Una charla con Dieter Castelló Pérez, que nos habla sobre su obra «Arcanos a media luz».
Dieter, has tenido una carrera diversa entre la pintura y la enseñanza. ¿Cómo logras balancear estas facetas con tu escritura poética?
Pues mira, ni siquiera la pintura la estudié en la academia y la enseñanza del castellano jamás me pasó por la cabeza, aunque ya había ejercido la docencia, pero relacionada con mis otras profesiones que nada tienen que ver con las artes visuales y la poesía. Antes solía cuestionarme el por qué había estudiado lo que estudié y que al cabo del tiempo descubrí que no me gustaba, si había sido una pérdida de tiempo y de recursos, si lo había hecho para complacer a mis padres o a mi ego. Luego comprendí que se trataba de un proceso necesario y muy bien orquestado para la evolución de mi alma, y que todo estaba conectado como si fuera un plan, que una cosa iría llevando a la otra y entonces dejé de ofrecer resistencia. Me volví más resiliente, creo que esa es una clave para lograr ese balance. Ahora ya desde una posición más sólida cuestiono otras cosas y simplemente hago lo que amo la mayoría del tiempo y solo a veces lo que toca para sobrevivir, en ese orden, pero siempre trato de disfrutar al máximo lo que hago, sea lo que sea. Siento que me falta sanar ese “a veces” para trasformar “la mayoría del tiempo” en “siempre”. Todo es cuestión de enfoque, de permanencia y de fe. La vida es solo una pequeña parte del constante aprendizaje de nuestras almas.
¿Qué te motivó a escribir «Arcanos a media luz»? ¿Hubo algún evento específico que inspiró esta colección?
Una etapa oscura que me sobrevino de repente en forma de crisis emocional. Una especie de despersonalización, de crisis existencial muy fuerte. A pesar de lo mal que me sentía emocional y físicamente empecé a experimentar un deseo incontenible de expresarme de alguna manera, de sacar algo muy denso que yacía en mi interior y que no me dejaba experimentar mi verdadera naturaleza del ser. Al pintar mis primeros lienzos y escribir mis primeras poesías en 2012, algunas de ellas recogidas en este libro, paralelamente se inició un proceso de autoconocimiento y de liberación. Si veis mis primeras obras os daréis cuenta de lo que hablo. Ese fue en esencia el suceso que mostró la luz a los Arcanos.
Tu obra se caracteriza por una profunda introspección y una búsqueda espiritual. ¿Cómo influye tu comprensión espiritual de la vida en tu proceso creativo?
Durante esta etapa, mi cosmovisión da un giro, y lo que anteriormente era un enfoque muy materialista de la realidad, se transforma en algo más profundo, más conectado con mi propio ser. Pintaba desde niño, creo que desde los 4 años, me cuentan. Pero no era un proceso constante, hasta el año 2012. A partir de esa fecha, mis primeras creaciones tanto en la pintura como en la poesía se construyen principalmente a través de arquetipos religiosos como Jesús el Cristo y la Virgen María, por ejemplo. Mi ser busca la liberación a través de imágenes relacionadas con la salvación y el perdón conocidas y aceptadas en nuestra cultura y en esta realidad que percibimos antes de expandirnos a otros planos superiores de consciencia. El miedo a la muerte, la tristeza, la soledad, la oscuridad, el perdón, y algunos pasajes bíblicos como El Apocalipsis y la Crucifixión, entre otros son los principales motivos que en esta etapa mueven mi proceso creativo.
