Un hito a base de puñetazos | Por Kaiser Axeman
-Siento que al estar escribiendo estas líneas voy a hacer un acto indigno: infringir las 2 primeras reglas del club. Pero así somos los seres humanos, por momentos la pasión se vuelve insostenible y nos supera cayendo en una vorágine de oscura tentación. Asique pido disculpas a los miembros de dicho club, a los cuales voy a dedicar todo este artículo, con el cual espero, por lo menos, no decepcionarles ni a ellos ni al resto del público lector.
Es difícil comenzar a hablar del club más excéntrico y peculiar que nos ha legado la historia del cine hasta el momento sobre todo si su director no es otro que el ilustre David Fincher. Si a la brillante visualización y grabación de planos, al innumerable contenido rico en ideas y a unas impredecibles tramas, que son los elementos característicos de este director de cine, le sumamos el supremo reparto de Edward Norton, Brad Pitt y Helena Bonham Carter tenemos una de las mejores películas de la historia del cine: El Club de la Lucha o Fight Club.
El Club de la Lucha es una película adaptada del libro que recibe el mismo nombre del misterioso y polémico escritor Chuck Palahniuk escrito en el año 1996, el cual fue partícipe a lo largo de la grabación y rodaje de la cinta que vio luz tres años más tarde, en 1999. Se podría clasificar como un thriller dramático con tintes románticos. Se trata de una película con un profundo trasfondo y con múltiples capas interpretativas pese a la violencia presente en muchas escenas, la oscuridad que atenúa el panorama cinematográfico y la simplicidad que ofrece su trama, que es lo que voy a desglosar a continuación.
El film narra la historia de un hombre que en apariencia está en la cúspide de su vida personal: tiene casa propia, vehículo, trabajo estable y no le falta nada en el plano material. Tiene 30 años y, pese a tenerlo todo, siente un enorme vacío en su interior y ha perdido el rumbo en su vida, lo que le lleva a un estado melancólico, estático y sin estímulos. Esta monotonía es la que le provoca el insomnio que sufre, lo que le hace acudir a falsas reuniones de sanación y de autoayuda para curarse de enfermedades que realmente no padece. Se oculta tras sus posesiones materiales para justificar el estado gris de espíritu y acallar sus pensamientos autodestructivos. A lo largo de la película se le conoce como El Narrador, ya que, no tiene nombre. El narrador es incapaz de conciliar el sueño de manera sana y natural, y por momentos aparece en remotos sitios despertando de manera súbita y en un aturdido estado de ánimo. En uno de esos momentos, mientras vuela por temas laborales a otra ciudad, conoce al personaje que le cambiará su vida: Tyler Durden.
Éste es todo lo contrario al narrador: el cinismo, la inmoralidad, la falta de hábitos y rutinas, la irracionalidad, la vivacidad de espíritu y la constante improvisación experiencial son los rasgos que caracterizan a Tyler, con el que el protagonista pronto entrelaza amistad y crea conjuntamente el denominado Club de La Lucha. Aparentemente, este club es lo que parece: un pasatiempo que reúne a hombres que se divierten y pasan el tiempo mientras se golpean y desfiguran los rostros perdiendo gotas de sangre, sudor y lágrimas. También surge entre ambos una creciente enemistad y duelo, debido en parte, a un tercer personaje al cual el narrador conoce previamente a Tyler en una de las falsas reuniones de sanación: Marla Singer, una mujer al borde del suicidio y de la autodestrucción ya la cual ve por vez primera en una de las reuniones semanales que acude el narrador para curar su insomnio. Marla representa el nexo de unión entre El Narrador y Tyler Durden. Y a partir de este momento, se forja una especie de triángulo amoroso tóxico en el cual los tres personajes se ven envueltos tomando caminos dispersos, pero que terminan por entrecruzarse e incluso llegar a ser dependientes. El narrador encuentra así un nuevo propósito a su aburrida vida e infinitud de nuevos estímulos que acoge con miedo, pero con determinación. Pero lo que no sabe es que toda novedad es un elemento de doble filo.
