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Una charla con la autora del cuento «¿Quién teme al Lobo Feroz?

Una charla con la autora del cuento «¿Quién teme al Lobo Feroz?

¿Qué te inspiró para escribir «¿Quién teme al Lobo Feroz?»

Me temo que no podría señalar una única fuente de inspiración para escribir esta obra; más bien diría que fue una combinación de factores diversos, como mis propias vivencias y experiencias personales, los aprendizajes que me brindan los estudiantes a diario en las aulas, la continua formación que como docente llevo a cabo para poder atender correctamente las necesidades del alumnado,  la realidad educativa y social actual, así como las necesidades en materia de educación e inteligencia emocional y en valores que de todo ello se derivan, entre otros aspectos.

• ¿Cómo surgió la idea de crear un personaje como Jaime Feroz y ambientarlo en el Bosque de los Cuentos?

Si dedicamos un momento a analizar los cuentos tradicionales, todo en ello es idílico y, por regla general, el rol que cada personaje desempeña en la obra es “inamovible” de principio a fin: el “bueno” lo es desde el inicio y el definido como “malo” lo es hasta el final.  Y eso es algo que encuentra su traducción también en nuestro día a día, tanto a nivel social como a nivel de aula: tendemos a juzgar y encasillar a las personas por los rasgos que las diferencian de nosotros y no nos molestamos en conocerlas bien antes de “etiquetarlas” de ese modo. Quizás porque no se nos han transmitido ni hemos adquirido las habilidades y la inteligencia emocionales necesarias para hacerlo de otro modo y nos quedamos en el instinto primitivo de que lo que no “encaja” en nuestros esquemas “no puede ser bueno” y debemos alejarnos de ello. 

​Es por ello que he querido “romper” un poco con esta perspectiva, haciendo ver que incluso los perfectos personajes de cuento pueden cometer errores, reflexionar y aprender de ellos para mejorar como individuos. No todo es 100% blanco o 100% negro; nadie es totalmente “malo” o “bueno”; el abanico de grises es enormemente variado y aprender a apreciar, aceptar y tolerar esas diferencias nos puede enriquecer a nivel personal y social. 

​Creo firmemente que, si aprendemos a contemplar nuestra realidad y a quienes la forman desde un punto de vista más amable y respetuoso, llegaremos a entender que no todo es lo que parece y que, nunca mejor dicho, “no se debe juzgar al libro por su portada”.

• Dado tu trasfondo en la enseñanza y la educación, ¿cómo influyó tu experiencia profesional en la creación de esta historia?

La observación y la escucha atenta son, junto con la paciencia, habilidades esenciales cuando se trabaja con niños y jóvenes, y no hay día en que no se aprenda algo nuevo de ellos. A lo largo de mi experiencia en el ámbito educativo, he podido presenciar y conocer realidades muy diversas en que – por diferentes motivos – las diferencias entre estudiantes, por mínimas que fueran, se convertían en objeto de desprecios, burlas, aislamiento, incomprensión, e incluso bullying de unos compañeros hacia otros. Y es que a pesar de los avances que, afortunadamente, se van logrando mediante la concienciación del alumnado y la formación del profesorado para la prevención, detección y correcta atención de estas situaciones, el rechazo a lo diferente sigue estando presente en nuestra sociedad y en nuestras aulas. Es una realidad que no podemos ni debemos ignorar. Yo no puedo ni quiero ignorarla.

Es por ello que quise – a través de esta preciosa historia – poner los conocimientos, formación, experiencias y habilidades de que dispongo respecto a estos temas al servicio del lector, buscando contribuir con mis palabras e ilustraciones a que conozcan e identifiquen estas situaciones tan presentes en su realidad diaria, a que de forma guiada reflexionen sobre las mismas y, en consecuencia, analicen sus propias formas de pensar y actuar para ver cómo pueden mejorar como personas.

• El tema de la aceptación y la tolerancia es central en tu libro. ¿Por qué decidiste abordar estos temas en particular?

Estamos en un momento en que nuestra sociedad reúne más diferencias que nunca, lo que se traslada a la diversidad de las “mini-sociedades” que constituyen las aulas. Esta realidad hace necesaria la formación de ciudadanos capaces de trabajar en equipo, de ser solidarios, de ser respetuosos, tolerantes y responsables, así como dotados de habilidades sociales y emocionales apropiadas para poder desenvolverse de forma autónoma – aunque también cooperativa – en los distintos ámbitos de su vida.

