Cuando tu propio pasado se vuelve un desconocido: el perturbador juego de identidades en Edificios en llamas y ventanas abiertas
Hay historias que se asoman al abismo y otras que deciden saltar. Edificios en llamas y ventanas abiertas, la nueva novela de Eduardo Villanueva, pertenece a esta última categoría: un relato intenso, atmosférico y profundamente desconcertante que se adentra en los pliegues más frágiles de la identidad humana.
La trama comienza con un gesto tan cotidiano como devastador: un hombre es abandonado de forma abrupta por su pareja. La ruptura lo deja suspendido en una incertidumbre que no logra descifrar, y es esa necesidad de explicación lo que lo impulsa a regresar al domicilio donde compartieron una vida. Sin embargo, lo que encuentra allí no es una respuesta, sino una grieta.
Entre objetos olvidados y habitaciones cargadas de silencio, halla por accidente unas cartas antiguas, correspondencia familiar que lo menciona repetidamente. El problema —la herida— es que, aunque recuerda los hechos a los que las cartas aluden, no se reconoce en ellas. Hay un desdoblamiento inexplicable, una especie de sustitución sutil que sugiere que alguien, de alguna manera, ha ocupado su lugar en la propia trama de su vida.
A partir de este hallazgo, Villanueva construye un thriller psicológico donde la tensión no proviene de persecuciones o amenazas físicas, sino de algo mucho más perturbador: la sospecha de que la memoria puede mentir, de que los lazos familiares pueden distorsionar la realidad y de que la identidad —esa estructura que nos sostiene— es más endeble de lo que queremos admitir.
La novela se mueve entre secretos familiares, silencios heredados y recuerdos que se deforman como metal al calor del fuego. Villanueva utiliza una prosa limpia, casi quirúrgica, para examinar el poder corrosivo de la memoria: cómo guarda, cómo manipula, cómo nos define y, a veces, cómo nos traiciona. El lector avanza entre pasajes de introspección y momentos de desconcierto creciente, mientras la sospecha de suplantación se expande como una sombra que amenaza con devorarlo todo.
Edificios en llamas y ventanas abiertas es, en última instancia, una reflexión inquietante sobre los cimientos de la identidad. ¿Qué nos convierte en quienes somos? ¿Los recuerdos? ¿Las historias que otros cuentan sobre nosotros? ¿La manera en que nos reconocen —o no— los que comparten nuestra vida?
Eduardo Villanueva no ofrece respuestas cerradas; prefiere abrir ventanas. Y, al hacerlo, deja entrar un viento helado que sacude certezas y enciende preguntas. Una novela que arde, que inquieta y que permanece. Porque, después de leerla, es imposible no preguntarse:
¿qué pasaría si un día descubrieras que tu historia no te pertenece del todo?

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