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Tempo impetuoso d’Estate | Por Patrizia Gaell

Tempo impetuoso d’Estate | Por Patrizia Gaell

Le quattro stagioni (Las cuatro estaciones), la famosa colección de cuatro conciertos para violín del maestro Antonio Lucio Vivaldi, forma parte de un conjunto mayor de ocho conciertos más (en total, doce) conocido como Il cimento dell’armonia e dell’inventione (La competencia entre armonía e invención), una obra compuesta entre los años 1718 y 1720 y publicada en Ámsterdam en 1725. En concreto, Le quattro stagioni corresponden a los cuatro primeros conciertos de esa colección, siendo cada pieza un retrato musical de cada una de las estaciones. Es música de programa: los conciertos individuales van precedidos de un soneto, presumiblemente escrito por el propio Vivaldi, y se añaden al pie de la poesía como una extensión de esta.

Aunque Vivaldi ya había experimentado previamente con programas extramusicales —que a menudo se reflejan en los títulos de sus obras—, la interpretación exacta de pasajes individuales en la partitura era algo inusual para él. Sin embargo, su experiencia como virtuoso del violín le permitió acceder a técnicas de interpretación particularmente efectivas que ayudaron a crear esta obra musical sin igual y en la que se esforzó mucho por relacionar la música con el contenido poético.

Así, por ejemplo, dio voz, en cada composición, a los fenómenos naturales, algo que en ese momento fue una total revolución musical: vientos suaves, lluvia o tormentas violentas y eléctricas van sucediéndose a lo largo de los cuatro conciertos. Se añade el fluir de los arroyos, el cántico de pájaros de diferentes especies perfectamente caracterizado, el ladrido de un perro, la voz de un pastor… También partidas de caza expresadas tanto desde el punto de vista de los cazadores como desde el de sus presas. O danzas campesinas y bailarines borrachos, incluso patinaje sobre hielo con sus tropiezas y caídas. Paisajes cálidos y gélidos, todos son simulados e interpretados con absoluta maestría en la composición de sus notas.

Le quattro stagioni se dividió en cuatro conciertos compuestos, cada uno, por tres movimientos: Concierto nº 1 en Mi mayor, La primavera, con los movimientos ‘Allegro’, ‘Largo e piannisimo’ y ‘Allegro pastorale’; Concierto nº 2 en Sol menor, L’estate (El verano), con los movimientos ‘Allegro non molto – Allegro’, ‘Adagio – Presto – Adagio’ y ‘Presto: Tempo impetuoso d’estate’; Concierto nº 3 en Fa mayor, L’autunno (El otoño), con los movimientos ‘Allegro; Ballo e canto de vilanelli’, ‘Adagio molto; Ubriachi dormienti’ y ‘Allego; la caccia’; y, finalmente, Concierto nº 4 en Fa menor, L’inverno (El invierno), con los movimientos ‘Allego non molto’, ‘Largo’ y ‘Allegro’.

Si bien toda la obra está cargada de emoción, sentimiento y color, destaca especialmente, en este sentido, en el Concierto nº 2, el movimiento ‘Presto: Tempo impetuoso d’estate’. El compositor lo describe como el surgir repentino de una tormenta donde «los cielos truenan y rugen con granizo, cortando la cabeza del trigo y dañando el grano»,descripción ajustada a la temática completa de la obra. Pero, si obviamos la historia contada y el entorno en el que se desarrolla y nos centramos solo en este pequeño fragmento de poco más de dos minutos y medio, obtendremos una experiencia que nada tiene que ver con el relato original en cuestión: en un breve espacio de tiempo, el oyente emprende un viaje emocional sin igual en el que, víctima de una especie de montaña rusa sensitiva de velocidades radicalmente opuestas, sufre un tumulto indescriptible de sensaciones extremas y profundas. Así, los primeros cuatro compases preparan al viajero administrándole una dosis de hipnosis profunda que lo mantendrá prisionero de todo lo que está por venir. El silencio largo que prosigue se aferra a su estómago para luego arrastrarle a un vórtice largo y oscuro que lo catapulta a las profundidades más remotas del sentir emocional. Las sensaciones a partir de entonces son veloces, agónicas, oscuras, llenas de temor e incluso dolor, pero también cálidas, afectivas, emotivas y esperanzadoras, una dicotomía que lleva al oyente al borde de la extinción. Es ahí cuando Vivaldi le regala un fugaz momento de paz en el que puede recobrar el aliento mientras camina de puntillas sobre una amalgama de colores, pero apenas ha acariciado el sosiego, lo retorna abruptamente al juego de la dulce locura. Un camino descontrolado y vertiginoso que se recorre con el corazón galopante, el bello erizado y la boca semiabierta. Ya al final, el movimiento concluye con un breve y conciso resumen de toda la experiencia vivida que no hace otra cosa que obligar al oyente a exhalar un gran suspiro mientras esboza una de las más grandes y deliciosas sonrisas.


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2 thoughts on “Tempo impetuoso d’Estate | Por Patrizia Gaell

  1. Esta mujer no deja de sorprenderme con sus artículos. He de confesar que no conocía a esta autora. Lo primeo que leí de ella fue un artículo que encontré por recomendación, a través de Facebook que había publicado aquí, en el escritor.es. En el que, Patrizia hablada, de una manera muy personal, profunda y sencilla de la magnífica obra “El grito” de Munch. Despertó mi curiosidad por sus escritos y desde entonces, leo cada uno de los artículos que publica con entusiasmo y curiosidad. No soy yo de esas personas que publican opiniones ni nada de eso, pero esta vez he querido hacerlo porque pienso que esta autora así lo merece. Espero poder seguir disfrutando durante mucho tiempo de sus escritos.

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