Beatriz Iznaola no es nueva en la palabra escrita. Su trayectoria comenzó entre párrafos didácticos, enseñando al lector a navegar las nuevas formas de contar: “Guía práctica de TikTok” y “Podcast. Guía práctica para crear programas radiofónicos” fueron sus primeros faros. Pero mientras explicaba el presente digital, su pulsión creativa la empujaba hacia la ficción, hacia esas historias que no se enseñan, sino que se sienten. Aquel instinto pronto encontró lugar en el cine, donde co-guionizó “El Refugio” (2021), un largometraje que supuso su bautismo en el séptimo arte.
Luego llegó el crimen. No el perpetrado, sino el narrado. Iznaola buceó en las aguas turbias del true crime, donde la verdad se revela en capas. Participó en “Mujeres asesinas”, serie mexicana de alto impacto, colaboró con Netflix en “Las últimas horas de Mario Biondo”, y se unió a Atresmedia en la serie documental “CASO”. En ese universo de relatos oscuros y motivaciones humanas que rasgan la piel, la autora encontró algo más que material: encontró una voz.
Ahora, esa voz se traslada a la literatura de ficción con la publicación de su primera novela, “El frío infierno” (2025), un thriller psicológico y emocional de 300 páginas que no solo atrapa, sino que incomoda. Como si de un descenso al alma se tratara, la historia gira en torno a Alicia, una mujer de treinta años que se despierta en prisión sin saber cómo ha llegado allí. La amnesia no es solo un recurso narrativo: es un espejo. A través de sus sesiones con la psicóloga de la cárcel, la protagonista comienza a desenterrar un pasado que se obstina en ser olvidado. La gran pregunta se dibuja con letras heladas: ¿qué ocurrió en Islandia? Y más allá de eso: ¿qué le sucedió a su hijo?
Mientras Alicia reconstruye su abismo, Alfonso, su marido, encarna la otra cara del dolor: la búsqueda. A lomos de una paternidad desesperada, recorrerá las geografías más extremas en busca de respuestas, en lugares donde la infancia es una moneda y la esperanza, una amenaza. La novela alterna estas dos perspectivas con una estructura envolvente, construyendo un relato que no solo entretiene, sino que remueve.
“El frío infierno” no es un título gratuito. En su gélido simbolismo se condensa el tono de la obra: una historia escrita con los dedos congelados por la culpa, la pérdida y el amor desgarrado. Iznaola no teme mirar al horror de frente, pero tampoco renuncia a la ternura que se filtra entre los escombros.
Con este debut literario, Beatriz Iznaola se revela como una narradora a tener en cuenta. Su prosa, templada en el fuego cruzado del audiovisual y el documental, sabe medir los silencios, sugerir lo indecible, crear atmósferas que se sienten en la piel. La novela no solo confirma su talento: lo amplía.
En tiempos donde el thriller busca constantemente nuevos rostros, “El frío infierno” no es una promesa: es una llegada. Y con ella, Beatriz Iznaola entra en la literatura como se entra en una celda: con la llave de las emociones y el eco de un crimen que todavía no ha dicho su última palabra.
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