La poeta que convierte el bosque asturiano en un acto de rebelión interior: la verdad salvaje detrás de Naturaleza interior

La poeta que convierte el bosque asturiano en un acto de rebelión interior: la verdad salvaje detrás de Naturaleza interior

Naturaleza interior abre con una fuerte identificación entre cuerpo y tierra, ramas y piel, herida y corteza. ¿En qué momento sentiste que la metáfora vegetal era la forma exacta de narrar tu experiencia interior?
En mi caso existe un poderoso vínculo entre mi tierra, el occidente asturiano, el lugar que me vio crecer y adentrarme en los bosques y quien soy ahora, las historias que contaban mis abuelos, mis padres, unas generaciones que vivieron tiempos difíciles y que ahora, muchos años después, veo definen con absoluta exactitud quién soy: valores y principios. Toda esa sabiduría se refleja tanto en la narración oral como en la naturaleza misma. Ese ritmo de crecimiento, de conjugar resistencia y belleza, ese fluir honesto, esa comunidad de bosque que tanto tiene que enseñar a una humanidad que insiste en devastarlo todo. En el árbol, el río, las cicatrices y la savia late un aprendizaje milenario. El poema crece con esa misma naturalidad, como musgo, como ramaje que se alza al cielo pero que no se deja domesticar por imposiciones sociales alejadas de lo saludable. Hemos perdido el contacto con la tierra que nos sostiene.

El libro explora la devastación humana, la memoria histórica, el horror y el acto de volver al origen. ¿Cómo equilibras lo íntimo y lo político en una obra tan simbólica y tan física a la vez?
Además de mi propia narración vital y el reflejo que encuentro en la naturaleza, el poema ofrece también una mirada histórica. La historia de la humanidad es avance y crueldad que se repite, es humanidad contra sí misma. De ahí la necesidad de volver a la pureza de la mirada primigenia, a esa niñez que la vida adulta termina arrebatándonos. Es un acto de rebeldía similar al de Thoreau: una invitación a la reflexión, al apoyo mutuo, a mirar más allá de la manipulación. El paisaje dicta un lenguaje honesto de supervivencia: esta es vuestra tierra, este es vuestro lenguaje. No os dejéis engañar.

Ana Vega – Naturaleza interior
Ana Vega – Naturaleza interior

Has publicado más de una decena de libros y has sido reconocida con premios y antologías. ¿Qué lugar ocupa Naturaleza interior dentro de tu trayectoria poética?
Este libro nació como un proyecto distinto, inicialmente acompañado de fotografías hechas por mí a lo largo de los años. Es una obra especialmente querida por sus implicaciones personales y a la vez un reto: liberé el poema para que creciera sin anclajes, respetando su ritmo natural, igual que un árbol. Quise que entre poema, prosa poética y registro lírico no hubiese barreras. Es libertad en estado puro.

En tu obra aparece con frecuencia la infancia como territorio de dolor, lucidez y revelación. ¿Qué papel juega ese niño —o niña— interior en este libro?
La infancia es ese lugar casi perdido donde no creíamos en la maldad. Luego la vida te sucede: dolor, ausencia, pérdida. Por eso es tan importante rescatar esa mirada, esa creatividad intacta, esa capacidad de soñar. Aunque nos condicionen el origen, la salud o la clase social, la libertad de la mente sigue siendo incuestionable.

El texto está lleno de imágenes de erosión, fuego, raíces, roca, mar, ciervos, faros… ¿Cómo fue el proceso de construir ese imaginario natural tan feroz y a la vez tan salvador?
Fue sencillo porque el occidente asturiano es así: bellísimo, feroz, salvaje. Quienes nacemos allí llevamos una marca especial, una sensibilidad y una fortaleza que se nota en el arte. La señal de la casa, de la tierra, está en todo.

En muchos pasajes denuncias la maquinaria social, la hipocresía, la ceguera y la ferocidad del poder. ¿Puede Naturaleza interior leerse también como un acto de resistencia?
Aunque no era mi intención inicial, no puedo desprenderme de la disidencia ni del compromiso, que forman parte de mí. Creo profundamente en la responsabilidad moral del intelectual: romper el silencio, nombrar lo que no se nombra. Lo que no se nombra no existe y no puede cambiarse. Para mí, escribir es un acto de resistencia.

Ana Vega – Naturaleza interior
Ana Vega – Naturaleza interior

Además de poeta, eres docente, periodista, crítica literaria y tallerista. ¿Cómo dialoga tu faceta formadora con la escritura de un libro tan introspectivo y corporal como este?
Con la misma voz y compromiso. En mis talleres se cultiva el apoyo mutuo, la mirada crítica, el pensamiento libre. La única diferencia es la soledad construida de quien escribe, ese silencio necesario para ordenar y transformar. Siempre defenderé la escritura como oficio y como compromiso.

Las fotografías y los paisajes presentes en el libro refuerzan la atmósfera de origen, memoria y erosión. ¿Qué importancia tuvo la mirada visual en la creación de esta obra?
Aunque las fotografías no aparecen en el libro, acompañan mi mirada. Son la niña que fui mirando árboles, playas desiertas, faros, animales salvajes. La naturaleza exterior es también la interior.

El final del libro habla de faros, de volver al origen, de encontrar “algo que aún late”. ¿Qué esperanza —o qué luz— te gustaría que el lector encontrara al cerrar Naturaleza interior?
Mi escritura puede ser dura, pero siempre guarda una ventana abierta a la luz. En nuestras manos está elegir quiénes queremos ser: la parte más humana o la más cobarde. Siempre cito a Viktor Frankl: quizá no podamos cambiar nuestra situación, pero sí nuestra actitud. Propongo siempre la capacidad de amar, de ayudar, de mejorar. Somos sombra, pero sobre todo somos luz si elegimos serlo. Ojalá cada lector encuentre su faro, su brújula y su lugar. Siempre es posible un nuevo giro.

Ana Vega – Naturaleza interior
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