Riñas y peleas | Por Jaime Jimeno
El pasado domingo me levanté sobresaltado al escuchar voces a través de la ventana. Como el asunto parecía serio tomé la decisión de asomarme, a ver si me enteraba de algo más. Entre gritos, insultos, recuerdos a los fallecidos y demás dialéctica que se puede esperar de un conflicto que se desarrolla de manera verbal, siempre en tono creciente, pude entender que el vecino del tercero había tirado la ceniza por la ventana con tan buena suerte que la ropa que tenía tendida el vecino del primero la recibió. Al parecer el del primero tiene la costumbre de aparcar pisando la línea que separa su plaza de la del tercero y no tengo claro cuál de los dos es el que ha vulnerado la ley de propiedad horizontal al pintar la baranda del balcón.
Al final el conflicto se saldó con el deseo de ambos contendientes de no encontrarse en el rellano. Siendo sincero no creo que la cosa pase de ahí, pues ambos llevan a la gresca desde hace años y en ninguna de las fiestas de la comunidad de vecinos han pasado a las manos. Sin embargo, esta pelea me ha recordado a otro enfrentamiento legendario en el que los contendientes no brindaron al cerrarlo, por el simple hecho de que ambos murieron sin un acercamiento entre las partes. Me refiero a Thomas Alba Edison y Nikola Tesla. El primero defendía la corriente continua, y unas grandes ganancias esperadas gracias a los contratos que le iban a reportar, mientras el segundo se convirtió en el paladín de la corriente alterna, mucho más eficiente pero con un riesgo de manipulación tan alto que se cobró varias vidas y que requirió de algunas décadas para ser controlado. En este combate no se llegaron a utilizar las manos entre los contendientes sino que se empleó el poder de la propaganda y la influencia de los medios. Con el paso de las décadas la historia podría considerar vencedor a Tesla, que sin embargo moriría endeudado y dejando una imagen de científico extravagante. Por su parte Edison obtuvo el reconocimiento y se convirtió en uno de los científicos más conocidos y aplaudidos de la historia.
Si atendemos a otras peleas reseñables, podríamos pensar en Muhammad Ali contra Joe Frazier III, bajo el paraguas de las reglas del boxeo. Otras que me fascinan son las que se producen en el seno de grandes exponentes del rock, con el añadido de protagonizarlas hermanos. Los Gallagher en Oasis, los Fogerty en Creedence Clearwater Revival o los Robinson en The Black Crowes. Fuera del rock, aquí tendríamos a los Cano en Mecano. Y saliendo ligeramente del mundo musical podemos avanzar hasta nuestros días y observar un James Rhodes vs Girauta en el ring de Twitter.
Si gustamos de ficción podemos encontrar a Rocky contra Apollo, Goku contra Vegeta, Lobezno contra Dientes de Sable o Maverick contra Iceman. Peleas que no deberían tener demasiada influencia en el mundo real a poco que el espectador sepa distinguir la realidad.
Podría extenderme con un número casi ilimitado de situaciones. Sin embargo, jamás podría dejarme llevar por el ejemplo que ha puesto un conocido político de nuestro país al que muchas encuestas auguran un buen puñado de votos. Y es que referirse a una Guerra Civil como una pelea entre nuestros abuelos no deja de ser una barbaridad mayor que las que cometía Edison al electrocutar a animales con corriente alterna para demostrar el peligro que implicaba la tecnología de Tesla.
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