La verdad sobre la publicación de libros. Nueve. La mejor solución para publicar, vender y ser leído | Por Moisés de las Heras Fernández
Me retraso en la redacción de este artículo, por problemas personales, pero aquí estoy, para completar la tanda de 10 artículos referentes a los medios que tiene un escritor para publicar, ser vendido, ser leído y alcanzar la fama.
El camino es largo. Primero hay que publicar. Después, hay que vender. En tercer lugar, conseguir que te lean. De los lectores que realmente hayan terminado tu novela, ¡a saber a cuantos has encandilado con tu historia! ¿Muchos? ¿Pocos? Menos de lo que has vendido, eso seguro. Unos porque, aunque lo compren, arrinconan tu libro sin leer. Otros, porque no les gusta.
Pero, aunque tu historia no guste, no por ello ha de ser mala, necesariamente. Eso depende del nivel de lectura y de los gustos de las manos en que haya caído tu manuscrito y del bagaje cultural y de lector que tiene esa persona.
¿Cuántos de estos pasos del proceso que te he comentado dependen de ti y cuántos del azar?
A partir de la tarea de vender, la cosa se complica. Cada vez dependes menos de lo que tú, por tu cuenta, hagas. Así que resígnate.
En llegando a esta razón, un volcán, una Etna hecho, me planteo la resiliencia. La serenidad. Debo aceptar la realidad. Debo admitir la posición en la que me encuentro y las fuerzas con que cuento para triunfar esta difícil batalla de ser leído.
Hasta aquí hemos recorrido, en los otros ocho artículos, un camino lleno de pros y contras respecto a las ventajas e inconvenientes de presentarse a un certamen, de publicar en distintas editoriales, de emprender la difícil tarea del marketing, de seleccionar los temas y adaptarse al público en general. De lo que eso se relaciona con la calidad de la obra y de conseguir contactos e influencias para ser conocido. Una difícil y larga tarea que nada tiene que ver con el oficio de escritor. O, al contrario, que tiene mucho que ver, tal como dicho oficio se concibe en la actualidad.
LA FAMA NO LLEGA.
De cualquier forma, verás pasar el tiempo y que sigues siendo uno más en un mundo difícil. Solo unos cuantos lo consiguen. La estadística nos revela que nuestras pretensiones, con toda probabilidad, acabarán frustrándonos. Y la única forma de no decepcionarse es asumir que nunca alcanzaremos la fama. Eso nos permitirá centrarnos en lo importante: es redactar una buena novela.
Pero ya que no vamos a ser leídos y no vamos a alcanzar la fama, redactémosla a nuestro gusto.
No es un problema de hoy en día. Ha pasado siempre. Cualquier escritor de fama, de la actualidad y de la antigüedad, ha pasado por estas penurias de darse a conocer, de conseguir influencias, de estar en el momento adecuado en el lugar más conveniente, de venderse a las televisiones y de llamar la atención. Recordemos a Cela, a Paco Umbral y a tantos otros haciendo el tonto para conseguir lectores. Si no estás dispuesto a hacer eso en redes sociales, te recomiendo escribir para ti mismo y olvidarte de los demás. Si los demás quieren leerte, te leerán. Siendo un desconocido, solo lo harán tus amigos y familiares. Y ni siquiera eso. Pero no te empeñes. Forzarlos puede ser contraproducente y más frustrante aun.
Hazte a la idea de que tu novela solo venderá unos cincuenta o sesenta ejemplares, no más, y, por consiguiente, no la leerán finalmente más de veinte o treinta, siendo muy optimistas. Por buena que sea, conseguir que alguien lea la primera página es una labor titánica. Eres un desconocido.
NO VALE LA PENA PONER CARNE EN EL ASADOR (EL FUTURO DE TUS LIBROS)
No, no vale la pena. Lo más probable es que llegues a viejo y dejes tus novelas a tus nietos, si los tienes. Toda una serie de libracos que, con el paso del tiempo, como ocurre con toda la literatura habida y por haber, quedará obsoleta. En realidad, todos escribimos novelas históricas, aunque hablemos del presente más rabioso y, si no es así, el paso del tiempo se ocupará de convertirlas en eso, novelas, cuentos, escritos que hablan otra época, las pasadas, la que ya no nos corresponde y, por tanto, no interesan.
Cuando se pone el punto final a una novela, se ha convertido en histórica.
Porque las novelas, inevitablemente, hablan del pasado, de lo que ya no existe. Incluso la ciencia ficción, que habla del futuro, tiene un estilo, una forma de expresión, una moral, una ideología, una psicología y perfil de personajes que pertenecen a otra época. La nuestra.
