Naihara Cardona Martínez, nos cuenta todo sobre su obra «Derecho Sistémico»
- Naihara, eres una profesional con una formación extensa y variada. ¿Cómo influenció tu trayectoria académica en Derecho y Psicología Sistémica tu decisión de escribir este libro?
Siempre tuve interés en aprender cualquier cosa en general. Tengo una curiosidad innata. Sobretodo, por aquello que me resulta útil para la vida y tanto el derecho como la psicología, lo son, son aplicables a cualquier ámbito. Desde firmar un contrato de alquiler, la compra de un coche o las relaciones con tus hijos o tus vecinos. Cuando finalmente di con las constelaciones familiares, en el ámbito terapéutico, y vi el gran impacto positivo que tuvieron tanto en mi vida como en mi carrera, no pude contener las ganas de expandir esa transformación al mayor número de personas posibles. Las leyes son rígidas, mentales. La psicología mira la parte más humana de las personas. Las constelaciones, miran el alma y lo transgeneracional. Cuando lo mezclamos todo y sale como resultado el Derecho Sistémico, es una nueva visión del mundo que eleva tu energía a otro nivel, amplías la comprensión de tu historia y de tus clientes. Es como hacer una foto y utilizar el zoom para ampliar la imagen: eso es lo que ocurre con el Derecho sistémico: amplías la mirada, aunque la imagen sigue siendo la misma, ves mejor.
- El enfoque sistémico aplicado al derecho es algo novedoso. ¿Qué te llevó a interesarte por las constelaciones familiares de Bert Hellinger y cómo las conectaste con el ámbito legal?
Empecé mi proceso personal con constelaciones familiares a raíz de la separación del padre de mi primer hijo. Tuve una infancia difícil, a los 16 me emancipé y siempre vivía en la lucha por la supervivencia, a todos los niveles. Cuando la vida te da una patada cósmica y empiezas a plantearte de verdad qué es lo que te está llevando a repetir ciertos patrones, ciertas situaciones, mirando hacia adentro en lugar de culpar al exterior, dejas de lamentarte por lo que te pasó y empiezas a hacerte responsable de lo que puedes hacer tú con lo que te ocurrió, ahí empieza el cambio. Lo de conectarlas con el ámbito legal, no se me ocurrió a mí. Quería hacerlo pero no sabía cómo. Fue entonces cuando supe de la existencia del juez brasileño, Sami Storch, quien con gran maestría empezó a aplicarlas en los tribunales. Me sumergí de lleno a formarme con él y así fue como empezó la unión entre ambos mundos aparentemente muy dispares, que realmente, no lo son tantos. Al final, las personas con conflictos jurídicos son humanos, y todos tenemos los mismos dolores y los mismos amores, no somos tan distintos.
- En tu libro hablas de cómo el Derecho Sistémico ofrece una forma más humanizada de resolver conflictos. ¿Podrías contarnos algún caso que ejemplifique esta transformación en la práctica?
Cuando las personas se enzarzan en la batalla judicial, se quedan en los argumentos superficiales, en los dimes y diretes, lo que me hiciste, lo que me dijiste, lo que no me hiciste o lo que no me dijiste. Sin embargo, se olvidan de respirar y mirar profundo: ¿Qué es lo que lleva a una persona a actuar de una determinada manera? ¿Qué me ha llevado a mí a relacionarme con una persona que actúa de esta manera? Y siempre con el foco hacia adentro, podemos encontrar la verdadera solución porque si vamos solo a la parte jurídica, podemos ganar este juicio pero muy probablemente en un futuro nos encontraremos con otra persona diferente con la que repetiremos la misma dinámica. Esto se ve muy bien en mujeres maltratadas. ¿Por qué eligen una y otra vez hombres que las maltratan? También ocurre con personas que siempre tienen deudas, que sus parejas siempre les son infieles o con la reincidencia delictiva. Es difícil salir de determinados patrones y lo que hacemos desde esta persepectiva es eso, observar qué dinámica inconsciente nos lleva a repetir determinadas situaciones para poder generar un cambio profundo.