Al principio de la película, vemos al narrador como el hombre autorrealizado que ostenta una determinada posición en la sociedad. Si visualizamos esto, nos vienen a la mente una vida en abundancia, sin embargo, esta autorrealización por medio de las conquistas materiales es vacía y carente de valor. Ya cuando conoce a Tyler, se replantea su existencia. Éste, por medio de sus actos y sus discursos transgresores y transparentes, hace que el narrador se cuestione su estado desencantado por la vida y su apego por lo material, ya que Tyler representa lo opuesto, es decir, alguien desapegado de lo material y del bárbaro consumismo que recorre todo Estados Unidos. En este aspecto, la cinta se puede considerar como crítica a la afamada “Generación X”, jóvenes nacidos entre los 60 y 80 que se criaron con propaganda televisiva abusiva, que profesaba el alto consumismo y dibujaba una ilusoria zona de confort construida en base a las posesiones materiales. Es entonces, cuando la afilada lengua del carismático Durden, pronuncia lo que se podría interpretar como un ataque frontal indirecto a dicha generación: “lo que posees, acabará poseyéndote”.
Pienso que, si hay algo resaltable aparte de la tenebrosa y perversa visualización de las escenas que enganchan al espectador, es la calidad de sus diálogos. Son muy precisos, lanzan mensajes directos y ofensivos que ocultan su razón de ser, juegan con el sarcasmo y el humor negro, y tienen un alto contenido filosófico que siembra el germen de la reflexión en el espectador.
A medida que avanza la historia, el protagonista ve cómo se vuelve adicto a las peleas que se realizan en el club, del que todo aquel que sea miembro no puede hablar y lo ha de mantener en total secreto. Se da cuenta de cómo todo el conglomerado de combatientes termina formando parte importante de su vida diaria, y cómo el sitio donde éstos peculiares combates tienen lugar, se convierte en una base secreta con un fin oscuro: hacer temblar los cimientos de la sociedad con un ataque frontal a diversas instituciones económicas. Todo esto se debe a un plan ideado por Tyler desde el principio, que es lo que nos quiere hacer ver el director. Éste es un personaje que podríamos encuadrar como seguidor de la corriente filosófica del Cinismo siguiendo e imitando algunos principios y actitudes del filósofo Diógenes de Sinope: orina en público, vive en una casa abandonada y es alguien directo e hiriente que ataca de frente con su expresión. Se convierte así en el líder del club, que pasa a denominarse asociación y a conocerse por los medios televisivos como “club vandálico terrorista”. Así es como ve la luz el denominado Proyecto Mayhem, para hacer caer a la sociedad atacando a las instituciones económicas y hacer tambalear al sistema capitalista por medio de actos vandálicos, agresivos y violentos. Todos ellos, eso sí, justificados con el ideal de una sociedad más sustancial, primitiva e instintiva, y menos cegada por lo hedónico y lo material. Volver al punto 0. Regresar a una especie de anarquismo primitivista donde todos cooperan con todos sin necesidad de rascacielos llenos de oficinas y con más abundancia de bosques; sin espíritus grises y con más seres humanos armónicos debido a la simplicidad y lealtad a sus modos de vida.
Aquí se abren interesantes incógnitas: ¿El fin justifica los medios? ¿se puede ser violento con quienes en un principio han podido complicar la vida de millones de ciudadanos para favorecer la suya propia? ¿cómo se le juzga con justicia a un tirano?
Todo esto no quita que al final, pese a un aparentemente noble propósito colectivo, sus actos vandálicos, sus bombas programadas en sitios públicos y su culto constante al líder, sea más bien una especie de totalitarismo con tintes fascistas justificado por este anarquismo. Es aquí cuando el narrador intenta pedir explicaciones a Tyler por semejantes actos. Éste, al cual el narrador considera su mentor y alguien digno de admiración, le da una explicación superficial y por momentos poco convincente. Y cuando el narrador va en busca de más respuestas, Tyler Durden desaparece por completo de su vida.
