«Los nuevos dioses» | Por Eduardo Ara Aguarón
Tal y como explica Arsuaga a Millás en su obra en conjunto La vida contada por un sapiens a un neandertal “El experimento de las sociedades sin dioses es muy reciente. No sabemos cómo va a terminar.” Y es que, pensándolo fríamente, el ateísmo o agnosticismo tan común en estos días no deja de ser una nueva moda experimentada en el pasado solo por algún que otro revolucionario. Ahora bien, en el mismo diálogo del que proviene la cita, Arsuaga niega que vivamos en un estado laico, pues para él ese papel de dios no ha desaparecido, simplemente sustituido. Reflexionando acerca de este concepto vi que no podría estar más acertado. Y es que aún siendo agnóstico, soy consciente de que en realidad la humanidad necesita de dioses. Solo hace falta ver un rato las noticias para que hasta el más ateo desee la existencia de un ser superior que se asegure de que aquellos autores de las atrocidades que contempla sean castigados y que las víctimas sean compensadas. Ese mismo sujeto que niega firmemente la existencia de cualquier dios necesitará además de algún tipo de guía, de código, que le diga cómo debe actuar. Sin embargo, donde sí estoy ligeramente en desacuerdo con el paleontólogo es sobre quién ha sustituido a los dioses. Él le atribuye este papel a la ONU, y tampoco me parece absurdo, de hecho, es el sucesor lógico del relevo de los dioses. Sin embargo, viendo la sociedad actual, siento que la realidad es que este papel lo han tomado las celebridades. Las celebridades en general, diría que especialmente los políticos e influencers, aunque en cierto modo, este grupo abarca más categorías. El caso es que cada vez es más común ver a gente defender a capa y espada las ideas de algún famoso, a veces dejando de lado el criterio propio. Curiosamente, esto, a diferencia del ateísmo, no es nada nuevo, sino que ha estado sucediendo quizás durante toda la historia de la humanidad. Precisamente la excusa usada por innumerables reyes para gobernar ha sido el ser teóricamente unos enviados divinos. Y aquí observamos el obvio problema de considerar como un dios a un ser hecho para ser mortal. Ante un poder aparentemente absoluto, el ser humano tiende a perder la cordura. No puedes darle a una persona el gobierno sin límites de una nación y esperar que no la administre con manos de hierro. Y esa conducta sigue presente a día de hoy. Lógicamente no hay que meter a todos en el mismo saco, muchos influencers y demás celebridades son un ejemplo de humildad y sensatez, admirables sujetos de los que muchos podemos y debemos aprender. Por desgracia, por cada uno de estos casos hay otros tantos de lo contrario.
Cuando depositamos tanta confianza ciega en seres humanos, les damos el peligroso poder de desinformarnos. Es por eso que nosotros, como sociedad e individuos, debemos desarrollar un criterio propio, para así evitar rezar a los falsos dioses.
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