Barcelona, 1926. Una ciudad que parece respirar fuego en cada callejuela del Raval, bajo las gárgolas de piedra modernista y los ecos de una revolución latente. En ese escenario vibrante y amenazante, Ana Rosenrot construye La ciudad de los dragones, una novela en la que el misterio, la historia y lo simbólico se entrelazan con la precisión de una maquinaria de relojería gótica.
La protagonista, Mireia Berenguer, no es una heroína común. Hija de la burguesía catalana, sufre una atracción irracional por el fuego. Esa pasión peligrosa la lleva a someterse a una hipnosis regresiva, abriendo un portal narrativo que desciende a los sótanos de la mente humana, allí donde se ocultan los traumas, las conspiraciones y las preguntas que aún hoy nos queman: ¿cuánto de lo que somos está escrito en nuestra infancia? ¿Y cuánto en la historia secreta de las ciudades que habitamos?
Mientras los crímenes del “asesino pirómano” estremecen a la ciudad, un joven periodista, Guillem Mercader, persigue más que una historia: busca un legado, el de su padre, y lo hace entre notas sueltas, edificios que susurran y símbolos que solo Antoni Gaudí parece comprender del todo. El misterio no está solo en las muertes, sino en la urdimbre de símbolos esotéricos, sociedades secretas y pasados encubiertos. Guillem sospecha de Mireia, pero pronto descubre que las verdades más oscuras no se encuentran en las personas, sino en lo que las ciudades deciden ocultar.
Rosenrot ofrece una novela envolvente, de ritmo sostenido y ambientación exquisita. La Barcelona que recrea no es postal: es una ciudad que se transforma en personaje. Con sus contrastes sociales, su efervescencia cultural y sus zonas de sombra, la urbe se convierte en el escenario perfecto para hablar de identidad, memoria y poder. Gaudí, el dragón, el fuego, la prostituta con alma de leyenda —Laia—: todos forman parte de un rompecabezas que no solo atrapa, sino que deja una marca.
La ciudad de los dragones es un thriller histórico, sí, pero también un viaje psicológico y simbólico que toca lo profundo. Ana Rosenrot no se limita a contar una historia: invita al lector a adentrarse en los pasadizos de lo oculto, en la arquitectura secreta del alma y de la ciudad. Y, al final, uno se pregunta si no somos todos un poco como Mireia: temerosos de nuestros recuerdos y fascinados por las llamas que podrían destruirnos… o liberarnos.
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