La fantasía que reinventa el mito del viaje: “La última peregrina”, el canto épico a un mundo suspendido entre nubes
En un momento en que la fantasía busca expandir sus horizontes, Kuásar Lutece aparece con una propuesta que combina mitología inventada, poética visual y aventura espiritual. La última peregrina es una novela que no solo construye un mundo: lo eleva, literalmente, para situarlo en un firmamento donde cada amanecer despierta sobre un océano de nubes. El reino de Caedwyn, sostenido por colosales cadenas que lo anclan a lo imposible, se convierte en uno de los escenarios más evocadores del género reciente.
Desde tiempos remotos, la voz de la profeta Odeni marcó el destino de este mundo suspendido. Sus palabras dieron origen a los grandes peregrinajes: rutas que definieron el horizonte, caminos recorridos por héroes que buscaban respuestas al misterio del fin del mundo. Sin embargo, en el presente de la novela, ese fervor se ha diluido. Apenas unos pocos peregrinos siguen los senderos ancestrales, como si las viejas historias hubieran quedado reducidas a susurros sin relevancia.
Pero el pasado nunca desaparece del todo. Lutece recupera la figura de los cuatro archiperegrinos, viajeros legendarios que partieron desde la ciudad anillada de Aon Pristil para hallar los límites del mundo… y jamás regresaron. Con el paso de los siglos, sus hazañas se convirtieron en mito, luego en duda, después en anécdota. Lo que antes fue epopeya hoy es casi una curiosidad histórica.
Es en ese vacío —entre la memoria y el olvido— donde nace La última peregrina. Lutece utiliza la historia perdida de estos héroes como catalizador para una nueva búsqueda, un eco lejano que llama a ser escuchado. Con un estilo detallista, sensorial y marcado por un profundo sentido de la atmósfera, el autor levanta un universo en el que cada elemento tiene peso simbólico: las cadenas que sujetan el reino, los caminos trazados por la profeta, los silencios que habitan las nubes y los nombres que dejaron de pronunciarse.
La novela funciona tanto como aventura como reflexión. Lutece invita a preguntarse qué ocurre cuando las sociedades olvidan su origen, cuando la comodidad desplaza el asombro y cuando los héroes se transforman en decorado. En ese contexto, la figura de “la última peregrina” —cuyo viaje da sentido al título— se alza como un recordatorio de la necesidad de volver a caminar hacia lo desconocido, de recuperar lo que fue enterrado bajo siglos de duda.
Con un mundo original y una prosa que respira mito, La última peregrina se consolida como una de esas obras que devuelven al lector el deseo de explorar, de descubrir, de dejarse llevar por historias que aún guardan misterio. Una fantasía que no imita: evoca, eleva y renueva el asombro.

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