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Pánico a la hoja en blanco | Por Josep Segui Dolz

Pánico a la hoja en blanco | Por Josep Segui Dolz

«No tengo miedo al papel en blanco; siento terror ante el papel escrito»

Manuel Vicent

Voy en mi vehículo escuchando la radio. Le están haciendo una entrevista al autor valenciano Manuel Vicent. Interesante.

De repente un gato se cruza en mi camino y tengo que dar un frenazo para no atropellarlo. ¡Uf! Menos mal que detrás no viene ningún coche o moto a toda leche como suele ser habitual.

En fin, me concentraré más en la conducción y menos en la radio. Soy de los que, a pesar de mi multipolaridad (o tal vez por eso mismo; da igual), no tengo la capacidad de hacer varias cosas al mismo tiempo. Ninguna capacidad, vaya.

Pero el texto, más o menos, con que he encabezado este artículo se me queda y cuando llego a casa me lo apunto y, ya tranquilamente sentado en mi sillón favorito, lo reflexiono.

He de decir que la frase seguramente no es literal. Ya lo he advertido cuando he escrito «más o menos». Pero eso no tiene trascendencia. ¿Qué habrá querido decir Vicent? No importa. Es como siempre cuando hablamos o escribimos. Una cosa es lo que queremos decir y otra, a veces muy distinta, lo que los demás entienden. Y lo mismo pasa, pero al revés, cuando escuchamos o leemos, claro. Pero eso no me impide llevar mis reflexiones al teclado como estoy haciendo justo ahora.

Ahí, en la frase de Vicent, hay dos partes; parece bastante evidente: por un lado lo de «el papel en blanco» y por otro lo del «escrito» (el papel; es que no quería repetirlo, perdón por haberlo hecho a pesar de mi intención).

Eso de «el miedo» (o pánico, o terror, o lo que sea) siempre me ha llamado la atención.

Sí, entiendo perfectamente que a veces una o uno, sobre todo cuando va a empezar a escribir algo, se queda in albis y se genera esa emoción (o similares) a la que vamos a seguir llamando «miedo», si te parece bien. No lo voy a negar. Pero me da como que si pasa muy a menudo esa o ese una o uno está trabajando en algo que no es lo suyo; está sufriendo demasiado. Y me da pena. Creo que no se escribe para sufrir, si no más bien para disfrutar, ¿no? (en esto coincido con Murakami y otros). Me da la sensación de que es como si un albañil siente terror de subir a un andamio por si se cae o también alguien que trabaja en un banco por si le atracan. Claro que en la vida nos tenemos que enfrentar a muchas situaciones terroríficas, incluso en el trabajo si no hay más remedio. Mas escribir (o hablar) no es ninguna obligación (trabajar y vivir, generalmente, sí).

¿Por qué, entonces, ese miedo? Cada cual tendrá su respuesta; yo ninguna. Es que (y no lo tomes como una inmodestia; no es ningún mérito ni se aprende en ninguna escuela ni manual de escritura creativa ni viene con los genes) yo no lo he sentido nunca. Al revés, la página (o la hoja, o la pantalla) en blanco me produce un inmenso placer. No se parece a un orgasmo ni al marítimo sabor de una langosta ni al de un buen tinto Malbec argentino o un Tempranillo riojano. Es algo diferente aunque también muy placentero, ya te digo. Es la sensación de sentarse delante de un mundo de posibilidades infinitas en el que puede pasar cualquier cosa con independencia de que sea real (que nadie sabe lo que es eso) o no (que tampoco). Personalmente, la página en blanco me suele hacer muy feliz, casi tanto como el orgasmo, la langosta o el vino aunque esa felicidad sea efímera (como todas) y, además, no se pueda describir; casi siempre y por fortuna, sí compartir.

Claro, esa página (y las que vendrán) se va a llenar enseguida con las cosas que me cuentan los duendes de la literatura (ver https://elescritor.es/opinion/los-duendes-de-la-literatura-por-josep-segui-dolz) y eso siempre es muy muy muy interesante. Al menos para mí; espero que para mis lectoras y lectores también. Y me interesa mucho todo lo que es interesante, valga la redundancia. Como los orgasmos, el sabor de las langostas y el vino, ¡a quien no!

Bueno, puede haber gente que no le guste todo eso, por supuesto. No te sientas mal si ese es tu caso.

Espero que estas breves reflexiones hayan quedado más o menos claras, si bien las puedes interpretar absolutamente como quieras, ¡faltaría más!

Pasemos, entonces, a la segunda parte: «el terror a lo ya escrito».

Si la primera, a pesar de la ayuda de los duendes y la sensación de felicidad no siempre es un camino de rosas sin espinas (lo reconozco), la segunda ya se complica a base de bien.

Ya tenemos nuestro texto, ¿y ahora? Pues lo primero de todo sería hacer una primera revisión orto-tipográfica y gramatical, ¿verdad? Supongo que en esto estamos de acuerdo. Si no lo estás puedes, por supuesto, hacerme cualquier tipo de observación tanto en privado, jseguidolz@gmail.com, como públicamente aquí mismo más abajo en «Deja una respuesta». Siempre contesto aunque, a veces, tarde un poquitín. Perdóname si ese fuera el caso.

«Ortografía, tipografía y gramática» (pronto hablaremos de todo eso con un poco más de calma). Hay que reconocer que no suena muy bien, la verdad. Y que a veces (¡o muchas!) solo de pensar que hay que hacer todo ese trabajo nos entra como una flojera mental (incluso física) que no hay por dónde cogerla. Que nos invade el miedo, vaya. Miedo, terror, pánico,… Ahora sí.

Pero no. Ya, ya sé que suele ser un trabajo tedioso y fastidioso. Y también sé que podemos pagar los servicios profesionales de alguien que se dedique a eso y solucionado. Mas resulta que, aun contratando ese tipo de servicios, vamos a tener que hacer no una, no, si no muchísimas revisiones.

¿Y?

¡No pasa nada, coño!

Revisar, corregir, borrar, cambiar, … ¡es divertidísimo! Es un poco como volver a escribir nuestro texto una y otra vez, revivirlo, sentir de nuevo lo que ya experimentamos en su momento cuando lo escribimos con los duendes. Ellos ahora ya no están. Pero están las hadas que, aunque de todos esos tecnicismos no entienden nada y no nos ayudarán, al menos nos van a hacer compañía. Y eso mola mogollón, ¿a que sí?

Jorge Luis Borges venía a decir (perdona que no cite la referencia exacta; no la tengo a mano y ahora mismo no me apetece buscarla) algo así como que «Publicamos nuestros libros porque si no, nos pasaríamos la vida revisándolos y corrigiéndolos». ¡Me encanta!

Pues bueno, habiendo hablado Borges ya casi casi no hay nada que añadir.

Me voy a revisar y corregir. Ya no La chica que ha perdido el norte que cuando estas líneas vean la luz Cristina (la prota) estará rulando (o a punto de hacerlo) por esos mundos, si no otras novelas que hay en camino.

¡Ah, sí! Solo una cosa con respecto al «pánico al texto escrito»: ¿Gustará a mis lectores (y antes, claro, a alguna editorial o agente)?

¡Uissssss! Eso ya es harina de otro costal. Lo hablaremos un día de estos, a ver si nos aclaramos o la liamos todavía más…

¡Abrazos!

Josep

https://www.josepseguidolz.info


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