El proceso creativo como cualquier proceso natural es evolutivo, y su evolución depende de nuestra comprensión espiritual más allá de lo que experimentamos en nuestra realidad física. Lo mismo que la frase “creer para ver”, para mí el proceso creativo funciona en el orden “ser para crear” y no admite procesos intermedios. A mí me llega una imagen, y no es que esta sea la imagen final, la mayoría de las veces es dispersa, durante el propio proceso se va modificando incluso el medio de expresión no puedo definirlo desde el comienzo, y la mayoría de las veces el resultado final ni siquiera tiene que ver con lo primero, pero algo queda aunque haya pintado varias capas o tachado varias veces. Incluso me ha sucedido que luego de crear algo me desconecto de ello y después no soy capaz de reconocer que fui yo el que escribió o pintó eso en cuestión, a veces ni me gusta, y digo: “pero qué cosa más horrible, por Dios”, suena rarísimo y se siente peor ya lo sé, pero quizás es porque lo estoy interpretando desde mi realidad física en este plano o que ya lo he sanado. Tal vez, si me pusiera en un plano desde donde me viera yo mismo frente al espejo entonces podría comprenderme y no fuera tan terrible lo que veo. A lo mejor la clave es dejar de juzgar, también puede ser. Es tan extraña nuestra naturaleza y el proceso creativo como parte de ella no lo es menos. Y no me quiero poner muy filosófico (risas), esta no es la verdad absoluta, es mi verdad ahora en este momento. Tal vez después cambie. A fin de cuentas, lo único permanente es el cambio.
Mencionas influencias de autores como José Martí, Borges y San Juan de la Cruz. ¿Cómo se reflejan estas influencias en tu poesía?
De Martí me quedo con su prédica poética en prolijo castellano de la segunda mitad del siglo XIX, de Borges con su irónica palabra y su “tacto” para decir lo que piensa, y de San Juan de la Cruz con la más oscura de las noches, porque como escribiera el poeta Dante Alighieri en su Divina Comedia: “En medio del viaje de nuestra vida me encontré en un bosque oscuro, porque se perdió el camino recto.”
«Arcanos a media luz» aborda temas universales como el amor y la naturaleza. ¿Qué mensaje esperas transmitir a tus lectores con estos temas?
Pues que comprendan la verdadera naturaleza del amor. Creo que es parte de la esencia de la vida. Si no comprendemos eso, nuestra existencia en este plano no habrá valido para nada.
Tu formación autodidacta en la pintura y tu estilo expresionista tienen un paralelo en tu poesía. ¿Cómo describirías la relación entre tu arte visual y tu poesía?
Bueno, como te comentaba antes, comencé a experimentar en ambas casi al unísono. Había algo curioso que, hasta el día de hoy, a pesar de los años que llevo pintando y escribiendo me sigue pasando, y es que a veces soy incapaz de expresar algo en un lienzo, y entonces ahí aparece la poesía como puntal, y viceversa. La poesía en general necesita un poco más de atención, yo creo, para no violar ciertas reglas estéticas y gramaticales que exige más que todo nuestra lengua y no la poesía en sí misma. En cambio, mi poesía no exige nada más que estar viva. Con el pincel, sucede algo similar, lanzo trazos arbitrarios con colores, a veces sucios, mancho de aquí para allá con mis dedos, con pincel, espátula, con cualquier cosa que me quede a la mano, pinto incluso sobre lo que ya estaba creando gruesas capas, juego con colores que no combinan en el circulo cromático, soy muy irrespetuoso con los cánones academicistas, y al final el resultado es simplemente perfecto, o sea llego al punto de liberar aquello que me inquietaba y sentir esa paz que mi alma estaba necesitando. Eso para mi es lograr la perfección en una obra, lejos de obedecer a lo que “debería ser” según las normas de la academia. Estoy seguro que de haber estudiado en una academia de bellas artes hubiera sido un mal estudiante (risas). Creo que, al menos en mí, la poesía y la pintura son una misma partícula, indivisible, lo que varía es el soporte que cada una escoge para materializarse.
Coordinas un club de conversación en la biblioteca del Instituto Cervantes de Moscú. ¿Cómo ha influido esta experiencia en tu obra literaria?
Colaborar con la biblioteca del instituto Cervantes es una experiencia que se disfruta mucho. Es solo que camines entre las estanterías para que ya te den ganas de leer o de escribir. El trabajo en el club supone un reto y un placer porque en la preparación de los conversatorios te acercas a tanto material, muchas veces desconocido que es increíble. Además la interacción con los hispanohablantes no nativos que se interesan por estos temas es muy provechosa, es un intercambio, ellos nos aportan de alguna manera también. A mí me nutre mucho y a mi obra por supuesto que también porque el vivir en un país donde constantemente tienes que estar hablando en otro idioma muy diferente, con otra cultura, idiosincrasia y que tengas la posibilidad de hablar en tu idioma, de leer en tu idioma, y además de investigar sobre tantos temas relacionados con nuestra historia y cultura creo que todo eso mantiene vivas nuestras raíces culturales y lingüísticas aun estando tan lejos de ellas.