- ¿Qué retos has enfrentado al introducir este enfoque en un sistema judicial más tradicional y estructurado?
Siendo honestos, no he introducido nada en ningún sistema tradicional y estructurado. Lo único que he hecho es aplicármelo a mí misma, en mi vida personal, en mi postura como profesional del derecho y con los clientes que están abiertos a esta nueva mirada. A día de hoy, no existe esta práctica en los juzgados españoles, aunque mi próximo objetivo es formar a suficientes profesionales como para que se pueda dar un cambio, muy necesario en la materia. Todos los profesionales, tanto los privados como los servidores públicos, están agotados del sistema que incita a litigar, que lleva a ganar/perder casos, pero no resuelve los problemas de fondo. Pero no podemos esperar a que cambie el sistema. Nosotros, los abogados, somos la primera persona que recibe al cliente. Muchas veces, queremos que los jueces cambien, y no es ese el orden. Si nosotros como abogados ya preparamos al cliente de esta nueva forma, poco a poco irá llegando el cambio a los tribunales. Los abogados tenemos gran influencia sobre la forma en que se puede desarrollar un caso.
- ¿Qué papel juegan los «órdenes del amor» y la inclusión de los excluidos en la resolución de conflictos legales, según el Derecho Sistémico?
En los excluidos suele estar la solución. También en que cada uno ocupe su lugar. Bert Hellinger decía: primero el orden, y luego fluye el amor. ¿Y qué quiere decir esto? Que si yo soy un empleado, no puedo pretender tomar las decisiones que debe tomar mi jefe, porque me estaré extralimitando en mis funciones y eso me va a generar conflicto en la empresa. Entonces, desde mi lugar, tengo que hacer lo que me corresponde. Mi lugar en mi familia, mi lugar en mi empresa, mi lugar en cada contexto. Y además de ocupar mi lugar, darle un lugar a todos los excluidos. ¿Y quiénes son los excluidos? Aquel padre alcohólico que nos abandonó, aquella tía que dejó a mi madre sin la herencia de la abuela, aquella hija de madre soltera porque el padre fue un hombre casado… Todas aquellas personas que en todas las familias nos cuentan historias, y que las juzgamos, creyendo que nosotros tenemos un derecho a pertenecer y ellos no, porque no son suficientemente dignos. Cuando hacemos esto, automáticamente vendrá alguien en una generación posterior y en honor a ese excluido, llevará a cabo el mismo comportamiento. Solo cuando le damos un lugar en el sistema a todo el mundo, con independencia de lo que hayan hecho, les permitimos ocupar el lugar que les corresponde, se puede dar una verdadera sanación. No podemos cambiar lo que ocurrió, pero sí podemos mirarlo, honrarlo y hacer que apartir de ahora sea diferente. Ya decía Jung que lo que niegas te somete y lo que aceptas te transforma.
- En la actualidad, ¿cómo ha sido recibida la idea del Derecho Sistémico tanto por tus colegas en el ámbito del derecho como por los clientes?
La verdad es que muy bien. Aunque debo decir que para trabajar así hay que ser valiente en el sentido de que hay que estar dispuesto a soportar críticas y a renunciar a clientes, porque esto no es para todo el mundo. El tipo de cliente que tienes cambia, empiezan a llegar clientes más alineados con tu forma de trabajar. Y al estar en sintonía, también se reducen los impagos y hay muchas consecuencias positivas. Cuando uno tiene el convencimiento de algo, puede llevarlo a cabo con determinación y llevando la teoría a la práctica, les damos un lugar en el corazón a todos aquellos que lo rechazan. Al fin y al cabo, solo siguen los mandatos de su buena conciencia, siendo fieles a lo que ya conocen y rechazando lo desconocido. Shopenhauer decía que toda verdad pasa por tres etapas: Primero, es ridiculizada. Segundo, es violentamente opuesta. Tercero, es aceptada como algo evidente. Y a Giordano Bruno lo quemaron en la hoguera por decir que la Tierra era redonda. No sé cuántos años tienen que pasar para que haya una aceptación de una realidad ineludible como son las constelaciones familiares. Lo veré o no, pero para mí está más que demostrado. Invito a la gente que lo experimenten, y critiquen con conocimiento de causa.
