribir (y un poco más tarde las computadoras u ordenadores) algunas y algunos (o muchas y muchos) no podríamos eso, escribir, ni de coña. O bien tendríamos que obligarnos a sufrir tortuosos cursos de Caligrafía que nos llevarían a que alguien pudiera o pudiese entender mínimamente siquiera lo que decimos en el papel.

Es el caso, por ejemplo, de quien firma esto ¡No entiendo ni mi propia letra! Si eres capaz de leer lo que hay en la foto tienes pagado un café. Lo prometo. Es un trocito de La chica que ha perdido el norte, mi última novela, https://www.josepseguidolz.info/la-chica-que-ha-perdido-el-norte. O sea que nada, eso, computadora (e imprenta o medios electrónicos, claro) y solucionado.

Pero con lo de la «Ortografía», la «Gramática» y … (la «Tipografía» y tal vez más) es diferente. Ahí sí que los ordenadores tienen muy poco que hacer. ¡No te fíes al cien por cien de los revisores/correctores al uso como el de Word! No digo que no sean útiles en muchas ocasiones; lo son. Pero no del todo, insisto. Siempre, siempre, siempre, va a haber que revisar y corregir, revisar y corregir, revisar y… un montón de veces. Y eso no es malo, como ya argumenté por encima encima hace unos pocos días (https://elescritor.es/opinion/panico-a-la-hoja-en-blanco-por-josep-segui-dolz). Y, como también aseveré, no hay que tener miedo ni flojera por asuntos de estas características.

En todos los cursos, talleres y manuales de escritura creativa y tal van a insistir una y mil veces en eso. Y por una vez (no te acostumbres, por favor) estoy de acuerdo.

Para amar la escritura hay que amar la ortografía y la gramática. Sí, amarlas, no exagero. ¿Cómo se hace? No tengo ni puta idea; pero hay que hacerlo. Ambas responden a reglas y técnicas que usualmente habremos aprendido en la escuela cuando éramos niñas o niños y tal vez más allá a base de leer muchísimo. Mas ahora que ya no lo somos (niñas o niños) tenemos que estar en un estado de (amable) alerta constante emocionándonos y sonriendo cada vez que encontremos un error incluso de tipografía (uno o dos muy de vez en cuando; en caso contrario hay que hacérselo mirar si quien escribe somos nosotros o hacérselo ver si quien lo hace es otra persona).

Y, por descontado, hay que seguir leyendo muchísimo.

 Tenemos muy claro que la perfección absoluta no existe, ¿verdad?

A veces, cuando tú obra ya está en imprenta o publicada definitivamente y ya no puedes cambiar nada, la revisas un poco y ¡plaf! Va y te encuentras con un error (básicamente de tipografía; de ortografía ya no debería haberlos: en todo caso alguna coma o acento o algo así que falta o sobra y de lo que no nos hemos dado cuenta en ninguna de las mil y pico revisiones). No pasa nada. Yo he visto eso en obras de grandísimos autores publicadas por grandísimas editoriales. Un error de esas características (o dos o tres, venga va) entre quinientos mil caracteres sin espacios es súper poco. No pasa nada, insisto.

Por ejemplo, en la primera línea del párrafo anterior hay uno, un error. No, en este caso si lo detectas no te invito a un café, que verlo es muy facilito, ¿eh? Y no me llegaría para pagar muchos cafés, no jodamos. Me dí cuenta enseguida. Pero no lo he corregido porque así este breve texto se hace un poco más distraído de leer, por decirlo de alguna manera…

Por cierto, ¿«dí» es con acento o sin? Espera, voy a mirarlo…

¡Pues no, no lleva! Y es que: «Las palabras monosílabas no llevan tilde según las reglas de acentuación, salvo que se utilice la tilde diacrítica». Como eso de «diacrítica» y mucho más me genera un tremendo lío mental pues cuando tengo dudas lo consulto aquí: Lleva Tilde – Reglas de acentuación de palabras | LlevaTilde.es. Por si acaso. De estos sí que me fío, al menos más que de mis líos mentales.

Pero ¿y esto?:

«Abila Sanhes fue un ombre meresedor de atensión i de apresio. Soldado pundonoroso onró  su institusión en la teoría i en la práktica. Tubo un alto consepto de la lealtad i fue asta el kampo de batalla. Ombre de cultura, enseñó siensias a jóbenes i adultos. Pensador, eskribió bastante en periódikos…».

Seguro que lo has reconocido. Sí, es un trocitín de Rayuela (1963) de Julio Cortázar (1914-1984). Más concretamente, está en la página 491 de la edición de 2016 de Debolsilo (Penguin Random House). La edición anterior que tenía en mi biblioteca cuando era más jovencito o no la encuentro o se la presté a alguien y ya ni se supo (suele pasar; un día de estos contaré otro caso similar y más reciente).

Y ahí (en Rayuela) hay más cosas así similares. O sea, más faltas de ortografía y tal.

¿Qué ha pasado aquí?

Desde luego, la culpa no es del traductor o traductora (que a veces puede pasar y a veces lo perdonamos) ya que el argentino escribía claramente en idioma español de su país aun incluyendo bastantes frases en inglés y francés  casi sin venir a cuento y sin traducir (cosa que no suele gustarle a la Real Academia Española, RAE).

¿Entonces?

Pues entonces resulta que Cortázar es Cortázar y hacía lo que le daba la gana muy a pesar, supongo, de la mencionada RAE. Y como él otros de enorme tamaño intelectual y literario; léase al irlandés Samuel Beckett (1906-1989) o al portugués José Saramago (1922-2010). A los dos, por cierto, se les concedió el Premio Nobel; en 1969 al primero y en 1998 al segundo. Y eso del premio no deja de ser un reconocimiento del más alto valor en el mundo de las letras, ¿no?

Ambos, además de otros asuntos que solo se pueden destacar leyendo y dejándose llevar por sus increíbles novelas (u obras de teatro en el caso del irlandés) parecían desconocer las reglas de los signos de puntuación. O tal vez las conocían demasiado… (apunte para la reflexión y el debate).

Mas va y resulta que por mucho que a veces nos creamos que podemos, nadie de quienes escribimos somos ni Cortázar, ni Beckett, ni Saramago (seguramente ellos mismos tampoco lo son) y parece que lo más aconsejable es eso: enamorarnos como quiera que sea de la Ortografía y la Gramática y seguir más o menos (más más que menos) sus reglas. En caso contrario corremos el claro riesgo de que ninguna editorial haceste ningüno de nuestros hescritos y también el de ke -en el caso de qe algien los lea- no entienda nada, lo cual seria vastante grabe, ¿berdáz?

¡Saludos!

Josep

https://www.josepseguidolz.info

P:E.: ¿Y los duendes, esos seres del más allá que, al menos a mí, siempre están susurrando cosas pocas horas antes del amanecer? No, no necesitan aprender ortografía y gramática. Nos dejan el trabajo a nosotros, ¡no lo van a hacer todo ellos!


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