Las intrincadas sendas de la naturaleza humana. Viaje a bordo de un cuento de hadas | Por Lourdes Justo Adán
Los cuentos de hadas han proporcionado valiosas enseñanzas de vida. Han actuado como auténticas guías morales, abordando temas universales en casi todas las culturas. Su lenguaje accesible facilita la comprensión de estas lecciones y ayudan a manejar emociones, al tiempo que estimulan la imaginación.
Transmitidas de generación en generación, son más que simples entretenimientos. En este artículo me adentraré en el universo alegórico de un cuento particular, desvelando alguna simbología que, a mi juicio, está oculta bajo su cándida apariencia. Me refiero a la historia de La casita de chocolate. Este análisis llega en el ducentésimo trigésimo octavo aniversario del nacimiento de Wilhelm Grimm, quien, junto a su hermano Jacob, recopiló innumerables cuentos, incluyendo este.
Hansel y Gretel son dos hermanos abandonados por sus padres, de oficio leñadores, debido a la extrema pobreza en la que viven (voy a obviar la versión que añade que estos pretenden dejarlos morir de inanición). Por el camino, Hansel había dejado un rastro de migas de pan, pero los pájaros se las comen, así que que los niños se pierden en la frondosidad del bosque. Allí encuentran una casita hecha de dulces. Hambrientos, comienzan a comérsela. La señora mayor que vive en ella les invita amablemente a entrar. Esta resulta tener oscuras intenciones y encierra a Hansel en una jaula con el fin de engordarlo y así, poder comérselo. Entretanto, a Gretel la obliga a hacer las tareas de casa. Para saber todos los detalles, como siempre, recomiendo leer el cuento, aunque estoy segura de que es de sobra conocido.
Actualmente, la venta o el abandono de niños es inaceptable y, además, está prohibido por la ley en la mayoría de las sociedades. Sin embargo, trágicamente, esto sucedió en épocas de hambruna o en situaciones de pobreza extrema. En estos casos, los niños eran entregados en adopción. Otras veces, como mano de obra barata, sirvientes, aprendices… Pero insisto, era un último recurso.
Por tanto, aquí se plantea una situación aterradora, pero no muy alejada de la realidad: niños enfrentándose en soledad a los peligros de un entorno desconocido, sin apenas comida, cariño o refugio. Por si fuera poco, llegan a una casa de golosinas habitada por alguien que se los quiere comer. Esto agrega suspense y complejidad a la historia, mas no deja de ser perturbador para cualquier pequeño. La trama, pues, combina varios elementos que esconden una realidad sombría: a lo largo de su vida, los niños se enfrentarán al engaño y a la tentación. Esa casa es una trampa para ellos. Cosas que parecen buenas pueden ocultar peligros, reencarnados aquí, por ejemplo, en la antagonista quien, con su falsa amabilidad, nos recuerda que las apariencias engañan. Por consiguiente, debemos ser cautelosos y no confiar en nadie a primera vista.
La palabra inglesa breadcrumbs significa “migas de pan”, como las que dejó Hansel a medida que se alejaba, para encontrar después el camino de vuelta a casa. De este cuento precisamente se tomó el término breadcrumbing, referido a la táctica que utilizan los manipuladores —normalmente asociados a comportamientos narcisistas o psicopáticos— de dar, de vez en cuando, pequeñas señales de afecto hacia otra persona. Estas migajas emocionales tienen como objetivo alimentar en ella la ilusión de que, de alguna manera, entre ellos existe algo especial, pero, realmente, el breadcrumber no persigue ningún tipo de compromiso. Solo pretende mantener interesada a la víctima. Le satisface ver cómo sigue su rastro. Por tanto, del mismo modo que las migas en el cuento no dieron resultado, las señales de un breadcrumber tampoco conducen a ningún sitio, solo a un callejón emocional sin salida. Al igual que Hansel y Gretel en un bosque desconocido, su víctima se siente confusa en un laberinto de expectativas estériles, sin saber qué dirección tomar, inmersa en una tremenda disonancia cognitiva. Esta técnica podría generalizarse a cualquier relación de amistad, social, laboral, etc., en la que una persona domina a otras ofreciéndole “migas” en forma de atención, adulación, promesas veladas de mayor presencia o más participación, éxito… A cambio, esta recibe apoyo incondicional, validación y popularidad, pero, muy especialmente, lo que con más fervor persigue: el control de todo y de todos.
