Espías, traiciones y mujeres que rescriben la historia: el thriller que destapa la España secreta de 1940
¿Qué chispa inicial te llevó a escribir Las espías y en qué momento supiste que querías construir un thriller histórico con un protagonismo femenino tan potente?
Siempre el proceso inicial de construcción de una novela es mental. Hay que pensarla y repensarla durante un tiempo y desechar el cúmulo de ideas que van apareciendo, para acotar lo esencial que, en mi caso, es lo que me permite arrancar la historia. En Las espías, el detonante fue variado: por un lado, mi interés en la época comprendida entre el final de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, un contexto en el que ya he ambientado otras novelas. Por otro, el papel de la mujer, que en mi obra siempre ocupa un lugar central como sujeto literario con una mirada distinta a la masculina.
El acontecimiento histórico que sirve de base es la Operación Soborno, puesta en marcha por Churchill para impedir que España entrara en la guerra. Esa operación me permitió crear una ficción que recorre la España de 1940 a través de estas mujeres excepcionales. Y, además, aparece un cuarto personaje fundamental: Bastien Cremon, un militar británico del Servicio Secreto de Inteligencia que acompaña y colabora con ellas.
La novela arranca en un París vibrante y termina sumergida en una España atravesada por tensiones políticas. ¿Cómo trabajaste la ambientación histórica para que el lector sintiera esos escenarios como si caminara dentro de ellos?
La novela es un viaje que comienza en París y termina en Londres. En ese recorrido, los personajes transitan por un París a punto de sucumbir a la ocupación nazi y una España —Castellón, Valencia, Madrid— donde las heridas de la Guerra Civil siguen abiertas. Quería que el lector respirase ese ambiente de miedo, soberbia y control absoluto.
Mi trabajo previo con esta época facilitó situarme en la vida y la sociedad del momento. Pero Las espías no es una novela histórica estricta: la ficción prevalece sobre el relato documental. Lo que me interesa es la mirada de los personajes sobre la realidad. Si consigo que lector y personaje observen el mundo desde la misma altura, la inmersión en la trama es inmediata.
Tatiana Svenova y Madeleine Linzmayer son personajes magnéticos y complejos. ¿Qué te inspiró para construir a estas mujeres que se mueven entre la sombra, la inteligencia y el riesgo?
No se puede hablar de Tatiana y Madeleine sin hablar también de Lidón Messeguer. Las tres comparten el reto de cumplir misiones relevantes en un mundo dominado por hombres y en plena guerra. Aunque estén en bandos enfrentados, debían ser mujeres excepcionales, pero también humanas al enfrentarse a sus miedos, dudas, emociones y esperanzas.
La literatura de espionaje suele presentar personajes fríos e invulnerables; cuando son mujeres, con frecuencia se las sexualiza. Yo no buscaba eso. Lo importante era su forma de afrontar el rol que les asigna la guerra, sin renunciar a su complejidad emocional.
En la obra convives personajes reales —Hemingway, Himmler, Hillgarth, Franco— con figuras de ficción. ¿Qué fue lo más difícil de equilibrar entre rigor histórico y libertad narrativa?
Cuando sitúo una novela en un contexto histórico, es inevitable incluir figuras reales, aunque sea en papeles pequeños que aportan verosimilitud. Pero su relevancia narrativa es mínima: la historia la sostienen los personajes de ficción. En esa jerarquía encuentro el equilibrio. La documentación es importante, pero la libertad creativa siempre manda en la trama.

Llevas décadas vinculado al mundo cultural, la prensa y el ensayo. ¿Qué aporta toda esa experiencia acumulada a la precisión histórica, el enfoque político y el tono literario de esta novela?
Toda novela contiene una parte de quien la escribe, aunque no sea autoficción. Nuestra manera de entender el mundo se filtra inevitablemente en la narración. En mi caso, mi actividad cultural, mis lecturas, mis conversaciones, mi música, mi cine… todo está presente de manera más o menos sutil.
Además, mi formación en Historia me obliga a intentar ser preciso. Puede que algo se me escape, pero procuro ser fiel a los hechos, la sociedad y los personajes históricos.
Presentas la obra en el MACVAC, un museo que conoces bien. ¿Qué significa para ti que Las espías nazca públicamente en un espacio artístico tan simbólico?
La novela ya se ha presentado en Madrid y Castellón, y pronto llegará a Barcelona y Valencia. La presentación en el MACVAC es especialmente significativa por mi vinculación con el museo. Presentar un libro rodeado de arte es un lujo, y además espero estar acompañado de gente a la que admiro y aprecio.
La España de posguerra y la maquinaria del espionaje británico están retratadas con un nivel de detalle que sorprende. ¿Qué descubrimiento de tu proceso de documentación te impactó más?
No solo investigué el espionaje británico, sino también el alemán. España —y especialmente Madrid— era entonces un hervidero de espías de diversas potencias. La información era fundamental para el desarrollo de la guerra.
Me impactó especialmente la desconfianza de los alemanes hacia Franco. También la magnitud de la Operación Soborno, que duró casi hasta el final de la guerra y alcanzó, según Ángel Viñas, los 6,5 millones de libras de la época.
¿Qué buscabas que sintiera el lector al enfrentarse a estos juegos de lealtades, traiciones y dobles vidas? ¿Intriga, vértigo, reflexión histórica… todo a la vez?
Mi objetivo es que el lector disfrute, se implique y desarrolle sentimientos hacia los personajes. Si tras la lectura reflexiona, se remueve o piensa en lo ocurrido, mejor aún. Pero lo esencial es que disfrute de la novela.
Con una trayectoria que abarca novela, ensayo, poesía y divulgación, ¿qué lugar ocupa Las espías en tu obra y qué te gustaría que significara para tus lectores?
Para mí, la novela es lo más importante. Aunque he publicado poesía, ensayo y artículos, donde realmente me siento libre es en la narrativa. Escribimos las novelas que querríamos leer. Me gustaría ser recordado como un buen narrador que hizo disfrutar o emocionó a quienes le leyeron.

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