¡La pizza es veneno y que viva el 22! | Por Juan Expósito
En 1990 un abogado llamado Mike Godwin propuso una Ley (la llamada “Ley Godwin”) por la cual una discusión de cualquier asunto se acaba cuando alguien saca el tema de los nazis o de Hitler. Asimismo, decía que las probabilidades de que aparezcan alguno de estos dos “conceptos” (llamémoslos así) crecen a medida que la discusión se alarga en el tiempo. No es baladí. Seguro que os ha pasado lo de empezar hablando de algo intrascendente y que a los pocos minutos alguien acabe sentenciando con alguna frase del estilo “así empezó el nazismo”.
Mi amigo Nino Barroso (de mi querida Oliva de la Frontera) dice que en la cola de la charcutería se puede oír, con sorprendente asiduidad, “es usted un nazi” más que la más aséptica frase “usted se ha colado”. Y es así. No sé qué pensáis, pero considero que hemos llegado a una exageración con el lenguaje que nos está haciendo perder la verdadera medida de las cosas. Para tener razón se suele gritar o llevar el lenguaje a un extremo hiperbólico que sustituye a argumentos y raciocinios. Y ambas maneras son igual de fútiles. Los políticos contribuyen mucho a ello. En el Parlamento, en los medios de comunicación o en las redes se esputan improperios exagerados simplemente para degradar y desinflar la moral del oponente o para recibir el aplauso de los palmeros que se ponen la camiseta de su partido político como el que se pone la camiseta de su equipo de fútbol, como un hincha efusivo y borracho, en el Bar Paco, en el momento más decisivo de un partido, que pierde el raciocinio para tener la razón. Que pierde el criterio para tener criterio.
Pasa con todo. Con la palabra terrorismo, por ejemplo. Terrorismo informativo, leí el otro día. ¿Dónde se queda el terrorismo de verdad? ¿Cuánto desvirtuamos el verdadero significado de la palabra terrorismo si se usa el término de manera indiscriminada? También pasa en la nutrición. “La pizza es veneno”, “la Coca Cola es veneno” o “el azúcar es veneno”. Lo habréis escuchado. No, chica no. La pizza será poco ideal nutricionalmente, la Coca Cola no será buena y el azúcar no será aconsejable (¿os acordáis de cuándo el Ministerio de turno ponía anuncios en la tele sobre las bondades del azúcar?) Sin duda será malo. Pero ¿veneno? ¿Veneno no sería, por ejemplo, la cicuta, el matarratas, el arsénico o lo que sea que te mete un escorpión? (Por cierto, ¿el escorpión muerde o pica?)
Pasa con lo de “genio”. Y aquí entono el mea culpa porque yo abuso mucho de eso. No puede haber tantos genios en el mundo, digo yo. Habrá unos pocos porque si hay tantos como decimos los genios dejan de ser genios, porque ya no son excepcionales, ¿no? También pasa con lo de “obra maestra”. Una obra maestra será algo que enseñe, que da magisterio, que por extraordinario, resultará sublime. En las clases hay un maestro y 25 alumnos (cuando yo era pequeño había 40, o más, por cierto.) No sé si esa es la proporción adecuada pero no puede haber más obras maestras que películas, porque dejarían de ser maestras, por definición.
Para no ponerme más intensito de la cuenta hablaré de lo de poner nombres de calles y plazas… o de lo de hacer estatuas. Estaba el otro día en casa de los padres de mi novia viendo la tele. Y un humorista (al que el presentador llamó genio, -pues vale, aunque yo no conozco a nadie al que le haga mucha gracia, pero bueno-) pedía para otro humorista con el que hacía dúo en los años 80 y que, desgraciadamente, murió, una calle en su ciudad natal… o una estatua, no me acuerdo. El dúo en cuestión salía en un programa muy famoso de los años 80 (esa década a la que mi hija Gadea tiene tanta estima y que no era para tanto, creo.) En aquel programa (la de vueltas que estoy dando por no decir nombres, la Virgen), hacían unos chascarrillos de esos que los chavales de la época repetíamos en los cambios de clase en el colegio. ¿Sabéis a qué me refiero, más o menos? La gracieta no daba para más, frases de esas que quedan en el imaginario colectivo porque no había más cadenas, ni Internet y donde nuestra ingenuidad era mayor que ahora (para lo malo y, también, para lo bueno… A ver si Gadea va a tener razón). En fin, que me lío. Que igual para poner nombre a una calle o estatua o parque… igual, decía, hay que tener más méritos que unos chascarrillos que todos repetimos de modo compulsivo. En definitiva, si el Dúo Sacapuntas (mierda, dije el nombre, lo siento) da para poner un nombre a una calle o para poner una estatua en plena Málaga, ¿qué se merecen Da Vinci, Servet o Hipatia? Bajemos el listón: Si el Dúo Sacapuntas pide una estatua o calle o lo que sea en Málaga, ¿qué se merecerían Faemino y Cansado en Carabanchel? Unos hacían una gracieta en el Un, dos, tres… los otros llevan más de 30 años con lo del humor. Cuando he visto a Faemino y Cansado en la Sala Live de Carabanchel, por cierto, no paré de reír. Sí, es subjetivo, diréis. Y alguno se enfadará conmigo. Lo siento. Pero así lo siento.
Vamos, que estamos exagerando mucho los términos. Estamos estirando mucho la elasticidad de las palabras y las palabras son lo que significan. Otra cosa es que las usemos en un contexto literario pero, en principio, las cosas significan lo que significan. Por eso defiendo la RAE (sí, soy el único, lo sé) porque nos dice lo que significan las palabras. Y no hace juicios como no hacen juicios los libros de Historia o de Química.
Y perdonen los ofendidos que me lean. No me gustaría, con mis artículos, parecer un nazi en las opiniones… ¡Mierda! Ya me salté la Ley Godwin. Es que, en el fondo, todos somos contradictorios. Tengo el propósito de ser menos contradictorio para este año veintidós… Veintidós, veintidós… veintidós, veintidós, veintidós… Pardiez, ¡qué le pongan una calle al Dúo Sacapuntas! ¡Ya!
Excelente reflexión. Y no… no estas exagerando mucho; mas bien estas siendo comedido.
Una excelente, objetiva y lamentable realidad.
Mi sincera felicitación.
Saludos,
Muchas gracias, compañero. Será usted leído por mi parte. Gracias.