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ARÉVALO (ÁVILA). VUELTA A LOS ORÍGENES.

ARÉVALO (ÁVILA). VUELTA A LOS ORÍGENES.

«Un cielo azul despejado aumenta el calor de la canícula. El brillo dorado de los fértiles campos de cereales de los sexmos cercanos dota al paisaje de una inconmensurable luz deslumbrante. La soledad del camino, recto, largo, en absoluto sinuoso, que parece no tener fin y que separa las apenas seis leguas desde Madrigal, cuna de Isabel la Católica, solo es interrumpida por el silbar del viento entre los escasos pinares que se agrupan jalonando la ruta. Alguna cigüeña, cernícalos, avutarda, sisones, milanos y aguiluchos se divisan sobre la estepa». (Página 18. La casa de mi habitación. Jesús Maury-Verdugo García. Editorial Círculo Rojo. 2022).

Jesús Maury-Verdugo García

            Recorrer los caminos castellanos, en este caso hacia Arévalo, sobrecoge y alimenta el espíritu. Han sido más de una las ocasiones en que en estos paisajes he dejado mi huella, sintiendo a cada paso que el espíritu de los antepasados se mezcla con la fría brisa. Un viaje de búsqueda y de invalorables encuentros.

            La carretera, igual que aquellos antiguos caminos, es solitaria; recta e interminable. El puente sobre el río Arevalillo que viene desde Madrigal de las Altas Torres es el final del trayecto e inicio de este recorrido iniciático: desde lo que fue el antiguo Convento de San Francisco de la Observancia, hasta la Iglesia del Salvador, en la plaza del mismo nombre. La plaza del Arrabal invita al paseo.

La iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos, aunque reformada en los siglos XVI y XVII, es parroquia desde el XIII; acoge a la Virgen de las Angustias, patrona de de Arévalo y su tierra, devoción ésta de la todavía princesa Isabel que luego llevaría siendo reina a la recién conquistada Granada.

            Atravesando el vetusto arco de Alcocer ─parte de la muralla de la ciudad─, dejando a un lado el camino hacia la iglesia de San Juan, accedemos a la plaza Real. Allí no queda nada de lo que fue el Palacio Real de Juan II de Castilla, donde moró en su infancia su hija.

            En la oferta gastronómica para reponer fuerzas no ha de faltar el cochinillo o el lechazo asado, exquisitos manjares que han de regarse con un tinto de Ribera, Rioja o Toro. El verdejo Ysabel de Madrigal no podemos dejar de probarlo tampoco.

            El paisaje humano al igual que el de sus fértiles tierras es a la vez adusto, seco y sufrido, pero a la vez sencillo, cercano, amable y de corazón profundo. Se respira, se vive, se siente y se transpira la vivencia de las cuidadas tradiciones que se convierten en orgullo.

            Nos trasladamos al medievo al llegar a la Plaza de la Villa serpenteando por las calles del insigne Alcalde Ronquillo y de la Alhóndiga ─cuyo edificio es ahora biblioteca─, con la vista puesta en las torres gemelas de la iglesia románica de San Martín, espacio público de exposiciones y donde el linaje de los Verdugo tuvo sus últimos enterramientos. Plaza que es espectacular espacio donde el ladrillo y las maderas de las viviendas conservan el sabor castellano en su pura esencia; nos protegemos de la lluvia bajo los soportales que en su perímetro soportan las columnas de piedra centenarias.

            Visita obligada son el museo de la Historia de la ciudad y el interesantísimo y didáctico Centro de Interpretación del arte mudéjar, muestra del cual tenemos frente a nosotros la sobrecogedora iglesia de Santa María la Mayor, del siglo XII, declarada Bien de Interés Cultural.

Jesús Maury-Verdugo García
Jesús Maury-Verdugo García

            Y el remozado castillo de Arévalo que marca el perfil del cielo arevalense en el extremo norte es también visita obligada, como lo es el mirador al río Adaja; un camino serpenteante paralelo al río nos lleva hasta su confluencia con el Arevalillo, el arco de Medina y la iglesia de San Miguel Arcángel junto a restos de la muralla.

            De regreso al Arrabal la Real Posada de los Cinco Linajes nos acoge generosamente para descansar: el recuerdo presente de los Tapia, Sedeños, Briceños, Montalvos y los Verdugos; éstos últimos motivo principal de la travesía por tierras de la meseta.

            Ya solo queda…volver.


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