Obra y autor | Por Eduardo Ara Aguarón
Harry Potter es sin duda una de las obras más exitosas y queridas de la literatura contemporánea. Pocas cosas reciben más amor que el que los fanáticos sienten por este mago de lentes redondas. Y sin duda, la autora está lejos de pertenecer a ese selecto grupo.
Para aquel que tenga la virtud y el privilegio de no estar al tanto de las redes sociales y del mundo del internet, JK Rowling ha realizado variadas y muy desafortunadas declaraciones sobre la comunidad trans, cuestionando la sexualidad de los miembros de ésta. A raíz de esto, la autora ha recibido muy duras críticas y una caída en picado de su popularidad. Y como cabría a esperarse, esto también ha afectado a la reputación de su obra. Hay quién piensa que el consumir cualquier producto relacionado con la franquicia es casi una muestra de compartir los ideales de la autora, y aquí es donde difiero enormemente.
Antes que nada, estoy completamente en contra de tales declaraciones. Como alguien que ha disfrutado de las novelas de Harry Potter, no diré que no me molestan. Me parece innegable que tales mensajes sobran completamente. Sin embargo, veo un punto extremo el abandonar el disfrute de algo que te gusta por diferir (aunque sea de manera justificada), con el creador de eso. Y no sólo porque al final lo único que haces es fastidiarte a ti mismo, sino por la obligación moral en la que nos pondría hacer eso si quisieramos evitar caer en una hipocresía constante. Yo he leído mucho a lo largo de mi vida, mucho y de muchos autores. Y de muchos ni siquiera me he molestado en buscar su nombre en google, al menos no para otra cosa que para ver que más ha escrito. Aplicando la lógica, estoy seguro de que debo haber disfrutado mucho las creaciones de mínimo dos o tres personas como mínimo cuestionables. Sin embargo, no voy a ponerme a investigar todas las opiniones y acciones de un escritor en la cola de la librería para decidir si es buena idea añadir ese ejemplar a mi biblioteca. Primero por el excesivo tiempo que gastaría y luego porque me habría pérdido de muchas gratas experiencias. Por otro lado, si estás dispuesto a hacer eso, deberías irte olvidando de consumir cualquier entretenimiento de principios del siglo pasado para abajo. Y cuidado con ver cualquier película de Disney, porque las alegres películas de animalitos de esa compañía son técnicamente el legado de un hombre con opiniones que espero que pocos compartan en la actualidad. Pero como yo no he visto residuo alguno de tales opiniones en Bambi, no veo porque iba a arrepentirme de verla.
Finalmente, me gustaría destacar que en esta condena a Harry Potter se está eclipsando mucho todo lo que aporta la obra. Cualquiera que la haya disfrutado recordará ese fuerte mensaje antirracista que estaba presente en muchas ocasiones, así como la relevancia de la amistad en esa historia. Si en algún momento tengo hijos, espero que lean Harry Potter lo antes posible, porque estoy seguro que la última enseñanza que extraerán serán esos tweets transfobos de la autora que en ningún momento aparecen en el libro.
Eduardo Ara Aguarón, autor de “Crónicas de Thedrit“
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