Sabemos que dedicas tiempo a colaborar con asociaciones protectoras de animales. ¿De qué manera tu amor por los gatos y tu compromiso con su protección influyen en tu poesía?
Yo no concibo mi vida sin los gatos, no he aprendido aun esa capacidad de desapego que ellos poseen. Viajo de un continente a otro para estar rodeado también de ellos ¿te imaginas? 10 000 kilómetros, me hacen falta, y hago un luto inmenso cuando alguno de ellos trasciende este plano. Los gatos me han enseñado a vivir en el presente, a abrazar la soledad, a no temerle, porque me ha tocado estar mucho tiempo solo, y eso, si no lo sabes gestionar termina haciéndote mucho daño. Esa independencia, ese amor propio, esa elegancia yo no la conocía, y no la hubiese conocido si ellos no me la hubiesen enseñado. Son mis maestros espirituales. La majestuosidad con la que camina un gato, la serenidad con la que se te acerca y te acaricia, también la sutileza con la que te ignora, su percepción de lo efímero, su inocencia, su fiereza cuando la situación lo requiere, y eso no por no hablar de lo místico, de su conexión con otras dimensiones del astral, no, definitivamente no hemos ascendido a esa sabiduría aún. En este mundo físico hay solo dos lugares donde podemos encontrar el silencio absoluto, uno es en el sepulcro, y el otro es en las pisadas de un gato. Son seres superiores, indudablemente, cuya misión es acompañarnos en nuestro viaje al despertar, deberíamos ser más humildes y respetuosos ante su divinidad. Definitivamente mi poesía no podría existir alejada de ellos, es muy devota de la paz que trasmiten.
En tu sinopsis mencionas que leer tu libro es «un viaje y un riesgo». ¿Podrías elaborar más sobre esta idea y lo que esperas que los lectores experimenten al leer tu obra?
Para serte sincero nunca he creado con una expectativa definida sobre el público porque utilizo mis creaciones para liberarme más que todo, pero mi obra si creo que busca esa interacción. Entonces si tuviera que definir el propósito de mi obra escogería la analogía del espejo. De otra manera, si el público no logra conectarse con mi obra, si no advierte una imagen horrenda o divina de sí mismo, o peor aún, nada, entonces tan solo me habré despojado de una carga, que no es poco.
Es un viaje, porque todo lo que se mueve en una línea de tiempo está emprendiendo un viaje y mi obra viaja incluso sobre ella misma. Un lienzo no es el mismo cuando lo pintas que después de 20 años, se expande, se encoge, tiene vida, se mueve, y los versos también, a su manera tienen esa fuerte plasticidad que se autocorrige constantemente. El lector y el momento en que sean leídos definen los extremos: el origen y el destino.
Y es un riesgo porque para quienes han estado ocultando su oscuridad, porque le temen, o porque la niegan solo cuando se ponen frente al espejo ¿recuerdas? este les muestra el verdadero rostro de sus miedos o de sus Judas. Y muchas veces no estamos preparados para dialogar con nuestras sombras, y eso nos asusta, lo desconocido, lo incierto nos asusta muchísimo, como el segundo antes de voltear una carta del Tarot.
Para finalizar, ¿qué tal ha sido la experiencia publicando con la editorial Círculo Rojo?
Círculo Rojo ha hecho fácil lo que no lo parecía tanto. Estoy muy satisfecho con el trabajo en su conjunto. Es mi primera experiencia con una editorial y ha sido muy positiva. No me queda otra cosa que agradeceros por esta oportunidad, a todos, a la editorial, a la distribuidora, a vosotros. Creo que todos nos merecemos una felicitación. Gracias por haber contribuido a la materialización de un sueño que había permanecido mucho tiempo guardado en una gaveta.
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