Más allá de unos números: La lotería de Navidad | Por Lourdes Justo Adán
Loterías y Apuestas del Estado celebra cada año el Sorteo Extraordinario de Navidad. Inicialmente, era un evento más de la Lotería Nacional, con la particularidad de que se celebraba cerca de esta época. Desde 1897, se celebra cada 22 de diciembre.
Su historia comenzó así…
Según las fuentes consultadas, el origen de la Lotería en España se remonta a 1763, cuando Carlos III importó este tipo de apuestas desde Italia.
Pero en 1812, España estaba sumida en la bancarrota debido a Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas. Un nuevo sorteo fue la iniciativa del Gobierno para ingresar más dinero en las arcas públicas sin necesidad de aumentar los impuestos. El primer billete costaba 40 reales y el premio mayor fue establecido en 8.000 pesos fuertes. La conversión exacta a la moneda actual es complicada debido a los cambios en los estándares monetarios, la inflación y otros factores económicos presentes lo largo de los siglos. En cualquier caso, se trataba de un premio interesante.
El primer “gordo” se lo llevó un ciudadano que portaba el número 03604. Como suele suceder, los detalles sobre su identidad y el uso del premio se desconocen.
La escuela de San Ildefonso, ubicada en Madrid, fue creada en el año 1543 como institución dedicada a la atención y educación de los niños huérfanos. En 1771, el niño Diego López se convirtió en el primer alumno de ese centro que cantó la Lotería Nacional. El colegio recibió una donación de 500 reales por esta colaboración. Desde aquella fecha, su alumnado forma parte de la historia de la Lotería.
Dejó de ser un orfanato para convertirse en internado masculino. A finales de los 60, se admitieron los primeros alumnos externos. Desde la década de los 80, coincidiendo con la admisión de estudiantes de ambos sexos en el colegio, las niñas también participan.
A pesar de ser una tarea voluntaria, no todos los niños son elegidos. Existe una serie de requisitos, como cumplir con sus responsabilidades académicas, tener cierta edad, alcanzar una determinada altura, una buena pronunciación y una voz clara, fluida y audible.
Comienzan a ensayar desde octubre. Practican la lectura de números, ejercitan la extracción de bolas, realizan las rutinas y les dan pautas para afrontar situaciones imprevistas.
El día anterior al gran acontecimiento, tienen un último ensayo general en el Teatro Real. Pese a todo, suelen producirse anécdotas entrañables, posiblemente debido a los nervios de participar en esta tradición tan antigua.
… Y llega el tan esperado día marcando el inicio de la temporada navideña. Aflora una gran emoción. Quienes poseen algún numerito, ya sea comprado, regalado, o compartido, albergan la esperanza de que la suerte les sonría y puedan cumplir algún capricho. Los décimos representan el anhelo de nuevos proyectos, pero también, una forma de desear a los demás suerte y prosperidad.
Por desgracia, no toca a todos los participantes, incluso a pesar de jugar fielmente. Aun así, es una costumbre que, según yo, sigue viva porque es el reflejo del espíritu navideño de la unión, la ilusión y la generosidad. Nos recuerda que lo que realmente importa es la capacidad de soñar, de compartir y de celebrar cosas juntos, por eso es mucho más que un simple sorteo.
Ganar el “Gordo” puede ser una fortuna increíble, pero también puede ser un problema a la hora de hacer un uso adecuado de él. Al principio, resultará tentador gastar compulsivamente, mas lo ideal sería cosechar una estabilidad económica a largo plazo. Bueno, no deseo detenerme en asesoría financiera, más bien, prefiero advertir que ganar un premio así puede modificar muchas cosas en tu día a día, pero no necesariamente ha de cambiarte como persona. De hecho, puedes continuar siendo leal a ti mismo, valorando lo bueno que tenías antes del premio, manteniendo los pies en la tierra, recordando de dónde vienes y, por supuesto, conservando a tus amigos. Y, como hacen muchos, dedica una parte de lo obtenido para ayudar a una causa en la que creas, no solo porque es gratificante, sino porque te proporcionará una visión equilibrada de la utilidad del dinero. Estos serán los rasgos que te definan, no la cuenta del banco.
Y es que el dinero no lo puede todo. Es imposible comprar en una tienda la integridad, la honestidad, la bondad, la gratitud o cualquier otro valor. Tampoco la salud, la paz, la amistad sincera o el amor verdadero. El dinero puede permitirte miles de experiencias nuevas, pero no siempre te provee de la sabiduría o el crecimiento personal que estas te puedan proporcionar.
La verdadera felicidad viene de dentro, de estar satisfecho con quién eres, con lo que superaste, con lo que tienes y con lo que das. El dinero por sí mismo no otorga alegría ni resiliencia. Tienes que alcanzarlas tú. Porque la armonía depende de factores que nada tienen que ver con la riqueza material, ya que vienen de tu interior, de saberte rodear de la gente adecuada, de vivir plenamente, de experimentar todo lo que el devenir tiene para ofrecerte y de tu actitud ante tu propia existencia.
Desde luego, oportunidades tendrás de conocer personas envidiosas. Te criticarán, sí. Te envidiarán, claro. Te difamarán, por supuesto. Intentarán aprovecharse, no lo dudes. Es posible que de esto no te libres. Así que, mantener la calma, alejarte y decir “no” será imprescindible para protegerte. Establece límites claros, evita confrontaciones innecesarias y recuerda: la envidia proviene de la inseguridad del envidioso o de la insatisfacción consigo mismo. No de ti, de lo que seas o de lo que tengas. No es tu responsabilidad. Comprender esto te ayudará a mantener tu bienestar emocional. No permitas que las actitudes negativas de los demás te afecten.
Pero, ¿qué sucede si no te toca nada? La respuesta es simple: la vida continúa. Aprecia lo que ya tienes. Es natural sentirse decepcionado. No obstante, recuerda que la lotería es un juego de azar, no un reflejo de tu valía. Siempre puede haber una nueva oportunidad. Distráete con actividades con las que disfrutes. No lo tomes como un fracaso, porque insisto, la verdadera riqueza no se mide en términos monetarios. Son las relaciones que cultivamos, las experiencias que vivimos y las lecciones que aprendemos.
Así que, si este año no puede ser, siempre tendrás la ocasión de probar el año próximo, y entretanto, ve disfrutando de los pequeños detalles de tu rutina diaria. Después de todo, el amor y la amistad son los verdaderos premios que nos brinda la vida. Mientras esperamos la fortuna, no olvidemos nuestra salud. Apreciémosla. Sin ella, todo esto carece de sentido.
¡Felices fiestas y suerte!
……
Lourdes Justo Adán.
Maestra especialista en Educación Infantil, en Educación Primaria y en Pedagogía Terapéutica.
Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Orientadora Escolar.
Escritora.
Columnista.
Coach de víctimas de maltrato psicológico.
Docente desde hace treinta años.
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