Solté el libro, compré una mochila y cambié mi vida”: la historia real que está inspirando a miles de lectores

1. ¿Qué sentiste exactamente en ese momento en que soltaste el libro de Coelho y te fuiste a comprar una mochila y unas botas?

Fue un gesto automático, salté del sofá como si estuviese poseído. El libro fue el instrumento que me puso mi padre delante de los ojos para que pudiera salir de la zona de confort y apatía en la que estaba mi vida en esos momentos.
Así que la sensación que sentí fue que, al fin, sabía lo que tenía que hacer para cambiar mi vida y, sobre todo, mi estado de ánimo.

2. ¿Cómo fue ese primer paso en Roncesvalles? ¿Sentías más miedo, esperanza o simplemente vacío?

El primer paso fue en Pamplona, ya que, aunque mi idea inicial era partir desde Roncesvalles, al llegar a Pamplona perdí el bus que me subiría hasta allí y decidí pasar la noche en la ciudad.
Este contratiempo me llevó a conocer a Fátima, preguntando por una dirección en la calle. Fátima se convertiría en un personaje muy importante en la novela.
Como os decía, la primera noche la pasé en Pamplona y al día siguiente llegué a Roncesvalles junto a Fátima, a quien logré persuadir para que me acompañara, y juntos iniciamos la peregrinación.
Junto a ella, acudí a la mesa del peregrino que se celebra en la Colegiata, un lugar impresionante y que se dicta en varios idiomas. Se trata de un momento mágico, solemne y lleno de ilusión ante todo lo que se avecinaba en las próximas etapas.

3. Escribir de noche, con linterna y lágrimas, le da al diario un valor muy especial. ¿Cómo fue revivir esas páginas al convertirlas en libro?

La verdad es que fue, en ocasiones, muy duro y difícil, pero a la vez me dio la oportunidad de revivir momentos muy especiales, interacciones con otros peregrinos y visualizar paisajes increíbles.
Hay un capítulo que se llama Siete días, una semana, que titulé así porque es el tiempo que tardé en escribir de un capítulo a otro. Me había vaciado tanto emocionalmente que no pude continuar durante una semana.
Es cierto que también hubo momentos que disfrutaba tanto, que no paraba de escribir y mis dedos fluían ágilmente por el teclado sin parar.
Cuando comencé a escribir el libro, justamente acababa de irme a vivir con la que era mi novia en ese momento, y lo terminé cuando ya habíamos roto la relación y vivía solo. Meterme en la novela fue una manera dulce de atravesar el duelo tras la separación con una persona a la que había amado tanto.

4. ¿En qué momento del Camino sentiste por primera vez que estabas sanando, aunque fuera solo un poco?

Así que recuerde, creo que cuando comencé a cantar. Al principio lloraba mucho porque echaba de menos a mi padre y también a mi hijo. Cantaba muchas coplas de carnavales, como buen gaditano y aficionado, pero más adelante recuerdo cómo Fátima me decía que el brillo de mis ojos había cambiado, que ya miraba diferente y que no me parecía en nada al Carlos que inició el Camino.

5. Dices que el libro es una metáfora entre la Vida y el Camino. ¿Qué enseñanza del Camino aplicarías hoy como consejo de vida?

El Camino es mágico y está lleno de enseñanzas y señales. Cuando inicié el Camino, llevaba una mochila muy llena tanto a nivel emocional como físico. Las interacciones con peregrinos, como me pasó con Pablo, hacen que ellos mismos te muestren el camino y las enseñanzas.
Pablo me enseñó que para llegar a Santiago hay que ir con un equipaje más ligero y que debía deshacerme de todo lo que no me sirviera. Llevaba toda la razón, y comencé a tirar cosas como un paraguas, un cargador… La felicidad está en el proceso y no en la meta.
También, cuando subía el elevado monte de O Cebreiro, y lo traslado a la vida real, me doy cuenta de que, por más dura que sea la subida, siempre llegas a una cima y después a una bajada. Si lo llevas a la vida, la enseñanza es que los problemas nunca son eternos. Cuando estás con el problema, estás subiendo la montaña; cuando llegas a la cima, ya lo has resuelto, y cuando comienzas a bajar, ya estás soltando el problema.
Son muchos los casos, y por eso la novela es una metáfora entre la Vida y el Camino.

