¿Te has sentido fuera de lugar en un mundo que parece ir demasiado rápido? Entonces necesitas leer “Lo que tardé en encontrarme”
Hay personajes que se sienten reales no por lo que hacen, sino por lo que piensan, por cómo cuestionan el mundo que los rodea. Bea, la protagonista de Lo que tardé en encontrarme, la primera novela de Patricia Huertas, es una de esas voces que se queda en la mente del lector mucho después de haber cerrado el libro.
En apariencia, Bea es una joven más. Pero su historia es la de una generación entera: brillante, cansada, desencantada, sensible, rabiosa y profundamente lúcida. Con un pie en la adultez y otro en la nostalgia de lo que se perdió por el camino, su vida parece un disco rayado en el que siempre suena la misma canción: la de la incomodidad, la duda, la búsqueda y el inconformismo.
La novela es, ante todo, un viaje interior. Pero no uno de esos que se idealizan en libros de autoayuda o relatos de iluminación. Aquí, el viaje es caótico, incómodo y lleno de baches emocionales. Bea conversa —con amigos, con colegas, con desconocidos, con ella misma— y en esas conversaciones, aparentemente casuales, emerge una crítica sutil pero afilada al mundo moderno: una sociedad que exige respuestas rápidas, que castiga la vulnerabilidad y que convierte a sus individuos más sensibles en elementos incómodos.
Patricia Huertas construye su narrativa desde la empatía, sin caer en la condescendencia ni en los tópicos. Su prosa es cercana, pero no superficial; directa, pero cargada de capas. Lo que tardé en encontrarme no solo habla de relaciones sentimentales, familiares o sociales: habla de cómo esas relaciones moldean (o deforman) nuestra identidad, especialmente cuando sentimos que la sociedad nos ha dado la espalda.
La protagonista, profesora de educación infantil, es también una especie de cronista involuntaria de un malestar colectivo. Con una mirada entre el escepticismo y la ternura, Bea encarna la paradoja de una juventud que se siente vieja antes de tiempo, de un mundo que parece exigir que uno se reinvente, pero al mismo tiempo impide cualquier intento de cambio real.
Lo que tardé en encontrarme es una novela generacional, sí, pero sobre todo es una novela humana. En ella, no hay grandes gestas, sino pequeñas revelaciones. No hay respuestas claras, pero sí preguntas necesarias. Es una obra que no busca cerrar heridas, sino entender de dónde vienen. Y eso, en estos tiempos, ya es un acto de valentía.
Patricia Huertas debuta con una novela que no grita, pero deja eco. Un libro que no promete salvarte, pero sí acompañarte mientras te buscas. Porque a veces, lo más importante no es encontrarse… sino atreverse a empezar la búsqueda.

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