Si no te gusta donde estás, muévete, no eres un árbol
Llevo unos días que no paro de darle vueltas a esta frase:
«Si no te gusta donde estás, muévete, no eres un árbol».
Anónimo
No sabría decir de quién es, porque buscando por Google se le atribuye a mucha gente, pero, en cualquier caso, creo que dicha frase contiene un mensaje potente que todos deberíamos decirnos a diario, porque me atrevo a decir que hay demasiadas personas infelices que se sienten un árbol.
Mientras escribo esto, es viernes por la mañana. Hoy la mayoría de la gente es feliz, o al menos está contenta, porque comienza el fin de semana y acaba su semana laboral. La pregunta que me surge es: ¿merece la pena una vida en la que se está amargado de lunes a viernes? ¿merece la pena una vida en la que se celebra que han transcurrido cinco de los siete días que tiene la semana? Por no hablar de los domingos que, por ser la previa al comienzo de los días laborales, suelen ser días de tristeza y bajón. Por lo tanto, de siete días, sólo nos queda el viernes por la tarde y el sábado para disfrutar de la vida…
No entiendo como la gente, por norma general, se conforma con esto. Voy a poneros dos ejemplos muy opuestos que creo que pueden resumir un poco a nuestra sociedad.
Por un lado, tengo un amigo que se ha preparado mucho durante toda su vida y que trabaja en una empresa de la leche cobrando un pastizal. ¿El pero? Que trabaja fácilmente sesenta horas a la semana ―o más―. Obviamente está muy contento por su sueldo, pero muy descontento por la barbaridad de horas que tiene que dedicarle semanalmente al trabajo ¿Cuál es la conclusión de esto? Que me transmite la sensación de vivir en una jaula de oro que no abandona por el sueldazo que tiene, pero que le hace infeliz de lunes a viernes. Y no es que lo diga yo, es él quien lo demuestra preparando planes para el fin de semana desde el lunes a primera hora, deseando que llegue el viernes.
Tengo, por el contrario, otro amigo con menos estudios y que tiene un trabajo duro con un salario más pequeño. Siempre está hablando mal de su trabajo y echándole la culpa de sus males a los políticos, a sus jefes, a la empresa, al sistema en el que vivimos… en resumen, a todo el mundo menos a él mismo, cuando es él solito quien se queda ahí sin intentar mejorar o conseguir algo mejor.
En ambos casos, son dos personas muy distintas que sufren el mismo problema: de lunes a viernes no son felices y, en lugar de intentar cambiar o encontrar algo que les guste más, permanecen ahí, resignados como si no hubiera más opciones. En mi opinión, el primero, siendo como es de crack en su profesión, podría buscar otra empresa donde ganase menos, pero también donde trabajase sus cuarenta horas semanas y fuera. En el caso del segundo, creo que podría estudiar cursos online, por ejemplo, e intentar especializarse en lo que ya sabe para intentar escalar en su empresa o cambiar a otra donde le paguen más, lo valoren mejor y le ofrezcan mejores condiciones laborales. En resumen, en ambos casos, veo a dos personas que no son felices cinco de siete días que tiene la semana, y no hacen nada por remediarlo. «Es lo que hay», me han llegado a decir ambos hablando del tema.
Yo también he sido víctima de ese círculo vicioso, pero por suerte siempre he querido escapar de él. Primero, con dieciséis años, cuando mi padre me llevó con él a trabajar de peón en una obra durante el verano. Yo era un estudiante más que mediocre, pero durante aquellos meses conocí la vida tan dura que me esperaba como albañil si no estudiaba, y acabé graduándome en ADE para escapar de ese infierno. Y no sólo con eso, hace unos años, cuando me gradué en la universidad y comencé mi vida laboral como contable, me di cuenta que tampoco era feliz, pese a haberme preparado durante tantos años para ello pensando que ahí estaba la felicidad.
En aquella época reflexionaba mucho sobre otra frase:
Busca un trabajo que te guste, y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida.
Confucio
Recuerdo que yo pensaba que me gustaba ser contable, pero me pasaba lo mismo que a los dos amigos de los que os hablaba antes: no era feliz de lunes a viernes. Y si me apuras, el domingo, tampoco. No descubrí el porqué de esto hasta que abandoné el mundo de las oficinas para hacerme autónomo y vivir de mis libros. El problema no era la frase ni que estuviese errónea, el problema era yo, que pensaba que me apasionaba la contabilidad y no podía estar más equivocado. A mí lo que me apasionaba ―y me apasiona― es escribir, ser autónomo, no tener jefes y trabajar desde casa…
No os cuento mi historia para resaltar lo listo que soy yo y lo tontos que son mis amigos por seguir donde no son felices. Nada más lejos de la realidad. Os la cuento para que os sirva de inspiración y veáis que es posible ir a mejor. Está claro que cada cual tiene sus circunstancias, sus obligaciones personales, sus cargas familiares, hipotecas… lo entiendo y no te juzgo. Sé que no es fácil. Pero mi objetivo con todo esto es que te pares a pensar si realmente «es lo que hay» o si realmente tienes alguna alternativa que estás pasando por alto. También quiero que te preguntes si estás haciendo algo por cambiar esta situación que no te deja ser feliz o que no te permite autorrealizarte. Quiero que abras los ojos y te pares durante un buen rato a pensar en todo esto. Ese es mi objetivo.
Para terminar, quiero hacerte dos preguntas que lo resumen todo:
¿Eres feliz donde estás ahora mismo?
Si la respuesta es sí, me alegro mucho por ti, de corazón.
Y si la respuesta es que no, déjame que te haga una segunda pregunta:
¿Estás haciendo algo por cambiarlo?
Si la respuesta vuelve a ser no, al igual que en el caso de mis dos amigos, déjame decirte que ahí está el problema.
Porque como decía al principio: «Si no te gusta donde estás, muévete, no eres un árbol».
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