Esto no sólo requiere aprender Matemáticas, Lengua, Ciencias Sociales y Naturales, Idiomas,… sino aprender también a ser seres humanos con valores y principios esenciales, capaces de aceptar, entender y tolerar todas esas diferencias que antes mencionaba como fuente de aprendizaje y enriquecimiento personal y social. Especialmente en esta era en que la imagen, las apariencias y el individualismo se están valorando de forma dañinamente excesiva por parte de niños y jóvenes, que no sólo se frustran por no tener cuerpos y habilidades idénticas a las de las personas que admiran, sino que también adquieren una serie de complejos y actitudes sin sentido que les encierran en sí mismos, especialmente cuando abusan del consumo de dispositivos digitales.

En base a esto, decidí dedicar a diario en mis clases ratitos en los que cada uno pudiera expresar lo que necesitara, sentirse escuchado, manifestar lo que sentía,… procurando ser para ellos y ellas una figura “segura” a la que pudieran acudir cuando así lo precisaran, ya fuera para desahogarse, recibir consejo, pedir ayuda para gestionar aquello con lo que se ven desbordados,… También procuré implicar a todos en la resolución de conflictos que se producíanen el tiempo de recreo o en las distintas áreas. Así fue como vi que, si poco a poco se les enseña a reflexionar, a mirar más allá de la superficie, a escuchar y ponerse en el lugar del otro, a aceptar que todos sin excepción merecen respeto, que llorar o mostrar sus emociones no es malo ni les hace débiles, que a ellos tampoco les gustaría recibir el trato que dan a esos compañeros y compañeras si estuvieran en su misma situación, que nadie es perfecto y que es estupendo no serlo, que nadie es “tonto” sino que cada cual tiene unas habilidades más marcadas en unos  ámbitos que en otros,… es increíble la evolución a nivel de inteligencia emocional y de habilidades sociales y relacionales que pueden llegar a experimentar. Y esto no hizo otra cosa que demostrarme la gran necesidad de inculcar a las nuevas generaciones valores de aceptación y tolerancia, no sólo hacia los demás, sino también hacia ellos mismos, pues a veces ellos son sus peores jueces.

Es cierto que es una labor que requiere del maestro constancia, formación continua, desarrollo de habilidades en materia de gestión de aula y resolución de conflictos, mucha paciencia, perseverancia, incluso invertir a veces tiempo que se dedicaría a otras actividades,…pero realmente da sus frutos. Resulta muy gratificante ver cómo ellos mismos se sorprenden al descubrir que – cuando realmente deciden darse la oportunidad de conocer a la otra persona – son muchos más los rasgos en común que les unen que los que les diferencian y cómo, paulatinamente, trasladan el desarrollo de esa empatía y tolerancia a más situaciones y ámbitos de su vida.

• ¿Cuál es el mensaje principal que esperas que los lectores obtengan de tu libro?

De manera especial, me gustaría que mi obra contribuyese de algún modo a que todo aquel que la lea entienda que cada individuo es único y que todos, absolutamente todos, tenemos algo bueno en nuestro interior que merece la pena ser descubierto; algo por lo que se nos valore y no por lo que se nos juzgue o separe de los demás.

​Nos resulta demasiado fácil como seres humanos rechazar de plano todo aquello que salga de nuestros “esquemas” o modelos adquiridos, lo que muchas veces impide mirar más allá de la superficie.

Gracias a “¿Quién teme al Lobo Feroz?” siento que aporto mi granito de arena para – de una manera accesible a todos – hacer un poquito más visibles esas situaciones de rechazo a la diferencia, dar en cierto modo “voz” a quienes no se sienten con fuerzas para expresarlas, guiar al lector en un sencillo proceso de reflexión al respecto y transmitirle la enorme relevancia de identificar esas situaciones en su entorno y de ser tolerantes, respetuosos, empáticos y responsables con su conducta hacia quienes les rodean. Porque en muchas ocasiones no es tan fiero el lobo como lo pintan.

María del Carmen Giménez Gillén, autora de la obra.

• ¿Cómo fue el proceso de creación del personaje de Jaime Feroz? ¿Te identificas con él de alguna manera?

Crear a Jaime Feroz fue un gran desafío, pues ha implicado exponer en cierto modo partes de mí y de mi experiencia vital. Yo me veo reflejada en ese pequeño lobito que, a pesar de sus esfuerzos por encajar, es rechazado por los demás, quienes no son capaces siquiera de intentar ponerse en su lugar y entender cómo se siente. 

