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La diversidad como motor de cambio | Por Lourdes Justo

Diversidad - Lourdes Justo

¿Qué hace que unas personas encuentren luz donde otras solo ven oscuridad? ¿Hasta qué punto la diferencia entre mirar y ver define nuestra singularidad?

Los grandes avances de la humanidad surgieron gracias a personas que no se conformaban con un simple vistazo, una postura arriesgada en una sociedad que durante siglos ha considerado lo normativo como una virtud. Pero tengo malas noticias: lo convencional no inventa, no transforma… simplemente repite. La verdadera innovación nace de la diferencia, de esas cabezas que sienten, cuestionan y perciben el mundo de otra manera, pero que, precisamente por eso, nunca llegan a encajar del todo.

Posiblemente hayas oído críticas hacia alguien por sus manías. Olvidan que, cierto día, una manzana cayó al suelo, y eso tan trivial inspiró a Newton en el planteamiento de la ley de la gravedad. De manera similar, si ves a alguien que se pasa el día ensimismado, piensa en Einstein, quien, inmerso en sus ideas, formuló la teoría de la relatividad; o, si te perturba un músico obsesionado con la perfección de cada nota, escucha a Mozart, cuya meticulosidad dio lugar a melodías que hoy conmueven al mundo.

Incluso quienes parecen demasiado lentos pueden dejar una huella imborrable:  Darwin tardó décadas en concluir su libro El origen de las especies, cambiando para siempre la biología. O ese niño imaginativo que dibuja en cualquier parte, tal como Leonardo da Vinci llenaba hojas y más hojas con bocetos de diferentes máquinas siglos antes de que existieran.

No olvidemos tampoco al obsesivo detallismo de Miguel Ángel, gracias al cual hoy podemos admirar la Capilla Sixtina; ni a Vincent van Gogh: mostró un comportamiento social atípico, pero justamente ese carácter introspectivo y atormentado fue el que dio vida a algunas de las obras más famosas del arte moderno.

Pues bien, aunque en aquellos tiempos no se hablaba en términos clínicos, eran personas que mostraban una excepcionalidad cognitiva que las alejaba, inevitablemente, del molde social. Hoy contamos con herramientas de diagnóstico que nos permiten identificar la diversidad de la mente humana y apreciarla como un motor de genialidad.

Grandes mentes, con sus neurodivergencias como parte de sí mismos, han revolucionado el mundo. Su originalidad fue precisamente la chispa que encendió la innovación en el deporte, el arte, la ciencia y la conciencia colectiva. Por eso, la forma que tenemos de procesar la realidad debería considerarse patrimonio. De hecho, la diferencia, tantas veces juzgada y malinterpretada, es una semilla, y la desviación del patrón es la energía que la nutre.

A tu alrededor hay talentos únicos que no se valoran. Son etiquetados como “raritos”, y hay quien se escuda en esa percepción para marginarlos, para privarlos del espacio que necesitan para brillar. Pero ese potencial no puede apagarse. Seguirá latente. No obstante, por desgracia, siguen enfrentando barreras invisibles: prejuicios, acoso, difamación… Se les arrincona; se les exige encajar en moldes en los que claramente no caben. Entonces, desbordan, se reinventan, y ese proceso provoca un cambio que no siempre es celebrado. La incomodidad que en algunos de mentalidad estrecha genera lo distinto suele ser más fuerte que su capacidad para comprenderlo. Observar con otros ojos y escuchar sin recelos, les ayuda descubrir que la originalidad no es una amenaza: es una oportunidad para enriquecer nuestra perspectiva y construir un mundo más humano.

La neurodiversidad, cuando se le da espacio, puede encender ideas y abrir caminos que antes no existían. Aceptarla significa entender que todos poseemos un valor y que eso debe enriquecernos. Así que, cuando te sorprenda la rareza de alguien, no la señales: recuerda que, si hoy tienes luz, es gracias al obstinado Edison, que perfeccionó la bombilla eléctrica y la llevó a los hogares. Si viajas surcando el cielo, piensa en los ingeniosos hermanos Wright, que se negaron a creer que volar era solo para los pájaros. Y piensa también en el testarudo Gutenberg, gracias a quien hoy sostienes un libro impreso.

Ten presente que en el interior de una persona especial puede latir un músico, escritor, dibujante o científico que, con su terquedad e hiperfoco, descubra el remedio que te cure el cáncer y salve tu vida.


© 2025. Lourdes Justo Adán. Todos los derechos reservados.

Docente especialista en Educación Infantil, en Educación Primaria y en Pedagogía Terapéutica.

Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Orientadora Escolar.

Escritora.

Coach de víctimas de maltrato psicológico.

https://lourdesjustoadan.blogspot.com

nubeluz174@gmail.com

Categorías: Opinión
Etiquetas: Lourdes Justo
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