- El libro parece tener un enfoque muy práctico. ¿Cómo pueden los profesionales del derecho comenzar a integrar este enfoque sistémico en sus casos diarios?
¿Cómo puede alguien ejercer de abogado? La respuesta parece obvia, ¿verdad? Yendo a la universidad y estudiando derecho. Pues esto es lo mismo. Cuando lo ves en la práctica, parece tan sencillo que lo puede hacer cualquiera. No obstante, lo sencillo lleva mucho proceso, reflexión y conocimiento detrás para que parezca tan sencillo. Hay que pasar por un proceso de autoconocimiento y hacer los entrenamientos pertinentes para poder trabajar de esta manera. Hay gente que vende cursos «hazce constelador en tres meses». Sería como decir «hazte abogado en tres meses», es la misma barbaridad. Formarse con profesionales bien preparados es la única manera para poder integrar este enfoque. No obstante, la lectura del libro o mi curso online es una muy buena introducción en la materia, para quien le llame la atención esta nueva forma de mirar.
- En tu experiencia personal, ¿cómo ha influido el enfoque sistémico en la forma en que abordas tus propias relaciones familiares y personales?
1000%. Mi familia sigue siendo la misma, pero no mi forma de relacionarme con ella. Mi actual pareja, elegida tras haber hecho un proceso, tampoco tiene nada que ver con la anterior. Y eso es una consecuencia de cómo está uno en cada momento. Y no se trata de un cambio externo, de darse abrazos todo el tiempo o de comer juntos todos los domingos. Puedes incluso no tener relación con un familiar, porque ha fallecido, porque vive lejos o porque ha tenido un comportamiento que te ha hecho daño y se ha roto la relación por una causa justificada. Sin embargo, aunque se haya roto la relación y tal vez esa sea la mejor solución, el vínculo permanece intacto. No es lo mismo dejarse de hablar con alguien con rabia, con enfado, creyéndome mejor que el otro, que romper una relación porque realmente es perjudicial para mí, pero honrando y respetando a esa persona con el destino que le ha tocado, que seguramente tampoco es fácil. Y eso, marca una gran diferencia en las relaciones a todos los niveles. Como es adentro, es afuera. Las relaciones que uno tiene, son una consecuencia de cómo está uno por dentro.
- ¿A qué tipo de público recomendarías tu libro y qué crees que puede aportarles en su vida diaria, más allá del ámbito judicial?
Voy a confesarte algo. Inicialmente, este libro se iba a titular «Los problemas legales no existen». Sin embargo, me parecía que le faltaba la palabra «Derecho sistémico» en su título, así que, una vez escrito, a días de la publicación, le cambié el título. ¿Y qué te quiero decir con esto? Que es para absolutamente cualquier persona, pues todos tenemos problemas legales. Todos compramos bienes, nos casamos, heredamos, tenemos una relación laboral/mercantil, etc. pero sobretodo, todos nos relacionamos. Y donde hay relaciones, hay conflicto. La única manera de no tener conflictos es no relacionarse con nadie. Por lo tanto, es recomendable para absolutamente cualquier persona y, además, para los abogados, quienes generalmente tenemos una gran herida de la injsuticia, estudiamos derecho para salvar a los demás, queremos contribuir a un mundo mejor, y este enfoque nos quita mucha carga que nos lleva a enfermar. ¡Debería ser de lectura obligatoria en la universidad!
- Para finalizar, ¿qué tal ha sido la experiencia publicando con la editorial Círculo Rojo?
La verdad es que ha sido muy buena. En mi caso, ya había publicado el libro, en solitario, ocupándome yo de todo y eso hace que esta segunda edición haya sido mucho más fácil. Lo que sí puedo decir que habiendo publicado en solitario y luego con círculo rojo, es mucho mejor esta segunda opción porque son profesionales que dan un gran soporte en cada etapa del proceso y cuando no tienes experiencia, es de agradecer. ¡Lo recomiendo!