Por qué escribimos | Por Felipe Sérvulo
En nuestro interior hay un espacio interestelar donde duermen ciertas palabras, que un día despiertan y quieren ser poema al llegar el crepúsculo o novela para soñar con otros mundos. Entonces, se alían con la imaginación y brota lo que conocemos como una historia, que pide ser contada y busca a alguien que haga de mediador. Así, surge lo que lo que se conoce como el escritor.
En un mundo tan codicioso como el nuestro, si el escritor quiere mostrarla se verá obligado a vender sus sueños. Además, debe tener una voz literaria propia que le distinga y, en su interior, sentirse creador y gritar convencido como James Whistler: ¡El arte sucede!
Sin embargo, su labor no estará completa hasta que no pueda publicar para que las personas acaricien el libro, lo huelan, lo amen, lo lleven por la noche a su mesilla… lo hagan suyo y compartan sueños.
También, es posible que nunca divulgue su obra y que el manuscrito quede olvidado en un cajón de algún mueble de la casa donde tanto amó. Pasada una vida, el mueble acabará siendo pasto de las llamas una noche de San Juan con el original dentro, como un embrión yermo.
Tal vez, otro escritor pensará que puede dar una segunda vida a esa historia que se llevó el fuego. Y gritará: ¡Art happens!
¡El arte sucede, el arte ocurre! ¡El arte es un pequeño milagro!
Entonces, él también escribirá para que aquellos sueños lleguen a otras personas, que los harán suyos e imaginarán nuevas historias.
©Felipe Sérvulo
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