Entrevistamos a Francisca García Guirado, autora de la obra “Un cura de una vez”, que ha sido publicada por Círculo Rojo.

Tu obra “Un cura de una vez” está basada en la vida del sacerdote jesuita P. Enrique Mazorra Abascal SJ. ¿Qué te inspiró a escribir sobre su vida y legado?
En el primer aniversario de la muerte del P. Mazorra me pidieron que escribiera una semblanza para leerla al principio de la Misa. Al sentarme ante el ordenador, me venían a la mente tantas cosas bonitas que me parecía que toda semblanza quedaría pobre y no le haría justicia. De ahí el deseo de escribir un libro sobre su vida. Deseé recoger la mayor documentación posible cuando todavía había muchos testigos vivos; gente que le conocía bien, colaboradores, familia, dirigidos/as, benefactores. No quería que se perdiera su estela, ¡y me lancé a la aventura!
La sinopsis menciona que no pretendes escribir una biografía convencional, sino recoger capítulos de la vida del P. Mazorra. ¿Cómo decidiste abordar esta estructura narrativa y qué aspectos específicos de su vida deseabas resaltar?
No pretendí escribir una biografía propiamente dicha porque, cuando empecé a escribir, al año de la muerte del P. Mazorra, hacía demasiado poco tiempo como para abordar una biografía completa. Eso será tarea para otro biógrafo. Yo sólo pretendía que no se perdiera su memoria en cuanto al legado espiritual y asistencial que dejó. Pretendía que su rica vida pudiera enriquecer a muchos, creyentes y no creyentes, ¡todos pueden encontrar una luz al contacto con él! Y eso con los elementos con los que contaba: mi propia experiencia, algunos de sus muchos escritos, la documentación de sus obras de apostolado y los testimonios que podía recabar. Pienso que hombres como él no hay muchos en la vida, con un ramillete de virtudes ceñido por las dos más excelsas: la caridad y la humildad, un hombre que puede estimular a quien lo conozca a ser mejor y más feliz; creo que su vida abre puertas y da esperanza, y eso es lo que pretendía al abordar la tarea de escribir el libro.
Has trabajado durante 17 años con el P. Mazorra. ¿Cómo influyó esa relación en tu percepción de su espiritualidad y acciones, y cómo crees que esa experiencia se refleja en tu libro?
Esa relación de 17 años con el P. Mazorra, escuchándolo, viéndolo actuar y trabajando con él ha influido muchísimo en mi percepción de su espiritualidad y sus acciones. En mi libro hablo de cosas que he visto y oído, de las que soy testigo, aunque he intentado que eso en el libro no se note. Hablo siempre, excepto en dos ocasiones, en tercera persona.
“Un cura de una vez” destaca la espiritualidad y las obras del P. Mazorra, incluida la fundación de la Pequeña Compañía de Jesús y la Fundación Benéfica Virgen de Valvanuz. ¿Cómo creaste un equilibrio en la narrativa para explorar tanto su vida espiritual como sus acciones humanitarias?
Efectivamente, he seguido un estilo narrativo y para ello me he servido de la línea cronológica de su vida. Esto era fácil. Encontrar el equilibrio también, pues todas las etapas de su vida estaban impregnadas de una gran espiritualidad, fruto de su amor a Dios y su contacto íntimo con Él a través de la oración. Ese era el motor y el oxígeno de su vida. Consecuentemente, como fruto del amor de Jesús, del que estaba imbuido, emanaban todas sus acciones humanitarias.

La sinopsis también menciona que el libro está salpicado de testimonios de personas que conocieron al P. Mazorra. ¿Cómo eligiste y recopilaste estos testimonios para dar una visión completa de su impacto en la sociedad?
