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“Noche de Reyes” | Por Michel García

“Noche de Reyes” | Por Michel García

No puedo evitarlo. Me sigue ilusionando la noche de Reyes y todos los años disfruto de ese nerviosismo especial.

Vivo sola hace varios años, pero mi mente vuela libre esa noche fantaseando sin ningún tipo de ataduras ni complejos. Es algo mío, algo privado que saboreo sin tratar de analizarlo. 

Después de un largo baño relajante, una cena ligera con un buen vino, y por supuesto, dejar todo preparado para la visita de los Reyes.

Luego a la cama, no vayan a llegar y pillarme despierta. Pero sin faltar a esa costumbre ya convertida en tradición de estrenar esa noche braga blanca de niña buena.

Una última copa de vino ya con mi braguita puesta y a dormir resistiendo la tentación de tocarme. Mejor regalarme caricias y mimos lujuriosos al despertar y empezar el día con una sonrisa de golosa satisfacción.

Algo me despertó en mitad de la noche, y cuando abrí los ojos, allí estaba, de pie, al lado de mi cama, con su barba blanca y su camisa desabrochada. Era uno, sin capa ni corona, pero tenía en sus manos una rosa roja y una caja de bombones, y sobre todo, el mejor regalo, una maravillosa sonrisa de demonio seductor.

No hubo ni un instante de duda. Aparté la sábana invitándole a entrar en mi cama y él no rechazó la invitación. 

Me cubrió de besos. Recorrió mi cuerpo con sus manos y su boca estrenando con descaro mi braguita haciéndome suspirar con besos indecentes que estremecían mi piel. 

Me entregué por completo a ser devorada y poseída por aquel inesperado Rey Mago y entre sus brazos di rienda sienta a la pasión y a los inconfesables deseos acumulados durante aquellos años de soledad aburrida y cansada de egoístas amantes imperfectos. 

Me sorprendí a mi misma descubriendo juegos y placeres con los que ni siquiera me habría atrevido a fantasear. Me dejé guiar, y él supo llevarme a rozar el cielo con las manos logrando que perdiera la noción del tiempo mientras mi cuerpo se derretía una y otra vez.

Un rayo de sol entrando por la ventana me hizo despertar. Estaba sola, desnuda, despeinada, enredada en unas sábanas revueltas y empapadas que olían a sexo y sudor. Pero ni rastro de él. Y tampoco aparecían por ningún lado esas braguitas blancas que se habían convertido durante la noche en inolvidable y morboso cómplice de juegos. 

Una deliciosa y embriagadora sensación recorría cada rincón de mi cuerpo. Me sentía en una nube de la que no quería bajar, pero la sed me empujó a salir de aquella cama transformada en templo del deseo.

De camino a la cocina, me asaltó la duda. ¿Había sido real? ¿O mi mente me había jugado una mala pasada conduciéndone a un sueño al que me había entregado con ansiosa pasión?

Mientras caminaba desnuda por el pasillo, me temblaban las piernas y al entrar en la cocina, un escalofrío bajó por mi espalda. Allí, sobre la mesa, la caja de bombones, la rosa y una nota manuscrita.

“Feliz noche de Reyes.

No dejes nunca de soñar. La magia existe y cuando menos te lo esperes, el Rey volverá deseando saborear el exquisito manjar que la Reina de bragas blancas tan celosamente le guarda. Melchor”

MICHEL GARCÍA 

LEGNA LOBO NEGRO 

(derechos reservados)


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