6. ¿Qué te han enseñado las presentaciones del libro sobre el poder de tu historia en los demás?

Mucho. Las presentaciones siempre te permiten interactuar con los lectores y siempre hay lugar para responder a preguntas y curiosidades sobre la novela.
Me doy cuenta de que todos cargamos una mochila en nuestra vida y que, a veces, la vamos llenando de peso que no nos conviene, como son relaciones tóxicas, envidias, miedos, culpas… que hacen que caminemos por la vida con la lengua fuera y, a veces, sin rumbo. En cambio, tenemos la oportunidad de llenar nuestra mochila con amistad, amor, familia… que lograrán que caminemos con un peso más liviano y, por consiguiente, seamos más felices.
Al acabar las presentaciones percibo en el público emoción, optimismo, y que se identifican con ese chico que salió a darle un sentido a su vida y aprendió a caminar por la vida de una manera diferente.

7. ¿Sientes que tu padre te acompañó durante cada etapa del Camino? ¿Hubo alguna señal o momento especial que te lo hiciera sentir?

Mi padre siempre estuvo a mi lado y sentí su presencia espiritual. De hecho, le hablaba mucho y le contaba todo lo que veía y sentía.
Hubo un momento especial en la etapa de Rabanal del Camino, en el que mantuve un encuentro con dos médiums holandesas con las que coincidí en un albergue el día en que precisamente se celebraba la onomástica de mi padre y la mía.
Esa noche yo estaba triste y cansado. Recordaba especialmente a mi padre por ser nuestro santo, y una de las señoras me invitó a sentarme a su lado. Hizo de puente con mi padre y me dijo que él me estaba hablando esa noche, y le decía que me quería mucho.

8. Tu libro ha conectado con muchas personas. ¿Qué tipo de lector o lectora te ha sorprendido más con su reacción?

Confieso que al principio sufrí el síndrome del impostor del escritor, que según he leído nos pasa a la mayoría ante su primera novela. Me daba vergüenza que me leyeran porque pensaba que no iba a interesar ni gustar a nadie.
El hielo lo rompí con un amigo que, además, es lector, y que una vez me leyó me comentó que le había gustado mucho mi libro. ¡Wooooo, respiré con alivio! Jajaja, esa fue la primera prueba de fuego.
Confieso que fue mi hermano el que más me animó a escribir, ya que a él le leía el diario original y acabó fascinado. Hoy le doy las gracias por confiar en mí cuando yo no creía en mí mismo.
Hubo un psicólogo que me envió una reseña en la que me felicitaba por haber escrito este libro. Resulta que su mujer había fallecido y juntos recorrieron el Camino, y la lectura de mi libro le hizo recordar y emocionarse con cada capítulo.
Conectar con las emociones creo que es la reacción más comentada. Este libro fue escrito con mucho sentimiento y cariño, bajo la luz de una linterna en albergues de peregrinos, y en él me he desnudado en mente y alma. Pienso que cuando escribes así, es difícil no conectar con el lector, bien porque le inspires a hacer el Camino, o porque se sienta identificado con algo que leyó y vivió.

9. Tras esta catarsis convertida en libro, ¿qué temas o vivencias crees que querrás explorar en tus próximas obras de crecimiento personal?

Aún ando enfocado en promocionar mi libro haciendo presentaciones y acudiendo a ferias. También quiero potenciar mi marca personal como escritor para que los lectores me conozcan.
Me gustaría poder traducirlo al inglés y que se lea en otros países, pero sí que tengo claro que voy a seguir escribiendo y quiero que mis libros sean de contenido de crecimiento personal.
Tengo la idea de seguir siendo el protagonista, pero quizás en la historia de una chica o un chico, y que la trama de la novela esté basada en mi propia experiencia personal.

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