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El sueño del despertar | Por Anate Rivera

El sueño del despertar | Por Anate Rivera

Así como antes de cruzar el paso de cebra miramos a ambos lados, por evitar un  peligro, habríamos de contemplar las dos conductas que rigen nuestra vida, ambas peligrosas. Por una parte, venimos huyendo de aquello que nos desagrada; por otra, vamos corriendo tras los objetos de deseo en los que depositamos toda la responsabilidad de nuestra felicidad. Esclavos resultando tanto del rechazo como del apego. Carl Jung, en sintonía con el pensamiento budista, declara: “Quien mira afuera, sueña; quien mira dentro, despierta”. Enfocados en el exterior, somos como marionetas movidas por los hilos del odio y el deseo; en esa huída desesperada del malestar soñamos, ignorantes, con la dicha que podría ofrecernos un estatus social elevado, una casa con piscina, una determinada relación amorosa, viajes, fama, belleza… Nada de eso, por su propio lado, tiene el poder de hacernos sentir felices; a la vista queda, los famosos cambias de pareja continuamente, los ricos cometen delitos financieros, hermosas mujeres ingresan en quirófanos en busca de más belleza, que a la postre resulta fealdad; el ídolo musical arruina carrera y vida refugiándose en el alcohol, las drogas o los tratamientos para cambiar el color de su piel. Aquello, a lo que se aspira pone de manifiesto que absolutamente nada (dinero, fama, bienes, relaciones, belleza…) tiene la capacidad de proporcionar una satisfacción auténtica y duradera. Solo al invertir la mirada y usar la valentía de observar nuestra mente, podemos despertar, tomar conciencia de esa realidad ignorada; cuanto alcanza la vista es insatisfactorio, impermanente y vacío de poder, o existencia en sí  mismo, para proporcionarnos el estado de paz interior tan perseguido y ansiado. Los sentidos nos llevan a una interpretación subjetiva, aunque pueda ser colectiva, de los fenómenos que se nos aparecen, que no dejan de ser meras apariencias a las que concedemos significados particulares en función de nuestros contenidos mentales y experiencias. La felicidad que buscamos nos queda cerca, mas no la experimentamos, porque los ojos, los oídos, el olfato, gusto o tacto no son  herramientas válidas, están únicamente puestas al servicio de placeres efímeros, euforias,  ansiedades o depresión.


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