En primer lugar, contacté con las hermanas de la Pequeña Compañía para ver quiénes querían dar su testimonio; obtuve el de cuatro. En segundo lugar, me puse en contacto con su familia: su hermano Juan, su cuñada Antoñita y su Mari Ángeles Mazorra. Juan y Antoñita me contaron muchas cosas de su hermano y cuñado respectivamente, las cuales grabé y en gran parte están recogidas en el libro. Mari Ángeles escribió una bella semblanza de su tío, que va al final del libro. Igualmente, contacté con un sacerdote jesuita, amigo de Mazorra, el P. Diego Muñoz, que me concedió varias entrevistas, que grabé íntegras. Esta fue una preciosa aportación. Después hablé con algunos voluntarios de la Fundación Virgen de Valvanuz proponiéndoles lo mismo. Reaccionaron muy positivamente. Entre ellos se fueron contagiando para escribir sobre “el padre”, y así me encontré con múltiples testimonios de voluntarios y de algún que otro beneficiario de la Fundación. También algunas dirigidas de Mazorra se enteraron de lo del libro y quisieron aportar la semblanza sobre él.
La noticia del proyecto del libro llegó a Sudamérica y colaboradoras del padre en las misiones se ofrecieron voluntariamente a contarme sus experiencias con él y me ofrecieron la documentación de que disponían.
Así quedaba plasmado en el libro el impacto que el padre Enrique había dejado en los ámbitos en los que más había desarrollado su misión: la Pequeña Compañía de Jesús, la Fundación Benéfica Virgen de Valvanuz, las misiones populares, las misiones en Sudamérica y la dirección espiritual.
Además de su labor asistencial, el P. Mazorra se destacó por su compromiso con cuestiones sociales y la promoción de la mujer. ¿Cómo abordas estas facetas en la obra y qué desafíos enfrentó el P. Mazorra al llevar a cabo estas acciones?
Esto es muy interesante. La cuestión social fue esencial en su vida de sacerdote. Empezaré por la promoción de la mujer: Lo primero que hizo cuando se puso en marcha la Fundación Benéfica Virgen de Valvanuz (en adelante, FBVV) en Cádiz, fue abrir una casa de acogida para mujeres con graves problemas sociales y de marginación: mujeres maltratadas, prostitutas, chicas drogadictas, etc. La casa se convirtió en un oasis de paz para ellas y, en muchos casos, en un trampolín para llevar una vida digna fuera de la casa, buscándoles trabajo, vivienda propia, etc.
Después, cuando el P. Mazorra estuvo en misiones, en América, propició en los lugares donde estaba, casas de acogida a jóvenes para que pudieran ir a la escuela y, posteriormente, una vez formadas en los estudios de Secundaria, algún que otro piso de estudiantes en la ciudad para que pudieran ir a la Universidad. En el campo eclesial, el P. Mazorra quiso que las chicas que entraron en la Pequeña Compañía de Jesús tuvieran sus estudios universitarios terminados y estudiaran también teología. Quería mujeres preparadas y capacitadas para afrontar aquellas tareas que en la Iglesia hoy se permite a la mujer.
Por supuesto, en la cuestión social de la que estamos hablando, ocuparon un lugar privilegiado los pobres, que fueron atendidos en los centros de la FVBV, en España (Cádiz, Sevilla y Málaga), y en todo momento en las parroquias que regentaba Mazorra en misiones, como se puede ver en el libro.
Mención especial es la de la fundación de la Casa de Niños (Mita Roga, en guaraní) San José, en Encarnación, Paraguay. Ahí se acogen a niños de la calle y se les da una formación integral y, más importante que eso, se les da una familia donde puedan curar sus heridas y hacerse hombres y mujeres con un futuro.
En este tema social, es de destacar cómo el padre se implicó con los trabajadores; cómo luchó codo a codo con ellos en la reivindicación de sus derechos durante las huelgas que llevaron a cabo mientras se construía la obra hidroeléctrica de Yacyretá, en Ayolas, Paraguay.