Tanto a nivel de diseño como de definición de su personalidad, la construcción de este personaje resultó muy intensa y me llevó a conectar con vivencias de mi infancia y adolescencia que no eran precisamente agradables. Desde niña, he sido objeto de burlas, motes, bromas pesadas, rechazo, aislamiento, desprecios,…por parte de compañeros y compañeras. Por ser más rellenita, por ser la más bajita, por llevar gafas y aparato dental, por sacar buenas notas, por no querer someterme a las órdenes de otros niños y niñas, por no vestir como el resto, por ser elegida como protagonista en una obra para un certamen de teatro,… incluso por tener el periodo. Cualquier argumento les servía para tratarme y hacerme sentir mal. Y en aquel entonces ni maestros ni familiares intervenían en estas situaciones porque – en su opinión- lo que necesitaba era fortalecer mi carácter. 

Canalizar esa vulnerabilidad a través de Jaime fue un paso difícil de dar, pero necesario. Soy consciente de que son muchos los niños y jóvenes que pasan hoy en día por experiencias similares y se pueden sentir identificados con esto. Pero ahora que estoy en “el otro lado”, como adulta y como maestra, me alegra sentir que de algún modo puedo contribuir a concienciar sobre estas situaciones y a cambiar, por poquito que sea, las actitudes de las personas que – consciente o inconscientemente – las provocan. 

• ¿Qué desafíos enfrentaste al escribir para un público infantil y juvenil?

Esta es una pregunta interesante. No fueron pocos, la verdad, porque si algo he aprendido es que el público infantil y juvenil es muy exigente y si algo no les atrae, les resulta difícil o no les gusta, lo dicen sin filtro. Sinceridad ante todo, aunque a veces no nos guste escucharla.

​Por eso quería que fuera una obra accesible, pero no tan simple que llegara a aburrir; que tuviera un lenguaje rico y variado, pero que a la vez estuviera al alcance de cualquier lector de estas edades; que las ilustraciones acompañaran y complementaran perfectamente el texto al que acompañaban; que la historia moviera al lector a reflexionar sobre su forma de afrontar las diferencias, pero lo hiciera de una forma sutil y suave, no como crítica, sino como invitación a adoptar un punto de vista diferente. Y creo que, tras mucha dedicación y trabajo, lo he conseguido.

• ¿Qué papel juegan los valores y la moral en tu obra literaria?

Ciertamente son elementos presentes en mis distintas obras. En ellas he abordado aspectos como la necesidad de empatía, comprensión, capacidad de fortaleza y de solicitar ayuda en relación a una persona enferma; otros como la consciencia sobre el sufrimiento físico y psicológico de una mujer maltratada; también he escrito poemas sobre las desigualdades socioeconómicas y culturales entre países desarrollados y subdesarrollados; relatos con que aprender la importancia de ser autónomo y desenvolverse en la vida cotidiana, pero siempre desde la educación, el respeto y la cortesía. Y ahora, con “¿Quién teme al Lobo Feroz?”, valores y principios como el aprecio, aceptación, tolerancia y respeto a la diferencia.

​Con mis creaciones intento transmitir siempre algún mensaje o aprendizaje que pueda resultar valioso al lector. Probablemente, “defecto” de profesión.

• ¿Qué consejo le darías a los jóvenes escritores que también desean escribir libros que transmitan valores?

No considero que esté en condiciones de dar consejos de este tipo a ningún escritor. Hay muchísima gente ahí fuera con un talento increíble y que probablemente les podría asesorar de forma más sabia y profesional. Yo me veo como una escritora en continuo proceso de aprendizaje.

Sin embargo, si tuviera que recomendarles algo a los jóvenes escritores que desean realizar sus creaciones dentro de este ámbito, sería que no desistan, que no se cansen de buscar ni de reescribir, porque al final hallarán la manera más apropiada para hacerlo y llegar al lector de la mejor forma posible. Yo soy el ejemplo perfecto de que, quien la sigue, la consigue. Sólo han de mirar en su interior, ser sinceros con lo que escriben y creer en ello con todo su corazón. La mente, el papel y el bolígrafo harán el resto.

• Para finalizar, ¿qué tal ha sido la experiencia publicando con la editorial Círculo Rojo?

La verdad es que ha sido una experiencia única y muy especial para mí, ya que es la primera vez que publico de la mano de una editorial, en este caso Círculo Rojo. Sentirme acompañada, asesorada y guiada a cada paso, disponer de una comunicación fluida con los distintos departamentos con los que he trabajado, ver cómo mis peticiones y decisiones eran respetadas y valoradas, y que todo era tratado con el mismo cariño e ilusión que yo le estaba poniendo ha sido muy satisfactorio; y gracias a su ayuda y colaboración he conseguido que mi obra viera la luz y que me sienta muy orgullosa del resultado final obtenido. Sin duda alguna, volvería a confiar en ellos para futuras publicaciones.


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