Edel Villalonga: ‘En Palomitas de maíz no hay ficción pura, siempre estoy yo al volante’

Edel Villalonga: ‘En Palomitas de maíz no hay ficción pura, siempre estoy yo al volante’

Edel, su obra Palomitas de maíz parece más un bisturí psicológico que una simple novela. ¿Cómo surgió la idea de explorar la mente humana de forma tan cruda?
Debido a que, en un setenta por ciento, somos el resultado de nuestras experiencias de vida cada uno de nosotros carga con la desdicha o la fortuna de haber crecido ya sea en cuna de oro, y con esto no estoy hablando de dinero sino de valores morales y principios éticos positivos, o en la miseria, sin hacer referencia a carencias económicas, más bien aludiendo a la falta de todo lo anterior. Todo ello va definiendo nuestro carácter, la manera en que enfrentamos nuestro día a día y cómo respondemos a los estímulos sociales que nos afectan. Entonces, siempre ha sido de mi interés la forma en que la gente se relaciona, ayuda o perjudica, directa e indirectamente sobre la base de sus vivencias personales. A veces juzgamos sin entender, criticamos sin saber y asumimos, sin fundamentos suficientes, el porqué de las cosas de la misma forma en que solemos justificar, solidarizarnos y tomar partido de ellas siendo ajenos a la matriz del problema. Sin embargo, ambas posturas son el resultado de un antecedente mucho más intrincado cuyo origen, generalmente, está en el hogar. No obstante, el treinta porciento de responsabilidad que nos queda también forma parte del juego y debería ser un factor determinante en nuestra toma de decisiones.

En la sinopsis habla de “intrigas, sexo, violencia y traición”. ¿Cree que la literatura debe incomodar para ser auténtica?
No necesariamente. Hay libros que sin ser agudos en sus posiciones ideológicas consiguen remover nuestro intelecto. Más bien es una cuestión de gusto personal ya que aprecio el pan, pan y el vino, vino. Hay tramas que lo exigen y otras que no lo necesitan, todo está dado por la pertinencia del relato y su naturaleza la cual, aun siendo determinada por el autor o los hechos en cuestión, marcan el pulso de su escritura en el momento de la creación.

¿Qué papel juegan sus propias vivencias —como profesor, traductor, guía turístico e incluso panadero— en la construcción de sus personajes?
No todo, pero lo que ves y percibes en mis textos es una transcripción de mi paso terrenal en 43 años de vida ya que vengo de un país, una cultura, una ciudad, un barrio y una casa que han dejado su huella en mí como ser social y me nutro de ello para dar vida a mis personajes.

Muchos autores temen que el lector identifique su vida personal en sus libros. ¿En Palomitas de maíz hay algo suyo o es pura ficción?
Adoro que el lector sienta que soy yo cuando ojea mis libros y navega mis historias. Creo que esa conexión es imprescindible y le da sabor a lo escrito. Sin embargo, no necesariamente hay algo de mí en Palomitas, aunque, definitivamente, quien la lea y me conozca sabrá que es Edel Villalonga al volante. No obstante, como dije anteriormente, mi historia de vida trasciende mi propia voluntad en ocasiones y se nota a la hora de escribir. Sí y no, pero sin duda siempre yo.

Usted nació y creció en La Habana. ¿Cuánto de esa ciudad hay en sus escenarios, incluso cuando no se mencione explícitamente?
En Palomitas la estructura del barrio y su gente son abrumadoramente habaneras pues es la ciudad más cosmopolita del país y tiene un flow diferente al resto, aunque ese estilo de vida es una franquicia nacional.

En su trayectoria ha escrito La masacre de las Adelfas y otras obras. ¿En qué se diferencia Palomitas de maíz de sus anteriores trabajos?
Ambas son puramente ficcionales a diferencia del resto que son basadas en hechos reales de mi vida personal. Con Palomitas y La masacre me tomé la libertad creativa y asumí el reto de hablar de algo que no tuviera nada que ver conmigo directamente. Palomitas es el desmembramiento de una parte activa y cotidiana de las relaciones sociales en Cuba, más allá de la veracidad de la historia que es totalmente ficticia.

La historia habla de las consecuencias de nuestras decisiones. ¿Cree que todos somos prisioneros de nuestras elecciones pasadas?
En gran parte sí, pero, afortunadamente, ese 30 por ciento de responsabilidad individual nos salva en más de una ocasión. No obstante, inconscientemente, nos guste o no, tiramos de ese residuo permanente en nuestro yo como seres sociales que, para bien o para mal, nos trajo hasta aquí.

¿Qué le gustaría que un lector sintiera al cerrar el libro por última vez?
Culpa si alguna vez ha actuado de manera inconsciente llevado por la emoción y afectado a los demás arrastrado por la venganza; que piense dos veces antes de tomar una decisión cuyo daño pueda ser irreversible para sí mismo o para otros y, también, que reflexione sin achacar sus malas actitudes a su pasado tormentoso.

Finalmente, ¿puede adelantarnos si ya está trabajando en un nuevo proyecto literario?
Mi próxima entrega con Círculo Rojo está muy cerca: Cuatro Strikes y, esta vez, sí es cien por ciento basada en mi vida personal. Luego, acabo de poner a criterio de la editorial una historia para niños y espero poder publicarla muy pronto también.

Edel Villalonga - Palomitas de maíz
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