Por último, cómo no mencionar el Proyecto Madre Tierra Inmaculada, Yacutinga, mediante el cual se proporcionó a muchas familias casa y tierra, como se ve detalladamente en el libro.
El P. Mazorra fue un defensor de los derechos de los obreros, los pobres y la promoción de la mujer. ¿Cómo lograste transmitir la profundidad y autenticidad de su compromiso social en la narrativa?
Desde mi conocimiento personal del padre. Fui testigo de su profundidad y autenticidad a lo largo de muchos años y situaciones diversas. Vivía para eso, para entregarse a los demás; eso le daba alegría y mantenía siempre su mente activa y creativa para ayudar más y mejor; su ambición no tenía límites en cuanto a la ayuda se refiere. Y la gente que le rodeaba lo sabía y le ayuda económicamente.
También desde los múltiples testimonios de las personas que le conocieron y acompañaron en su tarea evangelizadora y asistencial, así como por las obras realizadas. En Mado Cruce (Provincia de Misiones, Argentina) hicieron un hospital con su nombre: Hospital Padre Enrique, como reconocimiento de su labor asistencial.

Mencionas que el libro es de fácil y amena lectura, pero también profundo. ¿Cómo encontraste el equilibrio entre hacer la obra accesible para diferentes lectores y mantener su profundidad temática?
Creo que es de fácil lectura porque los que han leído la obra o parte de ella me lo han dicho y porque creo que escribo con sencillez. En cuanto a la profundad, pienso que no es mérito mío; emana del personaje. Él era un hombre profundo como pocos. A menos que te asomaras con discreción y humildad a su interior, podías captar esa profundidad que brotaba de sus palabras, de sus silencios y de sus actuaciones. Eso se refleja en el libro. También se puede percibir la profundidad temática en los escritos del padre (cartas, circulares, notas autobiográficas) de que está salpicada la obra, así como en los audios que le grabaron al final de su vida y que hemos recogido íntegros.
Cambiando de tema, ¿cómo ha sido tu experiencia publicando con la editorial Círculo Rojo? ¿Puedes compartir algunos detalles sobre esa colaboración y cómo ha influido en la realización de tu obra?
Mi experiencia ha sido muy positiva. Desde el principio me han facilitado todo, empezando por mi editora, Nazaret, y siguiendo por todos los profesionales (correctora, encargados de maquetación, diseño etc.) que me han acompañado en este itinerario de la edición. Por ejemplo, y como detalle, destacar toda la paciencia y el cariño que ha tenido mi correctora, Alicia Roma. Todo me lo hacía fácil; era ágil y efectiva y al valorar mi obra al leerla me ha animado a seguir escribiendo en adelante.
¿Tienes planes para futuros proyectos literarios? ¿Podrías adelantarnos algo sobre lo que podríamos esperar de ti en el futuro?
Pues sí, tengo planes para futuros proyectos literarios.
En primer lugar, si el libro “Un cura de una vez” se difunde bien; si veo que la vida del P. Mazorra llega a la gente, si le interesa, puedo emprender otro libro de carácter temático sobre la base de las múltiples cartas que escribió y que están a mi disposición.
Por otro lado, tengo en elaboración, desde hace unos años, un libro sobre mi vida que tendría como título TODO ES DON; me gustaría terminarlo, pero no tengo ningún convencimiento de querer editarlo; me da un poco de pudor. En fin, ya se verá. Y tengo otro proyecto, que me lo inspiró un hijo mío al decirme que escribiera algo dirigido a él para cuando yo no estuviera; para que en momentos en los que no supiera qué hacer pudiera encontrar en el libro una respuesta. Consejos que damos las madres a los hijos, según circunstancias y estados de ánimo; algo en que la Palabra de Dios tuviera también un espacio. El libro se llamaría CUANDO YO NO ESTÉ, y la idea es que pudiera servir a otros muchos jóvenes. Pero, bueno, eso ahora es solo un sueño. Por lo demás, estoy abierta a sugerencias.
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