Llegados ya al tramo final de la cinta, vemos cómo se cumple lo anterior: pese al distanciamiento temporal de los tres personajes, al final se terminan encontrando. Marla, tras acostarse con Tyler varias veces en detrimento del Narrador, que siente impotencia y envidia al anterior por poder hacer realidad lo que a él solo le es posible imaginar (y no solo en lo tocante a Marla), es capturada por la asociación y llevada a un edificio donde Tyler y el Narrador pelean por objetivos contrapuestos: mientras el primero quiere volar los edificios antes señalados y descritos para culminar así sus propósitos iniciales y ver la cosecha de sus acciones, el segundo intenta impedirlo poque piensa que ya no existe justificación para el caos creado y decide impedir “la última función”. Como colofón final, ambos personajes se enzarzan en una pelea. Mentor y aprendiz llegan a un desacuerdo final pese a ser llevados tan lejos por un principio de acuerdo, el cual se resuelve de una manera inesperada, impactante y con una banda sonora digna para el momento, que dejará al espectador casi al borde del delirio y en un abismo entre la confusión y la obsesión por semejantes imágenes.
A fin de cuentas, en lo personal, pienso que Fight Club deja una huella igual de profunda que su significado. Pienso que el narrador guarda cierto parecido con el “Ubermensch” o “Superhombre” presentado por el filósofo Friedrich Nietzsche en su celebérrima obra Así habló Zaratustra, donde se observa las diferentes metamorfosis del espíritu del narrador: primero es una persona que acarrea con el peso del deber, después se convierte en un espíritu que pugna con el imperativo del “yo quiero” mostrando voluntad de cambio destruyendo así su identidad y todo lo material que se aleje de su nueva naturaleza de espíritu, para finalmente convertirse en el inocente creador de nuevos valores y cimientos que sostengan su renovado espíritu jovial, que se ve encarnado en su última versión al final de la película dando lugar al Superhombre. Tyler es interpretado como el mentor que se encuentra el héroe, ejemplificado en la obra de Joseph Campbell El Héroe de las Mil Caras, donde todo viaje del héroe se reserva a un apartado en el que encuentra a un mentor fuera de su propio seno familiar y cercano, que es lo que en esta historia ocurre precisamente. Y finalmente, Marla, que es la mujer carente de rumbo y obsesionada con la idea de muerte, una especie de Femme Fatale con tintes nihilistas, que no tiene apego por nada ni por nadie, parece ser, bajo mi punto de vista, la metáfora del amor carente de estabilidad u amor líquido e inconsistente tanto hacia su persona como a los demás que representa a nuestra sociedad actual, que se puede observar en las obras del sociólogo Zygmunt Bauman. Aparte como personaje femenino, también puede ser interpretado como crítica al sector femenino de la sociedad actual llevando un modelo de vida con rumbo hacia la destrucción de sí misma siendo su propia víctima y cazador.La interacción entre los tres personajes y la manera con que se trata sobre todo el hombre a sí mismo y el hombre a la mujer, puedo interpretarlo como una crítica a la masculinidad no solo de la “Generación X” sino también un mensaje hacia generaciones posteriores a la suya. De hecho, todos (o casi todos) los elementos mencionados, pueden extrapolarse en forma de parodia a nuestra sociedad actual como crítica al hombre y a la mujer moderna.
Como reflexión final, es una película que trata temas muy variados y también muy complejos, pero que no deja de ser una cinta con un humor transgresor y divertido, con mucho gancho y con frases célebres orquestado todo ello por la maestría de David Fincher que, una vez más, nos muestra que domina a la perfección el “cine de los barrios bajos”. No me queda otra cosa que disfrutarla y compartirla ya que he perdido la cuenta de las veces que la he visto, aunque me duela terminar mi artículo de la misma manera en que lo comencé: infringiendo las 2 primeras reglas del club.
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