En un panorama literario cada vez más abierto a las historias que rompen moldes, Romy Ramé se posiciona como una voz cálida, sincera y profundamente humana. Su más reciente novela, Si la luz acaricia tu mirada, no solo acaricia, como sugiere el título, sino que también sacude con una verdad sutil: el amor no siempre entra por la puerta que uno espera, pero cuando llega, cambia el aire de toda la casa.
Toni, protagonista de esta historia, vive atrapado en un laberinto de emociones sin resolver. Está enamorado de su mejor amigo, una imposibilidad afectiva que lo desgasta en silencio. La vida, sin embargo, sigue girando, entre gafas olvidadas, pendientes brillantes y una sonrisa que, quizás sin quererlo, le señala otra dirección. Ramé nos presenta un personaje que, aunque roto, no ha perdido la capacidad de mirar con dulzura a quienes lo rodean, incluso a la novia de ese mejor amigo, a quien “aborrece” pero también comprende.
Del otro lado, está Raúl. Con un ceño fruncido y una lengua sin filtros, parece cargar con una vida que hasta ahora no le ha dejado ser. Su historia no es solo la de un joven queer buscando amor; es la de alguien que apenas empieza a escribir su identidad con letra propia, lejos de los dictados familiares, en el terreno incierto de la libertad.
Lo que Romy Ramé consigue entre ellos no es una historia de amor como tantas otras. Es un cruce de caminos, un destello en medio de la rutina. Toni y Raúl no se buscan, pero se encuentran. No se prometen nada, pero descubren todo. Y en ese intersticio entre el deseo y el miedo, entre el cansancio y la esperanza, nace algo genuino. Porque Si la luz acaricia tu mirada no trata sobre finales felices, sino sobre comienzos verdaderos.
Ramé escribe con una ternura que no es ingenua, sino valiente. Su estilo sencillo y directo atrapa por lo que no dice tanto como por lo que enuncia: una mirada, un gesto, una pausa, pueden ser tan potentes como una confesión. Es una escritura íntima, como si el lector espiara desde una rendija la vida de dos personas que intentan, apenas, ser quienes son.
Este libro no grita, no dramatiza: susurra. Pero ese susurro queda, resuena, conmueve. Como la luz que, sin permiso, entra por una ventana y nos obliga a ver lo que antes ignorábamos.
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