La fama está reservada a los que tienen suerte e influencias. Sin ella, no hay nada que hacer. Es un oficio inútil. Lo único que depende de ti es el talento. Al igual que rezas confiando en que exista un Dios al final de esta vida, nos esforzamos por ser buenos. Esfuérzate por ser un buen escritor, pero no te olvides de ser feliz en este mundo. Aunque lo más probable es que quizá nunca consigas que se te reconozca.
Escribe lo mejor que sepas y olvídate de lo demás.
Si eres bueno, el mundo puede que de lo reconozca o no. Eso no depende de ti. Si tienes suerte… eso tampoco depende de ti. Pero echa a la lotería, por si toca. Desde luego no te va a tocar, si no echas.
DENTRO DE CIEN AÑOS
Ese futuro está ya escrito… o no. Da igual lo que creas. Puedes luchar contra él y cambiarlo, y te aconsejo, por si acaso, que lo hagas. Puedes llegar a ser reconocido, incluso en vida. No hay que tirar la toalla por ello. Pero no sufras por no conseguirlo ni te machaques luchando. Se feliz y no olvides tu prioridad: la vocación. Si abandonas porque no vendes, haces bien en abandonar: significa que no eres vocacional. Que no eres un auténtico escritor.
Porque lo más probable es que un día, no ya un nieto tuyo, que quizá hasta ahí puedas llegar, si no tal vez un bisnieto o tataranieto encuentre esos libros viejos que escribió alguien que vivió en el siglo XXI, un señor (o señora) al que no conoció. Porque, al fin, conseguiste publicar. Pero no te hiciste famoso. Entonces, se deshará para siempre de tus ejemplares, arrojándolos a un contenedor de papel (si es que existen para entonces) Porque no te conoció y no sabe quién eres.
Tus nietos si te conocieron y te respetarán, tal vez. Pero, ¿dentro de tres o cuatro generaciones? ¿Quién fuiste tú? Harán desaparecer tu trabajo para siempre. O bien tal vez los reconozca como “valiosos por antiguos” y los conserve hasta que se pudran en un arcón.
Siempre correrás el peligro de que venga alguien que no lo aprecie, los vea y los tire a la basura.
De cualquier forma, desaparecerás. Tus libros se escribieron hace cien años, es un trabajo que ya no tiene sentido, porque la prosa y el lenguaje no deja de evolucionar e, inevitablemente, sonará a rancio todo aquello. Y los valores y las historias, sonarán caducos. No tendrá sentido. Se lo llevará el camión de la basura. Si es que dentro de cien años existen camiones de basura… o la basura en sí misma.
Pese a todo.
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El oficio de escritor es difícil porque en él hay una durísima competencia, es como unas oposiciones a lo bestia. Hay miles de escritores más o menos habituales, pero sólo unos pocos elegidos pueden llegar a lo más alto y alcanzar la fama. En esta última hay matices: no todo es blanco o negro, hay muchas escalas de grises entre ser un autor de talla mundial y leído por millones de personas y un escritor completamente anónimo.
Otra complicación que se presenta es la mentalidad actual. El lector medio de nuestros tiempos suele ser bastante cerrado y reacio a descubrir nuevos autores, se dirige a las librerías y bibliotecas buscando directamente el best-seller del típico escritor muy famoso y publicitado y que goza de un gran apoyo mediático.
Debido a esto, en las últimas décadas, el panorama literario se ha renovado menos que en otras épocas históricas. Aunque de vez en cuando surgen revelaciones y autores jóvenes que dan el salto y logran triunfar en la literatura, es muy común que en los escaparates y estantes de las librerías abunden libros de escritores muy veteranos y que se consagraron hace ya muchos años, que ya han editado decenas y decenas de libros.
Ahora bien, el dicho «Cría fama y échate a dormir» cobra mucho sentido en el mundo literario (aunque también en otras profesiones). El autor que, por una u otra razón, logre consagrarse puede escribir posteriormente libros de escasa calidad literaria y se venderán bien sólo por poner su nombre.
Y además se une a todo esto las influencias previas con las que cuenta el candidato a escritor (famosos, hijos de, gente con familiares en las altas esferas, etc) y la baja calidad lectora del público en general que si bien te obliga a renunciar a ciertos temas por «aburridos» y reducir tu vocabulario, no porque el tuyo sea elevado, sino porque el del lector mayoritario es muy bajo y «no llega», se ve incapaz de comprender por su escasa cultura. La subliteratura manda.
¿Un ejemplo de escritor (en este caso escritora) con influencias podría ser Sónsoles Ónega, la reciente ganadora del Premio Planeta e hija de un periodista muy famoso?