Los trocitos de pan son comidos por los pájaros, es decir, por quienes sabotean las oportunidades ajenas, por los que se benefician a expensas de otros sin considerar los perjuicios. Estos saboteadores conviven en la arboleda de la existencia misma —un entorno hostil lleno de obstáculos— generándonos en el inconsciente los temores más sombríos, que, sin darnos cuenta, manejan nuestras acciones. En este contexto, se hace patente lo imprevisible de la vida y las consecuencias inesperadas de las decisiones que tomamos. Los protagonistas se adentran en la espesura para encontrar su camino, lo cual equivale a la imprescindibilidad de aventurarse fuera de nuestra zona de confort con el objetivo de crecer y prosperar.
La anciana, cuyo aspecto contribuye a incrementar el desasosiego, también lleva consigo una carga simbólica importante: la falsedad, la crueldad, las intenciones perversas… Es, sin duda, una proyección misógina de las mujeres. Al margen de eso, evoca la maldad que se debe vencer. Pero hay algo aún más siniestro en este personaje: el deseo obsesivo y premeditado de engordar a Hansel para devorarlo. Esto está intrínsecamente vinculado al canibalismo, por macabro que parezca. Para mantener su dominio sobre él, lo encierra y le impide cualquier tipo de actividad, mientras lo ceba para aumentar su peso, verificando constantemente su progreso, como si el niño fuese un animal cualquiera destinado al sacrificio. Por su parte, Gretel, aunque también se encuentra privada de su libertad, es obligada a realizar las tareas domésticas. En este escenario, podemos observar la opresión, la explotación y la perpetuación de las expectativas de género. Se le impone un papel tradicionalmente femenino: el de encargarse de las labores del hogar. Se agrava por el hecho de que estas tareas superan su edad y capacidad. Esto pone a prueba su resistencia, pero ella, empoderada, demuestra una increíble resiliencia y se enfrenta a las circunstancias, demostrando una asombrosa astucia y valentía. Es ella quien encuentra la manera de resolver los problemas cambiando así el curso del cuento.
Se convierte en la heroína de la historia… ¿En serio? Recordemos que la niña empuja a la anciana para que se queme en el horno… Para ser un dulce cuento infantil con mensaje pedagógico, la línea entre la sana justicia y la cruel venganza es bastante borrosa. Es más, se podría haber prescindido de esa terrible escena simplemente adaptando el desenlace. Sin embargo, culmina de esta forma para mostrar alguna cosa más. El ardiente horno donde la bruja planea cocinar a los niños, ese donde ella misma termina quemada, representa, evidentemente, un binomio peligro/muerte y, a la vez, un instrumento de justicia. No obstante, también puede entenderse como la destrucción total del mal. De este modo, Gretel también está erradicando la fuente de toda iniquidad. El fuego, asociado en muchas culturas a la purificación, permite que los niños puedan escapar y planear un nuevo comienzo en su vida, libres ya de la influencia de la perversa mujer.
Pues bien. Consiguen librarse de ella y hacerse con sus riquezas antes de volver a casa, donde ahora sí, son recibidos con enorme regocijo. Esto parece poner en evidencia a unos padres, además de negligentes, muy codiciosos y materialistas. Pero yo prefiero interpretarlo como una forma exagerada de extraer una oportunidad de redención y perdón. Digamos que, si bien inicialmente, los niños son percibidos como una carga para el hogar, tras superar mil tribulaciones se convierten en la salvación de este, lo cual muestra el valor inestimable del amor que los descendientes pueden devolver a sus progenitores, aunque estos no sean perfectos. Esta interpretación resalta la idea de que, a pesar de todo, los hijos son un tesoro, gracias a la dicha que aportan con sus logros. Esta armonía se manifiesta de manera especial en la unión de los hermanos para acompañarse, protegerse y salvarse. Juntos se hicieron más fuertes. Esto pondera el apoyo en la adversidad. Una metáfora de la relevancia de la familia como refugio seguro en momentos difíciles.
Este cuento va más allá de la simple narrativa de dos criaturas perdidas en la arboleda. A través de su simbología, nos muestra la lucha entre el bien y el mal, la tentación y la resistencia, la ingenuidad y la astucia. Aunque Gretel sea una salvadora poco convencional, su valentía y sagacidad son básicas para la supervivencia de ambos hermanos. La historia celebra el exterminio del mal y la posibilidad de un nuevo comienzo. Asimismo, nos invita a reflexionar acerca de la responsabilidad de seleccionar bien los cuentos, ya que lo que contamos y cómo lo contamos son factores que, sin duda, tendrán un impacto profundo y duradero en la mente infantil.
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Lourdes Justo Adán.
Maestra especialista en Educación Infantil, en Educación Primaria y en Pedagogía Terapéutica.
Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Orientadora Escolar.
Escritora.
Columnista.
Coach de víctimas de maltrato psicológico.
Docente desde hace treinta años.
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